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Hace cuatro años Donostia emprendía su programación como Capital Europea de la Cultura, título que compartió con la polaca Wroclaw. Más allá ... del poso que queda o no del 2016, San Sebastián quedó ya ligada a la red europea de ciudades que han sido, son o serán en el futur capitales culturales. «Esa relación nos deja notables ventajas para Donostia, aunque muchos ciudadanos no sean conscientes», advierte Imanol Galdos, del equipo de dirección de Donostia Kultura y encargado de las relaciones internacionales de la entidad. De su mano repasamos el laberinto de las herederas de San Sebastián 2016, con poderosas similitudes en muchos casos con la experiencia donostiarra.
Estos días arrancan las dos ciudades que son capitales culturales europeas en 2020. Rijeka, en Croacia, ha celebrado este fin de semana su inauguración, y el 8 de febrero será el turno de la irlandesa Galway, a la que sí asistirá una delegación donostiarra. En el mapa institucional europeo se saluda con entusiasmo el proyecto de Galway y hay más dudas de lo que ocurrirá con Rijeka. En el recuerdo de Europa quedan la danesa Aarhus y la holandesa Leeuwarden como las mejores capitalidades recientes, y Galdos coincide con la idea. «Sus experiencias tienen mucho en común con Donostia, conectaron bien con sus poblaciones y han dejado un poso».
Galdos, que participa en los foros europeos relacionados con las capitalidades, recuerda que muchos especialistas apuntan la necesidad de establecer nuevos criterios. «Hasta hace un tiempo la capitalidad se concretaba en una programación de actos o una excusa para realizar cambios urbanísticos, como ocurrió en Liverpool. Ahora solo puede entenderse la capitalidad como un motivo para reflexionar sobre los grandes cambios que sacuden Europa y el mundo, y para implicar a las poblaciones en ese debate».
El directivo de Donostia Kultura recuerda que «para las ciudades de tipo medio como San Sebastián que llegan a ser capitales europeas se trata de una oportunidad histórica, única, que no debe ni puede desaprovecharse». Pero mientras llega ese replanteamiento cada año arrancan las nuevas capitalidades, compartidas siempre por una ciudad del Este de Europa y otra del Oeste. «Las diferencias dentro del continente se aprecian bien en esa dualidad», apunta Imanol Galdos. «En los países del Este se aprecia más inestabilidad, más problemas políticos con los nuevos populismos de ultraderecha y peor conexión con la población». Pero aclara también que no se puede generalizar «porque cada caso es distinto».
Proponemos a Galdos un repaso a las sucesoras de Donostia. La chipriota Pafos no dejó una huella especialmente sensible, sobre todo en contraste con Aarhus, su compañera de viaje en 2017. «Es la segunda ciudad de Dinamarca, durante la capitalidad inauguró una gran biblioteca que sigue siendo referente y su programación continúa activa, con vínculos con otros lugares como San Sebastián».
En el 2018 fue la holandesa Leeuwarden la que se ganó el respeto continental. «Está en el norte de los Países Bajos, en Frisia, una zona menos rica que Amsterdam y Rotterdam, y aprovecharon para reinventarse e impulsar el desarrollo de su lengua, minorizada, en programas en los que hemos trabajado también desde Donostia».
La Valeta, capital de Malta, fue la otra ciudad europea de ese año, «con una programación ajena a la realidad que estaba viviendo su país. Coincidió con el sospechoso asesinato de la periodista que investigaba la corrupción y ni se habló del tema».
Plovdid, en Bulgaria, fue capital en 2019 y víctima de la crisis económica y «falta de esperanza» que vive su país, mientas que la pequeña urbe italiana de Matera aprovechó la ocasión para la recuperación urbanística y el relanzamiento turístico.
Este fin de semana ha arrancado Rijeka, «una ciudad con garra, en la costa, pero que sufre también los graves problemas que aquejan a Croacia», rememora Galdos. «Cuando la visité el taxista que me llevó al hotel decía que de la capitalidad esperaba trabajo para sus familias y que sus hijos no tuvieron que emigrar. Ahí, pese a tratarse de un lugar con poderío turístico, hay cosas más urgentes que la programación».
Galway, en cambio, suscita esperanzas en las instituciones europeas. «Es una ciudad universitaria, turística, asentada. Las rivales de su país que también luchaban por alcanzar este título decían, precisamente, que Galway es la que menos lo necesitaba. Su programa contiene propuestas muy interesantes y Galway también tiene en común con nosotros su objetivo de aprovechar la capitalidad para dar un empuje a su lengua propia».
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El próximo año serán tres las capitales: la griega Eleusis, la rumana Timisoara y Novi Sad, de Serbia, invitada por el hecho de que su país sea candidato a entrar en la Unión Europea. «En el caso de Timisoara se están dando problemas habituales en otras capitalidades, como dimisión del equipo directivo, intervencionismo institucional, alejamiento de la oficina de la capitalidad de los agentes culturales... Son peripecias frecuentes en las ciudades porque se trata de procesos tan largos que acaban saltando chispas».
2017 Pafos; Chipre. Aarhus; Dinamarca.
2018 La Valeta; Malta. Leeuwarden; Países Bajos.
2019 Plovdid; Bulgaria. Matera; Italia.
2020 Rijeka; Croacia. Galway; Irlanda.
2021 Timisoara; Rumania. Eleusis; Grecia. Novi Sad; Serbia, país candidato a entrar en la Unión Europea.
2022 Kaunas; Lituania. Esch; Luxemburgo.
2023 Veszprem; Hungría.
2024 Tartu (Estonia), Bodo (Noruega, país invitado) y Bad Ischl (Austria).
La lista posterior está articulada: la lituana Kaunas y la luxemburguesa Esch compartirán capitalidad en 2022, la húngara Veszprem lo será en 2023 y en 2024 serán Tartu, de Estonia, Bodo de Noruega y Bad Ischl de Austria. Ya están también en marcha los concursos para elegir las de 2025, que serán de Alemania y Eslovenia. Las finalistas alemanas son Chemnitz, Hannover, Hildesheim, Magdeburgo y Nuremburg, mientras que en el caso esloveno aún está la elección en marcha.
Imanol Galdos recuerda que mucha ciudades candidatas se interesan por la experiencia de Donostia «y cada mes vienen por aquí especialistas en este tema o investigadores con trabajos sobre las capitalidades culturales y el caso de San Sebastián. El 2016 nos situó en el mapa y formamos parte de una red que aún nos ayuda en distintos proyectos», remata.
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