Gipuzkoa se ha abrasado a mediados de esta semana con temperaturas que han superado los 40 grados, en una tendencia que se ha acrecentado en los últimos años. Julio Díaz Jiménez (Madrid, 62 años), investigador titular en el Instituto de Salud Carlos III y doctor ... en Física, que ha dedicado buena parte de su trayectoria científica a investigar la relación entre temperatura y mortalidad, advierte de que «no nos queda otra que adaptarnos» a los efectos del cambio climático y avanza que «Gipuzkoa será una de las provincias que va a tener un mayor incremento de las olas de calor». En una conferencia reciente en el Palacio Miramar, en el marco de los Cursos de Verano de la UPV, ha disertado sobre las consecuencias del cambio climático y la adaptación de personas e infraestructuras a esta realidad.
– ¿Cómo va a afectar el cambio climático al día a día de las personas?
– Tenemos que hablar en presente. Ya está afectando. Hace poco murió una persona de 45 años por un golpe de calor, fíjate si le ha afectado... Por eso cuando se produce un episodio de calor extremo se emiten recomendaciones sanitarias como que hay que mantenerse bien hidratados, no salir en las horas centrales del día... El cambio climático ya está aquí, es la realidad que tenemos. Cuanto antes lo asumamos y apliquemos medidas para reducir su impacto en nuestra vida y en nuestra salud, mejor. Hay que verlo como un problema de presente.
– ¿Cuáles son los riesgos más directos de este aumento del calor en la salud?
– El cambio climático tiene muchos efectos. No son solo las olas de calor. Todos estos efectos están concatenados unos con otros. Afecta también a los fenómenos meteorológicos extremos: sequías, inundaciones, incendios forestales, aumento de la contaminación atmosférica... También afecta a la propagación de enfermedades que antes no se transmitían en España: la fiebre del Nilo, el chikungunya, la cólera, el dengue, el paludismo... Son enfermedades que antes no estaban aquí. Además, si esta es la percepción que tenemos en los países ricos, en los pobres es mucho peor. Aquí una sequía puede ocasionarte problemas como no poder regar el jardín o lavar el coche. En los países pobres hablamos de que la gente muere. Les queda eso o emigrar, por lo que las consecuencias son a todos los niveles. El cambio climático está haciendo que el anticiclón de las Azores cada vez dure más y sea más intenso. Eso tiene una consecuencia inmediata en el régimen de precipitación y en el aumento de la contaminación atmosférica. Es un problema global, por lo que todos somos vulnerables.
– Ha publicado un artículo llamado 'La adaptación al calor y las desigualdades sociales en salud en función del género, la edad y el territorio'. ¿Cómo se mide ese cambio?
– Una manera de medir la adaptación es conseguir que la temperatura a partir de la cual fallece la gente sea cada vez más alta.
– ¿Y qué puede hacerse para facilitar esa adaptación?
– Lo que hay que hacer es que las administraciones adecuen las infraestructuras para que eso ocurra. Tenemos que tener aire acondicionado, pero también dinero para poder usarlo. Tenemos que construir edificios bioclimáticos y renaturalizar las ciudades. Tenemos un problema y hace falta educación ambiental.
– ¿Estamos preparados para el cambio en infraestructuras?
– Creo que estamos en proceso, y se están haciendo muchas cosas. En medida, España se está adaptando a las altas temperaturas. La temperatura máxima ha subido a ritmo de 0,41ºC por década durante los últimos 35 años y, sin embargo, la adaptación ha subido a un ritmo de 0,6ºC. Por lo tanto, se están tomando buenas medidas. Hay que hacer más cosas, pero lo bueno es saber qué cosas hacer. Para eso está la ciencia, que te dice por dónde tienes que ir. Si alguna vez ha habido un momento para la ciencia, yo creo que es ahora.
– En su artículo habla sobre la distinta capacidad de adaptación entre perfiles. ¿Por qué no es igual para todos?
– No depende de las personas, sino de la habituación al calor. Si estás acostumbrado a vivir con temperaturas de 35º no se te ocurre ponerte a hacer alguna actividad a las 15.00. A lo mejor esas personas saben que a esa hora lo mejor que pueden hacer es estar en su casa, a la sombra o echando la siesta. No son perfiles biológicos, son hábitos de comportamiento. Adaptar tu actividad al entorno exterior.
– Desde que usted comenzó con sus investigaciones acerca del cambio climático, hace más de 25 años, ¿qué ha cambiado?
– Al principio había una gran desconfianza. A mí me han llamado de todo: desde terrorista ecológico a alarmista. Yo no soy alarmista, lo que pasa es que los datos que se están dando son alarmantes. En la sociedad general ha habido un cambio, percibo a la gente más concienciada con el cambio climático. Cuando yo empecé esto no era así. Las administraciones me decían que era mejor que guardase mis estudios en un cajón, porque cuando decías que la contaminación producía un aumento en la mortalidad generaba mucha alarma social. Ahora ya no. No al ritmo que queremos los expertos, pero se está avanzando.
– A pesar de ello, aún quedan escépticos. ¿Qué les diría?
– Que lean. En algunos casos es por falta de información, pero en otros es por no querer entender lo que pasa. Hay un informe del IPCC hecho por 5.000 científicos de todo el mundo que llegan a la misma conclusión: el cambio climático existe y es de origen antropogénico, resultante de la actividad humana.
– ¿Es diferente la percepción del cambio climático en un habitante de Euskadi o de Andalucía?
– Las olas de calor las sufren igual, lo que pasa es que a lo mejor el vasco no tiene esa aclimatación previa que puede tener un andaluz. Aquí es más difícil que los edificios tengan aire acondicionado, allí todos lo tienen.
– ¿Gipuzkoa debe adaptarse a estos fenómenos extremos?
– Una de las provincias que va a tener un mayor incremento de olas de calor es Gipuzkoa. No nos queda otra que adaptarnos. Están la mitigación y la adaptación y, si la primera no es suficiente, solo queda adaptarse. Esto no significa rendirse, es no quedarse por el camino. Tiene que ser una adaptación justa pensando en los más vulnerables y articular las medidas pensando en ellos. Lo importante bajo el punto de vista científico es que conocemos cuáles son los grupos más vulnerables y qué medidas hay que tomar para su adaptación. Tan solo podemos minimizar el impacto adaptándonos. Se puede conseguir que en vez de que la temperatura suba seis grados suba dos haciendo que cada vez haya menos emisiones de gases de efecto invernadero.
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