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Martes, 29 de abril 2025, 02:00
La condición fronteriza le jugó a favor ayer a la comarca de Bidasoa. Irun fue el primer municipio de Gipuzkoa, posiblemente el primero de toda España, en recuperar la normalidad eléctrica. Hace cuatro años, un incidente provocado por un hidroavión en la red francesa tuvo un impacto mayor y dejó a la ciudad sin luz durante tres cuartos de hora.
La clave ayer estuvo, sobre todo, en el desconcierto y la incertidumbre que se generó al no saber hasta dónde llegaba la incidencia. No fue fácil percibir la escala de lo que ocurría cuando la tele, el ordenador, la lámpara o lo que cada uno tuviera delante, se apagó de repente. Tras identificar que no sólo la vivienda propia estaba sin luz y que todo el bloque estaba en la misma situación, lo siguiente fue comprobar que las casas alrededor estaban igual.
Con ese contexto y sin saber aún que un buen trozo de Europa se había quedado a oscuras, una vecina del barrio de Artia bajó desde su casa a recriminar a los obreros que se encuentran construyendo el aparcamiento subterráneo de la ladera de Belartza que hubieran dejado a todo el barrio sin electricidad. Fueron los propios trabajadores quienes dieron cuenta a la mujer de que el apagón afectaba a todo el país.
Por lo demás, la reacción general en Irun fue muy tranquila. La Policía Local, que recurrió a sus grupos electrógenos de emergencia para mantener la comisaría operativa, tuvo que intervenir en varios rescates en ascensores que se quedaron parados. A pesar de que esas situaciones fueron prioritarias, algunos de sus agentes tardaron pocos minutos en salir a las calles para ocupar posiciones estratégicas desde las que regular el tráfico que, la verdad, a esas horas no era muy intenso en el casco urbano. Casi la incidencia pudo ser mayor para los peatones que durante el tiempo del apagón se quedaron sin escaleras ni ascensores públicos.
En cualquier caso, desde el Ayuntamiento de Irun señalaron que no hubo incidencias en esos elementos de accesibilidad pública ni ninguna otra reseñable en el conjunto de la ciudad.
La falta de electridad obligó a bajar la persiana (metafóricamente hablando, porque la mayoría son eléctricas) en muchas tiendas. El supermercado BM del Centro Comercial Mendibil, por ejemplo, «se cierra en cuanto se va la luz porque tenemos un protocolo muy claro», explicaban algunas de sus empleadas. «Hay unas baterías que mantienen las cajas funcionando para cobrar a los que ya están ahí, pero la tienda se desaloja de inmediato y se acompaña fuera a todos los clientes que estén dentro en ese momento. Algunos se lo han tomado a risa y a otros les ha hecho menos gracia, pero cuando nos hemos ido enterando de que la cosa era más que una avería en el centro comercial y que estaba afectado todo el país, creo que todos nos hemos preocupado un poco».
En Marrubi Goxodenda, sin embargo, no tuvieron que echar la llave. La claridad que entraba desde fuera y las baterías de las balanzas y las cajas registradoras permitieron que la tienda siguiera abierta.
Era una excepción, porque en general, empleados de oficinas y negocios del centro de la ciudad, en la mayoría de los casos, optaron por abandonar el puesto de trabajo y acabaron llenando las terrazas de la zona donde, eso sí, no se podían pedir cafés. «Con este tiempo durante toda la mañana hemos estado funcionando bien», contaban desde el mostrador del Sirimiri, uno de los bares más conocidos del paseo de Colón, «pero es verdad que cuando ha pasado un rato desde que se ha ido la luz han empezado a salir los que trabajan en los bancos que hay por aquí, también de otras tiendas y oficinas, y se ha llenado toda la terraza». En este bar «lo que más hemos sacado en ese rato han sido cocacolas y mostos. Como tenemos cocina de gas, pues comida también hemos podido servir, todo lo que nos pedía la gente, sin problema».
Las repercusiones de un apagón como éste son de todos los tamaños y de todas las formas. Que los trabajadores de los bancos no pudieran hacer su trabajo y salieran de la oficina también tuvo sus impactos derivados. «Llevamos un montón de tiempo para tener una reunión con un tema bastante gordo y me la habían puesto hoy a la una», contaba a las puertas de una céntrica sucursal Mikel, un irundarra que estaba un poco agobiado sobre cuándo le pondrían la siguiente cita para un asunto «bastante urgente». Cuando aún estaba explicando el contexto de lo que le estaba pasando volvió la luz en Irun, apenas media hora después de que se hubiera caído. «Me voy para dentro antes de que se me cuele alguien», se despidió apresurado Mikel.
En Hondarribia, el alcalde Igor Enparan señaló que «estuve toda la mañana reunido y sí, también en el Ayuntamiento lo sufrimos. De hecho, una persona se quedó atrapada en el ascensor. Pero no hubo incidencias graves en la ciudad».
Patxi Aristizabal, jefe de la Policía Municipal, confirmó que «no hubo grandes incidencias. Algunas personas atrapadas en ascensores, poco más». El apagón le pilló en Irun. «Me extrañé y volviendo a Hondarribia vi los semáforos de Mendelu y Amute apagados y ya vi que era general. No cogía nadie el teléfono... Por suerte no fue mucho tiempo».
Desde el polideportivo, el gerente Asier Martín señaló que «tenemos una instalación muy luminosa, por lo que la situación la vivimos con tranquilidad. Lógicamente las máquinas dejaron de funcionar y había incertidumbre, pero no fue a más». Eso sí, advierte que «si el apagón se hubiera prolongado por más tiempo habrían empezado a surgir los problemas, por ejemplo nos quedaríamos sin agua caliente. Pero la que teníamos aguantó».
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