Cine

Crítica de 'El colibrí': Caos poco calmo

'El colibrí' es pura Italia, Como su realizadora, Francesca Archibugi ('Locas de alegría'). Recuerden que le conocimos de jovencita, hace 35 años, con 'Mignon è partita', premio Nuevos Realizadores en Donostia. Como el autor de la novela en que se basa, Sandro Veronesi, el de 'Caos calmo'. Como el protagonista Pierfrancesco Favino ('Nostalgia'), experto en dotar de profundidad a sus personajes desde la contención. Como Laura Morante, en el otro extremo de lo desatado y desquiciado. Como Nanni Moretti, aquí en el rol secundario de un sicólogo, pero ya elevado a tótem del cine italiano.

'El colibrí' tiene todos los ingredientes para ser un agradable melodrama coral alrededor de las relaciones humanas. Y no diremos que no sea agradable, que lo es, pero molesta que su hilo temporal, más bien una madeja enredada, aporte más confusión que otra cosa. Hay que ser muy hábil para, en la misma casa vacacional y aparentemente en la misma escena, saltar de una bronca entre un matrimonio con hijos jóvenes a una llamada telefónica a un hombre que es uno de esos hijos pero de mayor. Y, aunque finalmente se entienda todo, Archibugi no está fina en los continuos saltos atrás y adelante. Además, el conjunto se hace más una caótica sucesión de historias, algunas marcadas por desequilibrios mentales, que una obra armónica.

No obstante, 'El colibrí' ofrece en su tono y en los meandros de su guion elementos interesantes. Por ejemplo, esa bonita relación con amor sin sexo entre Favino y Bérénice Bejo.