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SAN SEBASTIÁN | TXOMIN-ENEA

Una vida en Kristobaldegi

El convento de 1860 cuenta hoy con un nuevo edificio donde habitan sus monjas. Las hermanas disfrutan de una nueva casa en compensación por los terrenos expropiados

IÑAKI MIGUEL CAMIO

Viernes, 21 de febrero 2014, 08:39

Sobre las faldas del Urumea, en pleno corazón de Txomin-Enea, y junto al recientemente cerrado Arteleku, se encuentra el conocido convento de Kristobaldegi. Fue construido en 1860 por la ilustre donostiarra Teresa Burgué y, con la colaboración de María Magdalena Minondo, dio refugio a jóvenes desamparadas allá por mediados del siglo XIX. Tras el fallecimiento de Burgué el edificio quedó en desuso, y fue sor María de los Dolores Quiroga y Patrocinio, también conocida como 'la monja de las llagas' quien adquirió el edificio para convertirlo en convento. Albergaría a las monjas de la orden de las franciscanas concepcionistas.

El convento tomó el nombre de Jesús y María, pero posteriormente adquirió la denominación del caserío que se situaba junto a él, Kristobaldegi. Con el beneplácito de la reina Isabel II, seis años después se inauguraba el convento, el cual también albergaba una escuela destinada a impartir enseñanza a las niñas de la zona. Más tarde también llegaron alumnos de Astigarraga o Hernani. Cien años después la escuela cerraría sus puertas, no obstante el convento aún alberga más de una docena de octogenarias monjas.

Como decía el escritor Félix Elejalde, «la piedra ennegrecida, revocada, de sus paredes le da un cierto aspecto serio». «A completar este aspecto contribuyen las tres hileras monótonas de ventanas: las de la primera planta están doblemente protegidas, por una celosía y unas barras, las de la segunda por barras y una celosía corta y las de la tercera por media celosía sin barras», añadía.

El convento de clausura también albergaba una casa para el sacerdote, una iglesia para los visitantes y grandes parajes con huertas, árboles e incluso un pequeño camposanto. Algunos edificios del convento serán derribados en breve para posibilitar el inicio de las trabajos de urbanización de la zona.

Aunque han llegado a ser treinta, un total de catorce monjas habitan el convento en la actualidad. Utilizan el nuevo edificio que se les ha construido en resarcimiento de los más de 8.000 m2 de parcela que les han sido expropiados. Su vida está dedicada a la contemplación y a la meditación. Como explica la actual abadesa, sor Ana, las concepcionistas franciscanas «nos identificamos vigorosamente con valores como la sencillez o la humildad».

La madre superiora lleva cuatro años en el cargo. «Estoy al servicio de las hermanas. Es importante saber comprender». Sor Ana -de nombre Dolores Andrinua, procedente de Mujika (Vizcaya)- es, a sus 74 años, la segunda monja más joven del convento. La de menor edad es sor Nieves, de 73. Sor Ana lleva cincuenta y un años en Kristobaldegi, «desde que tenía 23 años, cuando venía a visitar a mis dos hermanas, que ya eran monjas».

También la hermana de Pepita Etxarri, Josefa, era monja. Sor Pepita, anterior abadesa, de 86 años, vivía en el recientemente demolido caserío Antzieta, a escasos metros del convento. «Sentí la llamada con 32 años, y desde entonces mi vida cambió». Sor Alicia Lamikiz tiene 80 años y es nacida en Gernika. Proviene de una familia muy religiosa. «Mi prima Carmen que era monja me influenció y a los 18 años di el paso». Ejerció en Guinea Ecuatorial durante 24 años.

Durante décadas las monjas se han dedicado a infinidad de labores, sobre todo a la costura y el bordado. «También hemos trabajado en el campo, en nuestras huertas. Antiguamente teníamos gallinas». Lo dice sor Begoña Atutxa, que dejó Igorre (Vizcaya) a mediados de los años sesenta para meterse monja. Por Kristobaldegi han pasado sor Purificación, que era pianista, o sor Magdalena y sor Beatriz que tocaban muy bien el órgano. Además recuerdan a sor Gloria o sor Mª Ángeles Goikoetxea.

En un día normal comienzan a rezar salmos a las 6:30 de la mañana; misa, a las 8:15. A las 9 desayunan y después se dedican a las labores en el convento, para continuar a las 12:30 con la oración. Tras la comida, rezan y leen en común. A las 19:10, Rosario. A las 20.30 la cena.

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