«Estamos cansadas y quemadas»
La jornada de huelga en Atención Primaria tuvo un seguimiento del 70% según los sindicatos, una cifra que Osakidetza rebajó hasta el 29,6% en el conjunto de Euskadi
La primera jornada de huelga en la Atención Primaria dejó este viernes en Gipuzkoa escenas de ambulatorios semi vacíos y pacientes postrados en el mostrador ... de entrada ante la falta de facultativos a pesar de los servicios mínimos en funcionamiento. El apoyo al cese de la actividad, sin embargo, no fue el mismo en todos los centros de salud del territorio. En algunos el trabajo se pudo llevar a cabo como un día normal mientras que en otros, como fue el caso de los ambulatorios de Zarautz u Oiartzun, ni siquiera llegaron a abrir las puertas ante la falta de sanitarios que acudieron a sus puestos de trabajo, según informó el sindicato de enfermería Satse.
Los principales sindicatos, Satse, ELA, LAB, CCOO y UGT, cifraron el seguimiento de la huelga en un 70%, tildando de «masivo» y «el mayor de la última década» el cese de la actividad en la red de Atención Primaria de Osakidetza llevada a cabo este viernes. El departamento de Salud, sin embargo, rebajó ese paro a lo largo del día al 29,6% en el conjunto de Euskadi y el 27,11% en el caso de Gipuzkoa. Así las cosas, la principal movilización en el territorio se concentró a las puertas del ambulatorio de Gros, en Donostia, donde medio centenar de profesionales sanitarios de diversos ámbitos y sindicalistas se plantaron para reclamar al Gobierno Vasco, entre otras cosas, «unas condiciones laborales dignas» durante una primera jornada de huelga que tendrá su extensión con las manifestaciones convocadas para este sábado por la mañana en las tres capitales vascas -en San Sebastián partirá desde el Boulevard a las 12.00 horas- y el lunes en toda la red del Servicio Vasco de Salud.
«La situación viene de lejos, lo que pasa es que ahora tiene un poco más de visibilidad, pero llevamos así muchos años», sostenía Aitziber Insausti, médico del ambulatorio de Gros, en Donostia, cerciorando que la población comienza a ver «que no tiene accesibilidad, que no estamos dando equidad y universalidad» en la Atención Primaria. Por ello, decidió concentrarse a las puertas de su lugar de trabajo y pedir «una reorganización de los recursos» para «poder ofrecer una atención adecuada a la población y que se les pueda atender con el tiempo necesario». En definitiva, «que podamos atender a los pacientes como personas y no como números».
Asimismo, Insausti admitía que «los profesionales estamos cansados» y que «nos sentimos mal por no poder dar una trato en condiciones a los pacientes» por «no poder hacer bien nuestro trabajo». Sospecha, además, que «hay algo que está empujando a que se privatice la sanidad. Me gustaría que fueran honestos y dijeran 'no damos con lo público, por eso tenemos que privatizar'» y «eso es lo que nos da pena», lamentaba.
El sentimiento era generalizado entre quienes habían secundado la movilización y no solo se circunscribía a los profesionales sanitarios de la Atención Primaria, también a los trabajadores administrativos de los centros de salud.
Es el caso de Nerea Zabala, en el ambulatorio de Gros de Donostia, que admitía sentirse «quemada» porque «no sabes cómo sacar adelante el trabajo», situación que a veces le provoca quedarse «bloqueada». Explicaba, mientras sostenía con las manos un pequeño cartel en el que se podía leer 'Osakidetza ¿por qué nos abandonas?', que los pacientes llegan al mostrador del centro de salud para pedir una cita y «no les podemos dar nada. No sabemos dónde meter las citas porque ya están llenas». Se trata casi de un trabajo circense. «Con las agendas saturadas que tenemos, estamos todo el día haciendo malabares», lamentaba, lo que provoca «forzar todo» y que «te echen la bronca por forzarlos, los pacientes, las enfermeras, los médicos...».
«Precariedad palpable»
Por otra parte, esta trabajadora criticó la gestión que hacen las administraciones de las plantillas en los ambulatorios. «Si tú tienes una plantilla estable bien, pero a los dos meses te andan cambiando, con lo que tienes que volver a formarte. Y la que se queda sola, a formar a las nuevas. Así no se puede», censuró.
Por su parte, Yolanda Arufe, auxiliar de enfermería del Hospital Donostia y miembro del sindicato ELA, reivindicaba junto a sus compañeros «que las plantillas no sean refuerzos, porque cuando están hablando de refuerzos, lo que no se está contando es que esos refuerzos los están utilizando para cubrir bajas y demás ausencias». Considera que en Osakidetza «hay una precariedad lamentable» y «evidente», que hace que «todo deje de funcionar como debiera». Por ello solicita «tener la plantilla estructurada y bien contratada» porque «todos nos merecemos una sanidad de calidad». Además, censuró que las administraciones «no han tenido previsto el relevo generacional y ahora lo estamos padeciendo», un hecho que se ha traducido en que hayan «cerrado centros de salud para cubrir esas ausencias».
En palabras de Arufe, esta situación, «que se remonta desde 2019», hace que los profesionales sanitarios tengan que trabajar «unas 10 horas diarias», porque «cuando un compañero está de baja y no se cubre» el cupo de pacientes «pasa de un total de 1.500 a 3.000», exponía dejando claro que «a día de hoy, el 58% de plantilla es eventual y la media de edad es muy alta».
Juancar Plazaola, delegado sindical de LAB, aseguraba, por último, que esta «precariedad» en la Atención Primaria de Osakidetza «es consecuencia del modelo de gestión que ha aplicado el PNV, un modelo neoliberal que se está cargando la puerta de entrada a la sanidad pública», lo cual conlleva «que tanto los trabajadores de los ambulatorios como la sociedad en general estén recibiendo un trato muy escaso», ante la atenta mirada del departamento de Salud del Gobierno Vasco que, a su entender, «no tiene intención por arreglar la situación».
Esa «limitación» de medios hace que cada facultativo tenga que «atender a más pacientes de los que le corresponde» porque «no se sustituyen las bajas por enfermedad, ni las libranzas y se pasan las agendas de unos a otros», lo que produce «estrés y una carga de trabajo casi inasumible» para unos sanitarios que «están al límite, tanto física como mentalmente». En resumen, «una deficiencia en la calidad de la atención al paciente».
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