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El cineasta oñatiarra Aitor Arregi. LUIS MICHELENA

Aitor Arregi: «No me resigno a que el salón sea el mejor sitio para ver cine»

artes ·

La digitalización ha revolucionado la industria cinematográfica. El director Aitor Arregi aplaude sus efectos en el ámbito de la producción pero no tanto en el de la distribución.

Borja Olaizola

San Sebastián

Domingo, 29 de noviembre 2020, 07:25

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Aitor Arregi, que ha cosechado infinidad de premios con producciones de la factoría Moriarti como 'Handia' y que se encamina ahora hacia los Oscar con 'La trinchera infinita', defiende con vehemencia la revolución tecnológica que se ha producido en la industria cinematográfica como consecuencia de la digitalización. Pero se muestra mucho más cauto a la hora de valorar la incidencia que el fenómeno ha tenido en el campo de la distribución. «Aunque es verdad que gracias a las plataformas digitales hay trabajo en el sector y que ahora se están viendo más películas que nunca, la experiencia de contemplar cine en una sala oscura te deja un poso que nunca te lo va a proporcionar la televisión», sostiene.

Cuando Arregi (Oñati, 1977) se introdujo en el cine, la digitalización empezaba a consolidarse en el sector. «Aunque yo no llegué a participar como director, el primer largometraje que hicimos en Moriarti, 'Larogei egunean', se rodó con 35 milímetros. Fue el canto de cisne del celuloide porque desde entonces ha habido un desarrollo tecnológico vertiginoso». El cineasta es un firme defensor de esa progresión no solo por la comodidad que comporta a la hora de trabajar, sino sobre todo porque redunda en una mejora sustancial de los resultados. «Las ventajas son incuestionables, puedes tener a una persona editando un escena en una punta de Francia y recibir su trabajo por la tarde para darle el visto bueno o decirle que quieres otra cosa en una conversación por la noche».

«Lo que 'Handia' nos enseñó es que lo ideal en los rodajes es combinar lo analógico con lo digital»

Arregi recuerda que cuando empezaron a trabajar en 'La trinchera infinita' su compañero Jon Garaño se trasladó seis meses a Estados Unidos. «Jon estaba allí, pero al mismo tiempo permanecía muy conectado con el proceso de preproducción porque la tecnología te permite enviar imágenes, bocetos o pruebas para ir perfilando el trabajo, algo que hasta no hace mucho era impensable». También tiene sus ventajas, añade, el abaratamiento de costes que representa prescindir de la película cinematográfica. «Desaparece la preocupación de que alargar el rodaje tenga una repercusión directa en el presupuesto al menos en lo que a gastos de material cinematográfico y laboratorio se refiere», apunta.

Ropa desgarrada y sangre

El rodaje de 'Handia' puso en contacto directo a Arregi con la tecnología más puntera en el campo de los efectos especiales digitales. «Es una herramienta fantástica siempre que sepas aprovecharla y no te abandones por completo a ella como pasa en algunas producciones de gran presupuesto que llegan a resultar poco creíbles», advierte. «Lo que 'Handia' nos enseñó es que lo ideal es combinar lo mejor de los dos mundos, el analógico y el digital. Es decir, que a la hora de rodar la escena te acerques lo máximo posible al resultado final. Si el personaje tiene que parecer un gigante haces todo lo posible para que en el rodaje lo parezca recurriendo a una lente determinada, un ángulo de cámara que te dé ese efecto o un decorado adaptado. ¿Que no llegas? Pues entonces los de efectos especiales intervienen para mejorar el resultado».

Arregi recurre a otro ejemplo para ilustrar el proceso. «Imaginemos un disparo. Si queremos que el resultado en la pantalla sea bueno hay que combinar los dos mundos: por un lado lo analógico con la filmación del impacto real, el de la explosión del petardo en el cuerpo para que se vea el desgarro de la ropa y las partículas de tela desperdigándose. Luego llega la hora de los efectos especiales con la incorporación de la sangre, que es la que termina de darle la sensación de verosimilitud».

La apuesta sin fisuras de Arregi por la tecnología en el proceso de producción se vuelve algo más tibia en el ámbito de la distribución. «Tengo sensaciones encontradas. Admito por un lado que las plataformas digitales han propiciado una revolución en lo que se refiere a la difusión de las películas, sobre todo durante el confinamiento, y que gracias a ese impulso hay trabajo en el sector. Pero por el otro, no me resigno a que el salón de casa se convierta en el mejor sitio para ver cine. Sigo pensando que la experiencia de sumergirte en una sala oscura para abandonarte a lo que te transmiten las imágenes y los sonidos que salen de una pantalla grande no es equiparable a la de la televisión por muy bueno que sea el equipo digital. Es un ritual que debería sobrevivir: las películas que veo en un cine, sean buenas o malas, siempre me dejan más poso que las que veo en la tele»..

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