La víctima del crimen de Orio
«Lourdes era tan buena que quedaba con él porque lo veía mal»Tras 18 años en Orio Lourdes del Hoyo se hacía querer en la localidad, donde alaban su personalidad
Lourdes del Hoyo debía de tener una sonrisa tan grande como el impacto que ha supuesto su asesinato a manos de su expareja. Quienes la ... conocían es lo que más repiten: su alegría, su facilidad para sonreír y su bondad. Debía de ser «tan buena» que seguía quedando con Alberto Casado, la persona que peor la pudo haber querido, «porque le daba pena verle tan mal. Ella tenía claro que no iban a volver juntos. Pero le veía que no estaba bien, y tampoco quería dejarlo solo», contaba ayer una amiga, «conmocionada» y «sin poder digerir» la tragedia. «El domingo estuvieron paseando juntos por el paseo del río. Solían pasear mucho, también iban por la playa», añadía. «Es terrible».
Lourdes del Hoyo tenía 50 años. Era de Donostia, de la calle Matia en el barrio del Antiguo, donde creció junto a sus padres, dos hermanos y una hermana. Estudió en el desaparecido colegio Santa Rita de los Padres Agustinos, en el paseo de Heriz, que luego ocupó el instituto Luberri, ahora en Benta Berri. Ahí conoció a su futuro marido, aunque ambos iniciaron su noviazgo «a partir de una boda en la que coincidieron», apunta un amigo de la época.
La pareja se casó en San Sebastián, donde nació el primero de sus dos hijos en común. Hace 18 años, la familia se mudó a Orio, donde al poco llegó su segunda hija, ahora de 16 años. El matrimonio se separó hace unos años. «Son cosas que pasan... A todo el mundo le afecta un divorcio, pero ella decía que por lo menos sus dos hijos tenían ya una edad como para entenderlo. Siempre pensaba en ellos», resalta una amiga.
Lourdes se despojó del reparo que sentía por iniciar una relación tras el divorcio, y dio con el que peor la pudo querer
Tras dieciocho años en Orio, más de la mitad de su etapa adulta, Lourdes tenía su vida plenamente montada en la localidad costera, donde era fácil verla paseando, haciendo deporte en el polideportivo, yendo al trabajo o en la kultur-etxea, donde solía coger novelas como la que leía cuando Alberto le pegó un tiro. «Nadie merece acabar así, pero Lourdes mucho menos. Siempre se dice en estos casos que era una gran persona, pero es que ella lo era. Era un ángel».
«Decía que conoció el amor»
Hacía algo más de año y medio que Lourdes dejó atrás su reparo por la posibilidad de volver a entablar una relación sentimental, y comenzó a salir con Alberto. Ambos eran conocidos en el municipio, y su relación sentimental despertó ilusión entre sus vecinos. «Les veías, y hacían buena pareja. Los dos eran majos, deportistas... Parecía que solo les podía ir bien. Cuando estaban juntos no solían quedar con más gente, pero se les veía a gusto. Luego no sé qué pasaría, pero hace más de un mes o dos que ella le dejó», explica una oriotarra, que aún recuerda el primer día que los vio juntos. «La verdad es que me alegré por los dos».
El mismo sentimiento tuvo otra mujer del pueblo el pasado verano cuando los vio juntos por primera vez. «Estaban jugando a pádel y me hizo ilusión sobre todo por ella, ya que coincidíamos en el gimnasio. Estaba separada, y alguna vez habíamos hablado de la vida, de sus hijos, de la opción de salir con otro chico... Él era de toda la vida del pueblo, deportista, el típico al que consideras un buenazo, y ya ves: no pudo resultar peor». Fue asesinada a pocos metros de su casa, en un banco muy frecuentado «por cualquiera que tuviera a sus hijos en el parque o en la academia de inglés».
Una amistad de su época de estudiante en Donostia destaca que «la vi por última vez hace un año, pero se le veía muy feliz con su nueva relación. Le solía seguir lo que hacía a partir de lo que escribía en sus estados de WhatsApp, donde ponía cosas como que 'había conocido a un chico', que 'la vida le daba una segunda oportunidad' tras su divorcio, o que 'había conocido el amor'. ¡Vaya amor! Cuando supe la noticia, pensé que qué cabrón tenía que ser para hacer algo así, sin saber entonces que era Lourdes. Me he enterado esta mañana (ayer), y me quedé en shock. Era encantadora. Al contrario que yo, fue una buena estudiante».
«¿Cómo remontas esto?»
La hija de Lourdes está en el último curso de ESO en La Salle, en Zarautz. La madre de una alumna de su clase se acordaba ayer de la pequeña. «Están en plenos exámenes, así que imagina el cuadro. Estaba muy unida a su madre, la veía como un ídolo para ella, y me preocupa cómo lo pueda asumir con 16 años, porque algo así te rompe la vida para siempre. Cuando en el grupo de padres nos han informado que habían hecho un minuto de silencio en el colegio, me he quedado rota. La chavala estaba ilusionadísima con estudiar el año que viene en Larramendi, en Donostia. ¿Cómo remontas esto?», se preguntaba. Parecía preocuparle menos cómo reaccionaría una de sus hijas, que vio los cuerpos sin vida de Lourdes y Alberto. «Ese punto suele estar lleno de niños a esa hora: los que van al parque, los que van a la academia de inglés, los que quedan ahí para ir a entrenar al polideportivo... Mi hija borró todas las fotos que le llegaron».
Como tantos oriotarras, esta mujer también destacaba la sonrisa de Lourdes. «Siempre te sonreía y saludaba en cuanto te veía. Últimamente nos cruzábamos mucho cuando iba al trabajo, e iba siempre corriendo. 'Cada día voy más justa', solía decir entre risas».
Ninguna gana de sonreír tenían en la empresa de transporte de pescado Indo, donde Lourdes trabajaba en el polígono Ubegun, entre Aia y Orio. Mientras cargaba un camión, un hombre explicaba que llevaba «unos seis años» como administrativa en la oficina. «No estamos en condiciones de decir nada de ella y tampoco queremos hacerlo, pero todo lo que podríamos decir sería bueno».
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