«A veces puedo ser muy plasta ejerciendo de donostiarra»
Periodista ·
El periodista donostiarra cumplirá el próximo mes su primer año al frente de 'Hora 25' de la Cadena SEREl periodista Aimar Bretos (San Sebastián, 1986) cumplirá el próximo mes su primer año al frente de Hora 25, uno de los programas de referencia de la radio española. Admirador confeso de Iñaki Gabilondo, Bretos apuesta por un periodismo de corte pedagógico y reivindica una permanente actualización de los profesionales para evitar caer en el dogmatismo. Donostiarra militante, confiesa que su constante reivindicación de los valores de su ciudad natal puede terminar resultando cansina.
– A finales de julio cumplirá su primer año como director de Hora 25, un programa que lleva nada menos que 50 años en antena. ¿Sintió vértigo cuando le ofrecieron dirigirlo?
– Más que vértigo sentí una enorme responsabilidad. Ponerse al frente de un transatlántico con 50 años de historia significa adquirir una gran responsabilidad, es un ejercicio en el que te planteas por un lado intentar no romper nada y por el otro asumes que te están encomendando una tarea que no es fácil: la de actualizar el formato manteniendo la estructura y adaptándola a un ecosistema de audio en el que todo lo que se hace tiene una vida en directo pero luego también puede ser escuchado bajo demanda a otras horas.
– ¿Qué ha aprendido en este año tan intenso?
– He tomado conciencia de que tenemos que hacer una labor de muchísima pedagogía. El oyente agradece enormemente un enfoque pedagógico en la crónica informativa. Muchas veces damos por supuestas ciertas cosas y hablamos de ellas como si ya estuviesen explicadas, tendemos a los sobreentendidos por una cierta deformación profesional. Y tenemos que hacer una enorme tarea deglutiendo primero las noticias y haciendo cribas para ofrecerlas con mucho detalle a la audiencia para que pueda hacerse su propio juicio. A nosotros nos corresponde hacer una tarea permanente de actualización sobre asuntos que asumimos como certezas. Tendríamos que hacer como los médicos que están en formación permanente para adaptarse a los avances que se producen. Claves que hace diez años servían para entender un determinado asunto puede que ya no sean válidas, es necesaria una actualización continua para entender la realidad y poder explicarla después.
– Empezó con 15 años en una emisora local, Radio Otxoki, que ya no existe. ¿Qué recuerdos guarda?
– Era una radio que estaba en un bajo de Intxaurrondo. Fue mi primer contacto con la radio, aprendí la tira. Hacía turnos de radio musical y a veces hasta venían amigos a poner canciones que solíamos dedicar a las chicas de la cuadrilla. Allí empecé a tener mis primeros contactos con la información: me pasaba por las mañanas por las ruedas de prensa del Ayuntamiento y me ponía detrás de los periodistas de verdad. Cogía declaraciones con el micrófono y luego en el ordenador de casa las montaba y grababa un pequeño informativo. Tomaba el autobús que subía a Intxaurrondo y lo dejaba en el buzón de la emisora para que luego lo emitieran por la tarde. Aprendí y disfruté muchísimo.
«Radio Otxoki era una radio que estaba en un bajo de Intxaurrondo. Fue mi primer contacto con la radio, aprendí la tira»
– Vive en Madrid desde hace tiempo, pero mantiene estrechos vínculos con su ciudad natal.
– Soy un donostiarra afincado en Madrid, eso no va a cambiar. Toda mi familia está en Donostia, todas mis raíces están en Donostia y así lo siento. Me encanta ir a Donostia cada vez que puedo y estar con mi familia, soy muy de estar en familia. Además, predico el donostiarrismo allá por donde voy. Incluso diría que a veces puedo ser muy plasta en lo de ejercer de donostiarra.
– ¿Cómo se ve desde la distancia San Sebastián?
– Me parece que el donostiarra que vive en Donostia no es consciente de la joya que tiene. Puede haber críticas legítimas al modelo de ciudad, al exceso de turismo, al exceso de hoteles, pero no podemos caer en la crítica excesiva porque no sería justo. Donosti es una ciudad tan soberbia... Verla desde la distancia me da perspectiva para admirarla como lo que es. Puede que le permita a la ciudad cosas que si viviera allí no pasaría por alto. Cuando voy allí y la recorro pasando por los puentes de Gros al Centro y del Centro a Gros no puedo dejar de pensar ya me gustaría tener esto en mi día a día.
