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DAVID S. OLABARRI
Martes, 2 de agosto 2022
Elisabeth y Raluca salieron el viernes de fiesta por Bilbao con otras cuatro amigas. Fueron a la discoteca Back Stage. Sobre las cuatro de la madrugada, Elisabeth sintió un pinchazo en el brazo derecho. Se lo contó a sus amigas y salieron a la puerta a buscar al encargado de seguridad. En cuestión de minutos empezó a sentir entumecida la extremidad. Y, poco después, Raluca empezó a notar que también le dolía el brazo izquierdo. No había sentido ningún pinchazo. Pero tenía claro que lo que estaba sintiendo no era normal. Pidieron ayuda a una patrulla de la Ertzaintza, que las condujo al hospital de Basurto. «Estábamos aterradas», explican en una conversación con este medio.
Elisabeth tiene 21 años, estudia un máster de diseño gráfico y es de Bilbao. Raluca tiene 24, vive en Barakaldo y ahora mismo está sin trabajo. Sus casos son dos de la oleada de denuncias por pinchazos -sobre todo contra mujeres- que se está registrando en Euskadi y en el conjunto de España en las últimas semanas. La alarma social se ha disparado. Y la preocupación también ha llegado a las instituciones. De hecho, el Gobierno vasco, aunque insiste en reclamar «prudencia», ha incluido en su guía para prevenir la violencia machista en las fiestas veraniegas esta nueva amenaza contra las mujeres. «No es una gracia ni una broma», aseguró ayer la consejera Beatriz Artolazabal. También la Generalitat catalana ha mostrado su preocupación por este tipo de ataques y anunció ayer que no descarta que para poder acceder a las discotecas y otros recintos festivos se tenga que cachear a los hombres para ver si llevan jeringuillas.
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Lo cierto es que esta ola de pinchazos -que ya se había registrado antes en Francia y en otros países de Europa- tiene desconcertados a los investigadores por varias razones. La Ertzaintza tiene abiertos al menos 12 atestados en las últimas dos semanas. Pero lo cierto es que en ninguno de ellos las exploraciones médicas han llegado a detectar rastro alguno de sustancias tóxicas. Además, las agresiones hasta ahora tampoco han ido más allá del mero pinchazo y se desconoce qué persiguen los agresores. Es decir, no han sido casos de sumisión química que han derivado en una agresión sexual o en un robo. La Policía vasca no descarta «ninguna hipótesis o línea de investigación», según aseguró ayer el jefe de la Ertzaintza, Josu Bujanda.
Elisabeth y Raluca estaban acompañadas cuando sufrieron la agresión. Los pinchazos -relatan- se produjeron poco antes de que observasen a unas chicas mirando el fondo de una de las copas de las que estaban bebiendo. Temían que les hubieran echado algo. En pocos minutos Elisabeth empezó a sentir ya el brazo entumecido. Raluca le preguntó a su amiga tres veces si estaba segura de que le habían pinchado, pero pronto empezó a notar que algo tampoco iba bien en su brazo izquierdo. «Estaba en shock por lo que le había pasado a mi amiga y al principio no le di mucha importancia, pero luego se me empezó a dormir la extremidad», explica.
El guarda de seguridad les dijo que debían acudir lo antes posible a la Policía. En el exterior del local había una patrulla. Le contaron lo ocurrido. Elisabeth ya no sentía el brazo. El agente les preguntó si habían tomado algo. Raluca había bebido una copa al principio de la noche. Pero su amiga nada porque está en tratamiento médico por anemia, como confirmó el análisis médico posterior aportado a este periódico junto a la denuncia.
Llamaron a la madre de una de ellas y la Ertzaintza las llevó hasta el hospital. Allí Elisabeth empezó a sentirse «muy cansada, como si me pesará el cuerpo». También le dolía mucho la cabeza. No llegó a perder el conocimiento, pero estaba completamente desorientada. «En ese estado podrían haber hecho conmigo lo que quisieran», dice.
Su amiga también estaba cada vez peor. No sentía gran parte del lado izquierdo, pero no llegó a tener esa sensación de desorientación. Estuvieron 9 horas en urgencias. Les hicieron pruebas de sangre, de orina y un electrocardiograma. Los análisis no encontraron nada. La «impresión diagnóstica» del informe médico es una «sospecha de intoxicación sin confirmación bioquímica». Las chicas se sienten afortunadas porque «actuaron rápidamente» y estaban «sobrias». Pero admiten que se les han quitado las ganas de salir «por una buena temporada».
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