'El soplo al corazón', un retrato del adolescente
Un latido sobre las heridas y cicatrices del amor a través de un poema iniciático del cineasta de 'Adiós muchachos'
Guillermo Balbona
Jueves, 19 de noviembre 2015, 16:59
El sonido de Charlie Parker arropa este retrato del adolescente sufriente. Un hermoso, duro, a veces provocativo, poema iniciático que desvela las heridas del desamor y los destellos del aprendizaje de amar. Louis Malle, rara avis del diversificado hábitat colateral de la nouvelle vague, que había rodado los océanos junto al comandante Jacques Custeau en sus incursiones submarinas, se sumerge aquí en ese mar de fondo de las pasiones, de los territorios convulsos e insondables. 'Un soplo al corazón' ('Le souffle au coeur') -traducida a veces como 'Un soplo en el corazón'- es un drama de latidos de descubrimiento y sombras de incesto, ambientado en los años cincuenta, que discurre entre la frecuencia cardíaca de una mirada que se va asomando al mundo y el ruido patológico de todo lo que supone disturbio y vértigo. La historia que protagonizan Lea Massari y Benoît Ferreux aspiró a la Palma de Oro en Cannes y fue nominada al Oscar al mejor guión original pero también sufrió el rechazo de numerosos sectores moralistas, el azote de la censura e incluso la prohibición temporal en países como Italia.
Aunque Louis Malle, siempre valiente a la hora de eludir el tono directo moralizante, perfeccionó sus narraciones sobre el final de la inocencia, firmó aquí un ejercicio de miradas que apuntaba ya su vocación de desnudez: "Yo miro a los actores y los sigo". El cineasta de 'Milou en mayo', que nunca despreciaba los argumentos comprometidos, los terrenos pantanosos, las zonas escabrosas de lo emocional, mantuvo en toda su filmografía un curioso equilibrio de funambulista narrativo entre la provocación y la reflexión. Le persiguió en ocasiones un escándalo que nunca buscó pero el realizador de 'La pequeña', que trazó una simétrica producción entre su país natal y EE UU, aborda sin hipocresía ni impostura, bordeando con inteligencia la falsa poética, una historia de convulsiones y balneario, de abrazos de mujer madura y desvelo de vida a través de la figura materna. Como en 'Los amantes' o en 'Lacombe Lucien' esquiva el sensacionalismo, repta por las estancias más delicadas para despojarlas de prejuicios y en este caso, con jazz de fondo, el humor y el quiebro a la moral y al sentido del pecado, aportan una mirada más libre.
Un cuento desde la extrañeza de vivir y la necesidad de explorar. "La gloria, como todo el mundo sabe, tiene un sabor amargo", escribe Mishima en 'El marino que perdió la gracia del mar'. De sensualidad, decadencia, dolor y deseo, como en la novela del autor japonés, está hecha la textura del filme de Malle. A lo convulso, el cineasta francés opone serenidad, a la turbación, calidez. Malle apoya el sexo en el saxo, el temor en una fotografía envolvente, el desconcierto en una sencillez que parece desmentida por la complejidad del paisaje moral y humano que describe. Rebeldía, iniciación, represión y convencionalismo conforman la ecuación que enmarca la inmersión vital del joven protagonista de 14 años entre el estado edípico y la enfermedad de vivir, entre el ritmo cardíaco y la naturalidad de una relación madre e hijo que Malle libera de tabúes. Siempre periférico respecto a la nouvelle vague, independiente, el director de 'Atlantic city' que comenzó trabajando como ayudante de Bresson, nunca renunciaría a una mirada personal sobre el mundo. Sin inocentes ni culpables, buscando más la conmoción que el arrebato, en 'Un soplo', como en otros de sus filmes, Malle agita el entorno, silencia la hipocresía social y se muestra como un voyeur empático, que persigue la comprensión de los personajes a los que, sin embargo, dejaba con naturalidad ser juzgados desde fuera, desde una azotea ajena, desde una atalaya exterior.
Observador ecléctico e inquieto, del documentalismo a la experimentación, la coherencia narrativa es una seña de identidad de su cine. En 'Un soplo al corazón', como en 'La luna' de Bertolucci, humanidad y humor, amor y patada a los convencionalismos sociales, Malle construye un retrato corrosivo de la burguesía francesa, teje con sobriedad y mesura, con sutileza y delicadeza, un microcosmos sobre el despertar sexual que hace de bisagra de una puerta abierta a la vida. Fustigador de quienes viven colgados de las apariencias, Malle se adentra en un juego de sentimientos y emociones, de tristeza y melancolía que adquieren categoría de introspección en la condición humana. Un álbum sobre la edad de juegos, en torno a la psicología del adolescente que camina hacia su juventud, entre el conflicto y el afecto, entre la vitalidad y la sombra. La educación en lo delicado, la ausencia de culpabilidad, esa atmósfera entre lúdica y risueña, esas escenas juguetonas que parecen sublimar el pentagrama de la improvisación conforman el espíritu más burlón y sutilmente lírico de Malle donde borra lo establecido, abandona la norma e invita e incita a que miremos al mundo de nuevo. 'Un soplo' es aliento de vida, desconcertada sí, pero con las heridas abiertas y las cicatrices expuestas en busca de respuestas y de un mundo propio.
Desde la soledad y la marginación, la curiosidad siempre, Laurent el joven protagonista es un puente entre un tiempo y otro, entre un aprendizaje y un paisaje desconocido. Pasional, observador, retratista de antihéroes, su cine incomoda y obliga a mirarnos en un espejo poco amable. El adolescente, al que siempre volvemos, representa un gesto casi libertario que siembra el derredor de interrogantes e inquietudes, pero con una mirada grácil y elegante que produce tantos imanes como temblores. 'Un soplo' es uno de los mejores y más singulares amor fou de la historia del cine. En tiempos de trivialidad y eufemismos este latido cinematográfico sigue teniendo algo de reanimación emocional y reivindicación sobre la extraña grandeza de la vida.