– ¿El tránsito entre la ciudad hosca y conflictiva de los años de plomo a la ciudad amable que es paraíso del turismo se ha producido demasiado rápido?
– Ojalá ese tránsito se hubiese producido antes, ojalá el terrorismo nunca hubiese existido, ojalá que nadie se hubiese tenido que ir de la ciudad décadas atrás. También he de decir que la etapa de la violencia es para mi un recuerdo demasiado lejano y demasiado infantil. Yo tuve la suerte de no tener demasiada conciencia política en los años en que vivía en Donostia como para sufrirla en primera persona.
«Sagües, sin duda el muro de Sagüés. Sentarme allí relajado viendo las olas y a la gente surfeando es un lujo»
– ¿Cuál es su lugar favorito de la ciudad?
– Sagües, sin duda el muro de Sagüés. Sentarme allí relajado viendo las olas y a la gente surfeando es un lujo. Y luego también subir a Urgull con mi aita por las mañanas: nada especial, dar un paseo, contemplar la ciudad desde arriba y decir, 'coño qué bonita'. Es algo que relaciono con mi aita, para mí es muy especial.
– ¿Qué suele recomendar a los amigos que van a visitar Donostia por primera vez?
– Que cojan un bocata en el Juantxo, que suban al Paseo de los Curas y que se lo coman sentados en un banco viendo la bahía. No se trata de ir a los mejores restaurantes, que también los tenemos, sino de disfrutar de la ciudad como si se tratase de un donostiarra más.
– Siendo de Gros, pierdo el tiempo si le pregunto por su playa preferida.
– La duda ofende. Entiendo que La Concha y Ondarreta son preciosas, pero como la Zurriola ninguna.
– ¿Tiene debilidad por algún pintxo?
– Igual es que soy muy básico, pero me muero por un pintxo de txaka. Cuando a veces no puedo ir a Donostia y me tengo que quedar en Madrid me consuelo llenando la mesa de casa de pintxos de txaka.
– Hábleme de Iñaki Gabilondo.
– Me gustó cuando le escuché a Ana Pastor referirse a él como aita, creo que de una u otra forma es el aita de todos los que nos dedicamos al periodismo en la radio. Conmigo ha sido una persona absolutamente generosa, me ha tratado con un cariño enorme desde que yo llegué a la SER. Le veía por los pasillos como si fuese una figura sobrenatural pero siempre tenía una palabra amable y esa relación persiste a día de hoy. Es un referente de la radio y del periodismo, de la gestión de la palabra y del silencio, y también del señorío. Me emocioné mucho hace dos meses, cuando dio por acabada su etapa en la radio. Vino a Hora 25 a una entrevista y para mi fue uno de los episodios más emocionantes que he vivido delante de un micrófono.
– ¿Hay que ser donostiarra para triunfar en la Ser?
– No, desde luego que no (risas). Pero de todas formas, ni se me ocurre compararme con Iñaki.
« Le veía por los pasillos como si fuese una figura sobrenatural pero siempre tenía una palabra amable y esa relación persiste hoy»
– Hay personas con fotogenia que dan mejor en una imagen que en la realidad. ¿Pasa lo mismo en la radio? ¿Hay gente 'radiogénica'?
– Creo que sí y además no es una cuestión de voz. Es cuestión de expresión a través del micrófono. Puedes tener una voz imponente pero es posible que esa voz no consiga trasladar sentimientos y no llegue a dar sensación de verdad al oyente. Hay que trasladar al oyente verdad, amabilidad, cercanía con la distancia propia de un informativo, y hay voces que consiguen hacerlo y voces que no.
– ¿De qué entrevista se siente más orgulloso?
– De una en la que conseguí sentar en el mismo estudio a Santos, el expresidente de Colombia, y a Timochenko, el exlíder de las FARC. Habían sido enemigos irreconciliables pero habían conseguido un acuerdo de paz. Fue muy duro pero al mismo tiempo muy bonito todo lo que se fue poniendo encima de la mesa del estudio. Creo que es la entrevista de la que más orgulloso estoy aunque realmente tampoco tuve que hablar mucho, simplemente dejé que hablasen ellos.
– ¿Y cuál se le atravesó?
– Uff. Recuerdo una con un expresidente de una comunidad autónoma que por cierto acabó en la cárcel. Yo era muy joven y tenía poca experiencia. Lo pasé muy mal pero me sirvió para aprender. No creo que me vuelva a pasar algo así ante un micrófono.