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Lunes, 26 de mayo 2025, 10:23
La sostenibilidad social es uno de los ejes principales de la estrategia de cualquier empresa moderna. Es una fórmula de sostenibilidad que, como las otras, va más allá del cumplimiento de normativas, y tiene también un fuerte componente ético. Y hoy, además, también es un punto a favor de las empresas que la ponen en práctica por encima de las obligaciones que marcan los diferentes convenios: hoy en día, la sostenibilidad social abre muchas puertas, otorga una mayor competitividad, es una ventaja a la hora de atraer talento y también cuando buscamos obtener inversiones o conseguir clientes. Y, por supuesto, es la mejor arma para que los trabajadores de cualquier empresa estén contentos y orgullosos por pertenecer a la misma. La sostenibilidad social, además, llega más allá de los muros de la organización, supera los límites de la misma para generar un impacto positivo en el entorno, en la sociedad, en la comunidad.
Pero, ¿qué es y en qué se traduce la sostenibilidad social en la empresa? Podríamos decir que se trata del compromiso de una empresa con el bienestar de las personas y comunidades con las que se relaciona; es decir, con sus empleados en primer lugar, pero también con proveedores, clientes y sociedad en general.
Este compromiso se puede reflejar de muy diferentes maneras y la primera es, claro está, en las condiciones laborales, que deben ser justas. Esto implica unos salarios dignos, una seguridad laboral, un respeto con una jornada laboral que a su vez se comprometa a mantener un equilibrio correcto entre vida y trabajo, la igualdad de oportunidades y un compromiso con la diversidad y la inclusión. En este mismo punto, hay que señalar que las empresas socialmente sostenibles contratan y promueven la contratación de personas de diferentes géneros, culturas, edades o capacidades, ya que consideran que la diversidad y la inclusión deben estar en el ADN de cualquier organización socialmente avanzada. Muy ligado con este punto, también existe un fuerte compromiso con la creación de entornos libres de discriminación.
La sostenibilidad social en la empresa tiene también otras señas de identidad. Las organizaciones, por ejemplo, apuestan por la educación continua, con programas de formación en los que desarrollar el talento y con los que se da la oportunidad a las personas trabajadoras de poder crecer en el ámbito profesional.
En lo que al gobierno de la empresa se refiere, este debe ser transparente, con una toma de decisiones participativa y ética y una comunicación honesta hacia el resto de la comunidad de la empresa. Además, esta responsabilidad social va más allá de la propia organización y llega, por un lado, a un entorno con el que suele existir un compromiso de inversión y de apoyo a los proyectos sociales, educativos o relacionados con la salud. Por otro lado, esa responsabilidad social alcanza también a esas otras entidades y empresas con las que nos relacionamos, buscando la seguridad de que existe una cadena de suministro responsable, exigiendo estándares sociales también a nuestros proveedores y asegurándonos, obviamente, de que en estas otras empresas no existe la explotación laboral ni el trabajo infantil.
Esta convicción por la conveniencia de desarrollar un plan de sostenibilidad social en la empresa tiene como objetivo final contribuir activamente a una comunidad, una sociedad y un mundo más justos, pero también conlleva una serie de beneficios, no siempre económicos, para la empresa que la pone en práctica. Así, los niveles de reputación siempre serán mejores, lo que generará confianza en nuestros clientes a la vez que supone un mayor grado de satisfacción para las personas trabajadoras de nuestra empresa, lo que suele traducirse en un mayor compromiso con la organización y una mayor estabilidad para esta. Además, los riesgos legales y sociales se reducen a la vez que estamos creando un valor humano y social en el corto, medio y largo plazo, colaborando en la creación de comunidades más justas, solidarias y resilientes, con una mayor calidad de vida y una infinita sensibilidad hacia valores como la igualdad, la inclusión social, la cultura local o la seguridad.
Por último, hay inversores que se fijan de manera escrupulosa en los planes sociales de una empresa antes de invertir en ella, por lo que nos permitirá acercarnos también a un amplio abanico de posibles clientes que, más allá del resultado fi nal, el cuánto, se preocupan también por el cómo.
La sostenibilidad social ha sido la vertiente sobre la que más tarde se tomó conciencia aunque, evidentemente, desde hace siglos los trabajadores han luchado por unas mejores condiciones. En cualquier caso, la conciencia por la sostenibilidad social en la empresa, una responsabilidad que implica a la propia dirección de la organización, ha ganado fuerza en las últimas décadas y, como en otros casos, ha sido acelerada por una sociedad que ha puesto en el foco ciertas prácticas laborales injustas que eran imposibles de permitir y mantener. Fue a comienzos de este siglo, por ejemplo, cuando conceptos como equidad, diversidad o salud laboral ganaron protagonismo, mientras que la publicación de los Objetivos de Desarrollo Social en 2015 por parte de la Organización de las Naciones Unidas dio un lugar preferencial a la dimensión social de la sostenibilidad. Con este gesto, las empresas ya no podían ignorar su impacto social y su responsabilidad en un mundo mejor para todos.
No obstante, se puede decir que este modelo de empresa socialmente sostenible y comprometida con su comunidad trabajadora y su entorno tiene también muchos paralelismos con ese movimiento cooperativista que lleva ya un siglo instaurado en Gipuzkoa. Si el territorio y sus empresas ocupan una posición privilegiada en el ámbito de la sostenibilidad social es, entre otros motivos, por la concienciación que existe con la dimensión social de la actividad empresarial, un germen nacido con las cooperativas varias décadas atrás.
Así, el cooperativismo y la sostenibilidad social en la empresa coinciden en muchos puntos, como el hecho de poner a la persona en el centro de la organización, buscando su bienestar y desplazando al capital del eje de las decisiones; una participación democrática, elevada a la máxima potencia de 'una persona, un voto' en el modelo cooperativista, pero que tiene su fuerza en las empresas socialmente sostenibles; un compromiso con el entorno, la igualdad, la cultura y diferentes causas sociales; y una mentalidad en la que el largo plazo, la sostenibilidad, la cohesión social y la resiliencia ganan la batalla al cortoplacismo.
Es importante resaltar que este último punto, el de la prevalencia del largo plazo frente al resultado inmediato, es una constante en todas las vertientes de la sostenibilidad empresarial y, por ello, debemos afrontar las diferentes medidas que esta supone desde el convencimiento de que la apuesta por la sostenibilidad en el mundo de la empresa siempre da resultados: algunos serán tangibles y otros no lo serán, pero nuestro entorno y las personas que lo componen, siempre lo agradecerán.
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