
Quién nos lo iba a decir aquella Nochevieja
2020 | El año del Covid ·
Han sido meses que nunca hubiéramos podido imaginar, pero ya se ve luz al final del camino. Habrá que brindar por 2021. Por nosotros, que seguimos en pieSecciones
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2020 | El año del Covid ·
Han sido meses que nunca hubiéramos podido imaginar, pero ya se ve luz al final del camino. Habrá que brindar por 2021. Por nosotros, que seguimos en pieHace doce meses andábamos brindando para saludar a un nuevo año que se las prometía muy felices con sus números redondos. Porque era un buen ... número el 2020, de esos que se recuerdan con facilidad y hasta caen graciosos por lo bien que suenan. Algo se oía que pasaba en China, pero nada grave; alguna gripe un poco extraña que tenía intrigados a los médicos. Demasiado lejos en todo caso, nada preocupante.
Quién nos iba a decir entonces, cuando lavábamos las uvas para no tragar gérmenes, que un año después nuestra vida iba a haber cambiado tanto. Ya no somos los mismos, somos otros los que despedimos este 2020. Todo a nuestro alrededor es distinto, es como si hubiéramos salido de un mundo para entrar en otro, como si hubiéramos viajado sin darnos cuenta a un planeta diferente.
En estos meses hemos visto lo que nunca habríamos podido imaginar ver. Muchos hemos vivido semanas enteras encerrados en nuestras casas, con el único consuelo de una salida al supermercado o al balcón para aplaudir todos los días a la misma hora, las ocho de la tarde. Hemos visto pasar la primavera tras los cristales de nuestras ventanas, hemos asistido perplejos a la conquista de las ciudades por parte de los pájaros, hemos contado día tras día a los muertos, algunos demasiado cerca de nosotros, como si fuera un parte de guerra, como una sombra cada vez más próxima. Hemos vivido varias existencias en una: el confinamiento, la desescalada, un verano en el pueblo sin fiestas, un toque de queda, dos oleadas y la amenaza de una tercera. Hemos visto en el desconcierto de los gobernantes nuestras propias incertidumbres, ellos han sido el espejo en el que se reflejaban todos nuestros temores.
Ha sido el año de los sanitarios, que se han jugado la vida por los demás, de las dependientas de supermercados, de los maestros, de los chóferes de autobuses, de los policías, de todos los que llegaban del trabajo a casa sin saber si ese día se habrían contagiado. Ha sido también el año del miedo en los mayores encerrados en residencias, de los niños confinados, de los ertes, de las mascarillas, del fin de los besos y los abrazos, el año de los cines vacíos y las calles sin bares, de los camareros llorando por su vida al borde del abismo.
Y, sin embargo, aquí seguimos. Esa es la buena noticia. Miles de nosotros no han podido llegar hasta este otro mes de diciembre en el que parece que algo comienza a arreglarse, pero los que estamos continuamos en pie y no queda otra que avanzar. El miedo aún está llamando a nuestras puertas y el horizonte no está despejado de amenazas, pero algo se vislumbra al fondo, es un destello que se llama vacuna. Por primera vez en meses la esperanza parece abrirse paso y podemos soñar con el fin de la pesadilla. Quizá esta noche podamos brindar por ello, por que vuelvan los tiempos normales, los días en los que podamos abrazarnos sin miedo, la vida sin estruendos. Por nosotros, que tanto hemos cambiado.
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