Hay que ampliar el puerto
El abordaje de Donostiako Piratak bate récords en cada edición, y la de este año ha cumplido la norma
ANDER ESNAL
Miércoles, 17 de agosto 2011, 18:11
Hace nueve años, la propuesta festiva de un grupo de jóvenes que, convertidos en piratas, decidieron partir del puerto donostiarra, cruzar la bahía y abordar la playa de La Concha para exigir unas fiestas populares y participativas, resultó una gran novedad. Y tuvo un éxito que, probablemente, ni ellos mismos esperaban. Desde entonces, esta original iniciativa que está en el programa oficial por segundo año se ha convertido en una de las imágenes más populares de la Semana Grande.
El programa de Donostiako Piratak ha ido creciendo año a año, hasta el punto de cubrir toda la Semana Grande y, este año, ha contado con una novedad: la posibilidad de disponer de una amplia sede festiva en el puerto, cuyo disfrute pleno reclamaban desde hace tiempo.
Ayer, sin embargo, el puerto se les quedó pequeño porque, aunque cada año parezca que lo conseguido no se puede superar, el abordaje sigue batiendo récords. El muelle y alrededores se convirtieron ayer en punto de encuentro de más de 4.000 piratas. Y fueron aún más los que decidieron pasar por el lugar a echar un vistazo las balsas -cada cual más original y extraña- y gozar del buen ambiente. Ya a primera hora de la mañana el puerto despertaba abarrotado de jóvenes corsarios. Durante el día seguiría llenándose. Resultado: ambientazo.
La participación fue de nuevo la clave de un acontecimiento que, además, exigió altas dosis de coordinación y precisión en la organización de la jornada. La suma de la espontaneidad y el rigor a la hora de hacer las cosas arrojó un resultado brillante.
Aunque el puerto había estado muy animado durante todo el día, el espectáculo comenzaba hacia las 16.30 de la tarde, media hora antes de la hora de la salida. Miles de jóvenes -y algunos que ya no lo eran tanto o, incluso, que no habían llegado todavía a ese estadio- invadieron la rampa del muelle para acceder al mar y llegar a sus balsas lo antes posible. Idea general del momento: «Sálvese quien pueda».
Los voluntarios que trabajaban para mantener el orden entre los corsarios tubieron dificultades para realizar su trabajo. El ambiente festivo se apoderó del muelle. Los piratas se comportaban como sólo ellos saben hacerlo: como auténticos corsarios. Risas, compañerismo y agua por todas partes. Muchos curiosos que fueron testigos del caótico momento -sin que se perdiera el magnífico ambiente festivo- acabaron siendo víctimas de las pistolas de agua y chapuzones de los piratas. Y eso que el tiempo no fue tan caluroso como para querer empaparse. ¡Pues nada, alegría!
Balsas de todo tipo llenaron el puerto. Eso sí, en su construcción, el respeto al medio ambiente imperó en todo momento. Y es que en vez de utilizar bidones que podían llegar a contaminar el mar-tal como se hacía en los viejos tiempos-, las bolsas ecológicas facilitadas por la organización fueron las responsables de mantenera a flote a los piratas. O, por lo menos, a la mayoría que se esforzó para construir una balsa decente; es decir, que se mantuviera a flote.
A las cinco, al grito «Neska-mutilok, bihotz eta buru! ¡Abordatzera!», los piratas se disponían a salir del muelle para cruzar la bahía y llegar hasta la playa. El puerto no podía estar mas vivo ni más lleno. De hecho, varios corsarios se quejaron de la falta de espacio en el muelle, pero el ambiente tapaba todo lo negativo. Cientos de cuadrillas, con sus respectivas camisetas, ondeaban banderas de todo tipo: decorativas, reivindicativas y de todos los colores. Todo ello formaba un cuadro multicolor digno de admirar.
Todos pusieron rumbo a La Concha. Objetivo: llegar, simplemente. Cada grupo lo hizo como pudo. ¿Que a alguno se le hundía la balsa? Pues a robar del grupo de al lado. «Esto es piratería, todo vale», afirmaba astutamente una cuadrilla de chicas antes de embarcarse. Después de un rato, los corsarios fueron llegando a la playa. Con sus balsas, con las de otros, o nadando. Cada uno a su ritmo. Las olas facilitaron la llegada de muchos. A otros, les hicieron volcar. Pero llegaron. Y a medida que cumplían su objetivo las caras de los corsarios fueron iluminandose. Todo un logro. La travesía se desarrolló bajo la mirada de los espectadores, a los que fue transmitida la sensación de fiesta total.
«Es la quinta vez que participo en el Abordaje, y cada año me gusta más el ambiente festivo que se crea -aseguraba un corsario ya en la playa- el próximo año vuelvo sin duda». La multitud se concentró en la Concha, para recibir a los jóvenes entre los aplausos, sonrisas, y cómo no, mucho entusiasmo. De este modo, San Sebastián fue ayer testigo del mayor Abordaje de los últimos años, cuya fama ya se está extendiendo más allá de Gipuzkoa. Vizcaínos, alaveses, catalanes, algún que otro extranjero; todos participaron en un acto que ha hecho realidad la reivindicación de la que surgió: «Fiestas por y para los ciudadanos».