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Las residencias llegan al día 'D' de las primeras vacunas contra el coronavirus entre la esperanza y el cansancio acumulado de nueve meses interminables, ... en los que la pandemia ha dejado un daño físico y emocional difícil de curar, tanto en los mayores y sus familias, como en las trabajadoras y los centros. En Gipuzkoa, el balance obligatoriamente se cifra en datos. Hasta hoy, 1.328 mayores ingresados en los centros se han contagiado, de los cuales 291 han fallecido desde la primera ola, dos de ellos en las últimas horas. Hay también un daño invisible, el lastre acumulado por el agotamiento de un trabajo en máxima tensión, la responsabilidad de cuidar a las personas más vulnerables en caso de contagio, el miedo a meter el virus dentro de los centros, las imágenes imborrables del primer impacto de la pandemia... Responsables de residencias, los mayores y sus familias esperan encontrar en la vacuna un bálsamo para esas cicatrices que tardarán en cerrarse.
«El caldo de cultivo ideal». La sacudida inicial del coronavirus encontró en las residencias de mayores «el caldo de cultivo ideal» para propagarse, un diagnóstico que pronunció la entonces consejera de Salud, Nekane Murga, y que resultó evidente por la suma de diferentes factores, como la edad de los mayores ingresados, el elevado número de usuarios dentro de un mismo centro, la rotación del personal, la ubicación del centro en una zona geográfica de elevados contagios, la falta de un protocolo sociosanitario en centros que requirieron una asistencia casi hospitalaria, el contacto físico necesario para las tareas de cuidado y la ausencia inicial de material de protección, entre otros, junto con un desconocimiento general acerca del virus.
Un impacto desigual. Con ese cóctel, la pandemia provocó una enorme sacudida en las residencias, aunque con un impacto desigual en el sector según los países, las comunidades autónomas e incluso los territorios de una misma región. Un reciente estudio realizado por el Centro de Documentación y Estudios SIIS para la Fundación Aubixa, concluye que en España «los fallecimientos relacionados con el Covid de personas mayores en centros residenciales se han concentrado fundamentalmente en cuatro comunidades autónomas: la Comunidad de Madrid, las dos castillas y Cataluña reúnen prácticamente las tres cuartas partes de los fallecimientos producidos en residencias a nivel del Estado». En Euskadi, la mortalidad acumulada hasta noviembre se situaría en 3,9 fallecimientos por 100 plazas residenciales disponibles, por debajo de la media del Estado, según cifra el citado informe.
El cierre a las visitas. El coronavirus entró «como un tsunami» en las residencias. En la primera ola, 16 centros de Gipuzkoa sufrieron contagios. En la segunda, superan la veintena, aunque la tasa de letalidad se ha reducido a la mitad (del 30% al 15%). La situación de emergencia requirió de medidas drásticas. La Diputación de Gipuzkoa, en quien recae la competencia de los servicios sociales para personas dependientes, trató de blindar los centros a contrarreloj y adoptó una medida extraordinaria, que luego otras comunidades importaron: crear un centro Covid para los mayores contagiados en residencias que requirieron una atención más especializada, lo que contribuyó a no congestionar más de lo que ya estaban las plazas en hospitales. A principios de marzo, con los primeros contagios por coronavirus en Euskadi, aunque todavía fuera de los geriátricos, se restringieron las visitas y el día 13, la víspera de decretarse el estado de alarma, se decidió cerrar al exterior los centros. Hasta principios de junio, casi tres meses después, no se recuperarían los encuentros -primero fueron solo visuales-, que han permanecido desde entonces bajo estrictas medidas de seguridad. El debate de cómo lograr un equilibrio entre la seguridad física de los mayores y sus derechos sigue estando sobre la mesa.
Batalla judicial. Los primeros contagios en residencias en Gipuzkoa se confirmaron el 19 de marzo. El primer fallecido abrió esa trágica lista una semana después, el día 26. Los trabajadores también fueron contagiándose, lo que además de facilitar la entrada del virus a las residencias dificultó la gestión del personal. Entretanto, la falta de material de protección en los centros, en mitad de una pelea global por hacerse con mascarillas y trajes EPI, terminó siendo objeto de demanda judicial por parte del sindicato ELA, que llevó a los tribunales la gestión realizada en los centros más castigados: Yurreamendi en Tolosa, San José de Ordizia, Iturbide de Arrasate, Berra en Donostia y Argixao en Zumarraga. En todos ellos los tribunales desestimaron la demanda sindical al reconocer que la escasez de material fue un problema real, pero ante el cual las empresas -en este caso el organismo foral Kabia y las empresas subcontratadas- actuaron de modo «diligente», haciendo «una adecuada gestión de los medios disponibles y existentes» en ese momento.
Contagios: 563/765. Entre la primera y la segunda ola, 1.328 mayores de residencias de Gipuzkoa se han contagiado de Covid-19.
Muertes 168/123. El número de fallecidos con coronavirus hasta la fecha en las residencias del territorio asciende a 291.
Índice de letalidad 30%/15%. En la primera ola, la tasa de letalidad fue del 30%; en la segunda, ha habido más contagios, pero menos muertes en proporción.
Oxígeno con la desescalada. Los duros meses de marzo y abril dejaron una herida que todavía supura. En mayo, cuando empezó a abrirse el confinamiento general a una desescalada gradual, las residencias continuaron cerradas. En Gipuzkoa, la reapertura se acordó para el 8 de junio, cuando se recuperaron las visitas de familias, limitadas a una persona por residencia y sin contacto físico. El 3 de julio, el último anciano contagiado da negativo. La primera ola del coronavirus termina en las residencias, que no cierran el capítulo conscientes de la amenaza de rebrotes.
Pruebas masivas. Antes de que se hablara oficialmente de segunda ola, la Diputación de Gipuzkoa adoptó la estrategia de realizar pruebas masivas entre el personal y los usuarios de las residencias de mayores, con un sistema propio para hacer PCR, acordado con Salud y en el que también participa DYA Gipuzkoa. Desde julio se han realizado ya 71.562 test diagnósticos en los centros de Gipuzkoa, lo que ha permitido ampliar el radar diagnóstico y 'cazar' los casos asintomáticos para poder cortar la transmisión del virus dentro de la residencia.
La segunda ola que continúa. No duró demasiado la tregua. El 11 de agosto se registró un caso de Covid en los centros, en un contexto de rebrotes en Gipuzkoa, una segunda ola larga que todavía hoy sigue sin darse por terminada. En estos últimos meses, 765 mayores se han contagiado y 123 han fallecido.
La necesidad de un modelo diferente. Con la pandemia todavía presente, una de las conclusiones con mayor nivel de consenso es que el modelo de residencias y de cuidado a los mayores tiene que cambiar. Gipuzkoa había abierto ese melón antes de la pandemia pero el coronavirus ha obligado a acelerar esos cambios, ante los problemas que la pandemia ha hecho emerger.
El objetivo es avanzar hacia centros con unidades de atención más pequeñas, con menor rotación de personal, con un plan de cuidados 'a la carta' y no homogéneo para personas con diferentes perfiles de dependencia. Igual que no hay dos usuarios iguales, tampoco debe ser igual la atención. El informe externo encargado por la Diputación reflejó la necesidad de reforzar el personal y aumentar las visitas, dos medidas adoptadas ya y que deben abrir el camino hacia una reforma en profundidad con mayor peso también de las ayudas al cuidado en los domicilio.
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