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Teresa Ribera.

Ribera: «Los gobiernos deben ser más drásticos ante el cambio climático»

La experta asegura que el deshielo del Ártico afectaría a la salinidad del océano y provocaría el calentamiento de la superficie terrestre

JOSEBA ZUBIALDE

Jueves, 17 de marzo 2016, 07:06

Teresa Ribera es directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (Iddri) de París y experta en temas ambientales, y fue Secretaria de Estado de Cambio Climático en el Gobierno de Rodríguez Zapatero.

¿Cuál es el diagnóstico de la salud de nuestro planeta?

"Los límites planetarios", un trabajo que se realiza desde 2009 y que ha sido actualizado en 2015, pone de manifiesto hasta qué punto estamos llegando a la capacidad de carga máxima de determinadas variables críticas del planeta, y que pueden generar cambios hasta ahora desconocidos en la historia de la Tierra. Tenemos que pensar de qué modo podemos construir una prosperidad para hoy, con 7.000 millones de habitantes, y para 2050, cuando haya 9.000 millones, dentro de lo que dan de sí los recursos del planeta.

¿Cuáles son los desafíos medioambientales?

Hay cuatro absolutamente críticos. El primero es el sistema climático, una variable que determinará lo que viene después, y por lo tanto hemos de garantizar la seguridad climática. Otro es la disponibilidad de agua, clave para la prosperidad de cualquier comunidad pero también para ciertas actividades económicas. En tercer lugar estaría la calidad del suelo, que engloba la desertificación o la contaminación tras prácticas humanas que, combinado en parte con el agua, ponen en riesgo la seguridad alimentaria y los ecosistemas. La última, y crítica, es el océano.

¿Por qué?

Aunque es casi un desconocido, se trata de un elemento de estabilización del sistema climático importantísimo, un equilibrio que puede cambiar si nos lo seguimos tomando poco en serio. Además, es un elemento de provisión de riquezas naturales y de recursos muy variados.

No obstante, parece el gran vertedero de la sociedad moderna...

Son impactantes algunas imágenes con esas grandes islas de plástico o ver qué ocurre con esos vertidos invisibles pero que generan problemas a los seres vivos o que impiden la regeneración de los ecosistemas. El océano es sumamente generoso con nosotros y está en riesgo. Es un espacio que es necesario ordenar, como ordenamos el territorio.

¿A qué se refiere?

Debemos plantearnos la importancia de priorizar y asegurar la compatibilidad de su utilización. Hay actividades de explotación del fondo oceánico que se desarrollan con muy poco orden y que ponen en peligro la perdurabilidad de esa riqueza que tenemos. Este año se abre un proceso de negociación para que Naciones Unidas establezca un sistema de protección de la biodiversidad de alta mar más allá de las aguas jurisdiccionales. La sobreexplotación de recursos naturales y seres vivos de las últimas décadas forma parte de uno de los grandes desafíos que tenemos por delante y que, afortunadamente, ve despuntar una agenda de cooperación internacional global y regional en la que, aunque no hemos alcanzado lo óptimo, hay que avanzar con entusiasmo para que llegue a buen puerto.

¿Y el Ártico?

Todavía no hay un entendimiento profundo de lo que significa esta amenaza. El Ártico es un termómetro y una variable fundamental en el equilibrio de la temperatura y la salinidad el océano y, por tanto, en el clima. También es importante al ser un reflectante del calor que llega del sol por su superficie blanca, que evita un mayor calentamiento de la superficie terrestre. Asimismo es fundamental porque su superficie helada cubre una concentración de metano que con su deshielo saldría de forma masiva al exterior y aceleraría el proceso de aumento de concentración de gases de efecto invernadero. Es una variable crítica para la seguridad del sistema climático y, por tanto, para la seguridad del planeta y todos sus habitantes.

¿Qué hacer?

El Ártico es probablemente la variable independiente más importante para saber hasta qué punto estamos haciendo bien, regular o mal las cosas. Es el elemento transversal de más peso por esta variable estratégica y su seguimiento debería de ser un elemento permanente en la agenda del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas porque es absolutamente crítico.

¿Cree que la degradación que hemos provocado es reversible?

Hay especies que se han extinguido y eso no tiene solución. De todas formas, hay muchísimo recorrido para evitar males mayores y la naturaleza tiene una capacidad de regeneración extraordinariamente poderosa. En general nunca es tarde, pero sí hay que ser conscientes de que en función de cuál sea la intensidad y el tiempo, los resultados son unos u otros. Depende de dónde pongamos la frontera del riesgo asumible. Si retrasamos nuestra acción probablemente conviviremos con unos impactos mucho más traumáticos, complejos y difíciles de revertir.

¿Hay un límite?

La mayor parte de la comunidad científica subraya con especial preocupación que disponemos de cinco o diez años para poder poner en marcha una transformación de gran calado que nos daría un escenario de mayor facilidad para las etapas venideras y nos permitiría garantizar que el umbral de riesgos y de impactos con los que convivamos sean razonablemente gestionables.

¿Los gobiernos han tomado conciencia real de la situación?

Hay voluntad. Incluso en un momento de gran crisis económica o con la amenaza del terrorismo islámico hemos visto una apuesta importante por un cambio en el modelo de desarrollo que ha de tener lugar en las próximas décadas. Se han identificado los elementos más importantes pero ahora lo que falta es cómo traducimos esa clara señal política en términos operativos para ese despliegue de medidas necesarias. Esto es una carrera contra el tiempo y hay que ser mucho más drásticos. Está muy bien saber dónde se quiere ir pero no basta con eso. Hay que ser mucho más drástico en el proceso de toma de decisiones y aplicación. EE UU, China, Europa, Rusia e India constituyen una masa crítica suficiente como para estar bien coordinados y hacer el mismo tipo de apuestas políticas, económicas y tecnológicas. Con ellos serían posibles cambios mucho más significativos y rápidos en todos los frentes. Esa es la tarea de las próximas décadas.

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