Hablando discute la gente

El informal encuentro que el miércoles mantuvieron el acalde donostiarra y su predecesor se saldó con un clamoroso éxito. No sólo no se pusieron de acuerdo en nada, sino que incluso discreparon sobre en qué discrepaban y sobre cuáles eran los motivos de la reunión, así como el orden del día. Por desgracia, coincidían en que fue el anterior alcalde el que se ofreció y el actual el que ofreció. Uno dice que el otro sólo hablaba de la 'normalización' y, en este punto, cabe preguntarse si hay algo más normal que no estar de acuerdo en nada. El otro lamenta la amenaza de paralización que se cierne sobre la ciudad y lanza la palabra «ideología» como si fuera un escupitajo, lo cual no deja de resultar curioso en boca de un político. No hay palabra más desprestigiada: en la micropolítica municipal, porque debe primar eso tan evanescente que conocemos por el nombre de 'gestión'; en la macropolítica nacional, porque todos sabemos ya que hay que obedecer escrupulosamente lo que dictan los mercados. Por lo tanto, la ideología queda para la sección de bolsos y complementos.

En todo caso, la cita entre Izagirre y Elorza fue un primor de buen gusto: empezó con sonrisas y terminó con cruce de acusaciones. No es posible concebir mayor síntoma dentro de la normalidad democrática. Un desencuentro redondo y sin fisuras, cuya perfección estética no empañaron por fortuna con algún estúpido consenso de última hora sobre cualquier tema irrelevante. Nuestros representantes democráticos jamás habían encarnado con tanta fidelidad los anhelos de los originales: en este caso, tú y yo.