«Si salgo un día sé que al siguiente no voy a poder con mi alma»
El TSJPV ha reconocido a la errenteriarra un recargo de prestaciones del 30% por la falta de medidas de seguridad en la residencia Sagrado Corazón en la que trabajaba en 2020
La errenteriarra Begoña Etxeberria es una de las centenares de trabajadoras de residencia que en la segunda ola de la pandemia se contagió de Covid. ... Era noviembre de 2020. «Lo típico, di positivo, empecé a encontrarme mal pero vi que con el paso de los días no mejoraba», rememora casi cinco años después. Es el tiempo que lleva sin trabajar. Tiene Covid persistente o 'long Covid', como prefiere referirse a esta enfermedad que provoca más de doscientos síntomas entre los afectados. El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) acaba de reconocer a la guipuzcoana un recargo de prestaciones del 30% por la falta de medidas de seguridad en la residencia Sagrado Corazón en la que trabajaba en 2020, en una sentencia «pionera», aseguran desde Bidelagun Fundazioa, que ha llevado la defensa jurídica del caso junto al sindicato ELA.
Etxeberria se contagió trabajando y el virus derivó en una neumonía bilateral por la que tuvo que ser ingresada en la planta Covid del Hospital Donostia, aunque no necesitó oxigenoterapia. «Desde entonces tengo taquicardias al mínimo esfuerzo. Mínimo esfuerzo es pasar la mopa, por ejemplo, y me tengo que tumbar. Para ducharme me he tenido que comprar una silla porque me entran unas taquicardias brutales», explica. La lista de secuelas, o «síntomas», es extensa. «Me ha quedado un síndrome ortoestático, una neuropatía periférica...», enumera la errenteriarra, que se siente «afortunada» por ser una de las pocas guipuzcoanas que ha conseguido que el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) le reconociese una incapacidad permanente total por esta enfermedad. Fue en 2022.
«Yo he tenido la suerte que en los resultados que me han hecho ha salido que hay cosas mal, pero conozco mucha gente a la que no le han reconocido esa incapacidad. Porque, por ejemplo, cómo mides el dolor, o el cansancio. Son cosas que no se pueden medir tan fácil», se cuestiona. «El cansancio es algo que tenemos prácticamente el 100% de las personas con Covid persistente. Y es un cansancio brutal, bestial, no es estar cansado. Y hay gente que está perdiendo sus trabajos porque algunas incapacidades se están dando, pero tampoco es muy común», reconoce.
Su vida ahora discurre dependiendo del día. «Cuando hace malo porque hace malo y cuando hace bueno porque hace bueno», explica con una media sonrisa. «Desde que me contagié, para nada he podido hacer una vida normal, ni mucho menos. No tiene nada que ver. Hay días que no salgo de casa, porque sé que si salgo un día al siguiente no voy a poder con mi alma. Aunque intento salir a pasear en la medida que puedo. También me han recomendado hacer yoga, aunque sin grandes esfuerzos. E intento hacer siempre que puedo», relata Etxeberria, quien asegura que «no guardo ningún tipo de rencor» a la residencia Sagrado Corazón por «la falta de medidas de seguridad», tal y como recoge la sentencia, que ha fallado a su favor.
«Estuvimos sin limpieza muchos días. Decían que, por no meter a otra persona en esa planta que se pudiera contagiar, que limpiáramos nosotros, y nos negamos desde el primer día porque estábamos siete horas y media con un EPI atendiendo a pacientes que se nos morían», rememora.
Desde diciembre de 2023 la errenteriarra está en una unidad de Covid persistente del Hospital Germans Trias, en Can Ruti (Barcelona). «Allí me lleva un internista, ahora a través de llamadas telefónicas, que en contacto con mi neurólogo de aquí del hospital me pone la medicación pertinente», explica Etxeberria, una de las más de 200 integrantes de la asociación Long Covid Euskal Kolektiboa.
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