Alzheimer, punto de inflexión
Asistimos a un cambio de paradigma largamente esperado
Esta semana se conmemora el Día Mundial del Alzhéimer. Cuatro noticias recientes reflejan el incesante trabajo investigador. Primero: Se han identificado más genes y proteínas ... que ratifican la complejidad de la enfermedad y podrían ser futuras dianas terapéuticas. Segundo: Un estudio con 280.000 personas seguidas durante 7 años mostró que la incidencia de demencia era un 20% menor en quienes se vacunaron contra el herpes zóster. Tercero: La demencia se asocia con bajos niveles de litio en el cerebro y la administración de orotato de litio revirtió los síntomas y la patología en ratones. Otra sal de litio, el carbonato, se emplea para tratar el trastorno bipolar con un riguroso control analítico para evitar efectos adversos. Cuarto: La estrategia de reposición de fármacos, propiciada por la IA, sugirió que dos medicamentos contra el cáncer (letrozol e irinotecán) y uno contra el colesterol (obicetrapib) podrían funcionar en el alzhéimer. Estos hallazgos preliminares deben confirmarse con más experimentos. Hasta entonces, no se vacunen contra el herpes (a menos que lo aconseje su médico) ni tomen los fármacos mencionados.
En 2050, la probabilidad de que alguien de entre 55 y 90 años sufra demencia será de un 42%. Es mucha gente, lo que obliga a actuar con decisión. El progreso en torno a la hipótesis de que el depósito de amiloide en el cerebro es un factor crítico en la enfermedad desde su fase más precoz marca la pauta. Esta idea ha originado pruebas para diagnosticar los depósitos con un análisis de sangre y medicamentos que los eliminan y ralentizan un 30% la evolución clínica a largo plazo. La Agencia Europea del Medicamento ya aprobó lecanemab y donanemab. Pronto llegará a cada país miembro que deberá hacer un esfuerzo organizativo. Su uso se reserva a quienes empiezan con los primeros síntomas y cumplen unos estrictos criterios médicos (se estima un 10% de pacientes recién diagnosticados). Se requieren instalaciones y personal experto para detectar con rapidez los posibles efectos secundarios, alguno grave, y para administrar el fármaco en infusión intravenosa (Estados Unidos (EEUU) ya dispone de una forma subcutánea que facilita el proceso y hay más en investigación).
Una información, tan ilusionante como inquietante, anunciaba que «Las pruebas caseras de alzhéimer ya están aquí: ¿Están preparados los médicos?» Se refiere al test de diagnóstico en sangre. En EEUU se indica con receta médica a mayores de 55 años con síntomas de la enfermedad, pero cuatro compañías lo ofrecen directamente al consumidor. El 90% de los participantes en una encuesta afirmaron que se lo haría, incluso en ausencia de síntomas. Para algunos neurólogos conocer el resultado empoderaría y alentaría a las personas a prepararse para la enfermedad y a cuidarse más (¿Y si lo hiciera de todos modos?). Para otros, pesan más los riesgos. Un resultado positivo puede convertir un olvido banal en una señal de que la demencia es inevitable creando una ansiedad innecesaria. Por este motivo, un médico debe valorar y complementar el estudio de los olvidos con más pruebas. Además, un resultado negativo puede sugerir que se es inmune y se abandone un estilo de vida saludable. No obstante, la mera posibilidad de limpiar el amiloide depositado entre las neuronas añade un ingrediente ético al debate científico. Por un lado, es deseable eliminarlo; por otro, hay quien muere a los 90 años con amiloide en su cerebro y una memoria intacta. Por estas razones, las sociedades científicas no avalan la realización del test en alguien sin síntomas ni antecedentes de alzhéimer, salvo en el contexto de un ensayo clínico, hasta que los medicamentos que vayan a utilizarse con este fin demuestren un efecto preventivo robusto y un perfil de efectos adversos aceptable. En resumen, la tendencia es clara: diagnóstico con un análisis de sangre y fármaco subcutáneo en fases muy precoces. La tarea es definir la indicación y su derivada ética y adaptar el sistema sociosanitario al cambio de paradigma, primera estación en el camino de prevenir el alzhéimer.
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