

«Cristina me da un chute de energía»
Susana Martínez es una de las 24 pacientes del Hospital Donostia que reciben la visita semanal de voluntarias dentro de un proyecto para hacer frente a la soledad no deseada
Mañana hace tres meses desde que Susana Martínez está ingresada en la Unidad de Convalecencia y de Rehabilitación del Hospital Donostia, un área especializada que ... ofrece cuidados a pacientes que se recuperan de una enfermedad o cirugía, con el objetivo de mejorar su funcionalidad y capacidad para volver a la vida diaria. En su caso, un melanoma es el culpable de no poder regresar aún a casa. «Tengo metástasis por todo el cuerpo y estoy con un tratamiento de inmunoterapia», explica esta madrileña afincada en SanSebastián desde hace 7 años. Desde entonces, «el tiempo es muy relativo para mí. Y aquí son muchas horas. Las 24 horas del día se multiplican por dos y todos los días es lo mismo».
Pero en el calendario de esta mujer de 62 años hay un día a la semana marcado con rotulador rojo. Son los miércoles. Ese día, normalmente por la tarde, entra en la habitación –situada en la cuarta planta del edificio Amara– Cristina Lavado, una de las 11 voluntarias del proyecto Maitaro que la OSI Donostialdea ha impulsado junto al Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa y que busca, a través de las relaciones y conexiones interpersonales e intergeneracionales, hacer frente a las situaciones de soledad no deseada de las personas hospitalizadas. «Para las que estamos un poco solas y tenemos una recuperación lenta, gente como Cristina nos da un chute de energía», reconoce la mujer.
Susana y Cristina se conocen desde hace tres meses y desde entonces «espero los miércoles con ansia», coinciden ambas. Ese día, la joven donostiarra de 22 años acude puntual a su cita en el Hospital Donostia para pasar la tarde con una de las 24 pacientes que integran esta pionera iniciativa. «Solemos estar una hora y media aproximadamente, aunque estamos tan a gusto que muchos días me quedo más de dos horas. Las horas de nos pasan volando», admite Cristina.
El plan semanal depende en gran medida de la climatología.«Los días que hace bueno salimos a la calle a dar un pequeño paseo. Al parque que hay aquí detrás y nos sentamos un rato en unos bancos que hay allí. Ahí se está muy bien», explica la joven. Otros días cambian de ruta y se animan a ir hasta Onkologikoa y vuelta. «Se traga todos los baches que hay por el camino con la silla de ruedas. No sé si lo hace incluso queriendo», le espeta Susana entre risas. «Mira que yo los intento evitar, pero...», le replica Cristina en tono jocoso.
«La vida en el hospital es tan monótona que lo más mínimo te da una chispa de energía tremenda. Y ayuda en la enfermedad»
Susana Martínez
Paciente
Los días que no acompaña el tiempo el paseo se traslada al pasillo del edificio Amara o simplemente ambas se quedan en la habitación charlando durante el tiempo que haga falta. «Hablamos de todo, no tenemos problema ninguno. De cualquier tema además. Lo mismo ponemos verde a un político que a cualquier persona. Pero luego lo que se habla aquí se queda entre estas cuatro paredes. Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas», sostiene la paciente mientras intercambia una mira cómplice.
Susana destaca de Cristina que congeniaron «desde el minuto uno», por lo que ya la considera «como de la familia». Es como una hija más para esta donostiarra de adopción, cuyos hijos biológicos residen fuera de Gipuzkoa, uno en Madrid y el otro en Córdoba. «La vida en el hospital es tan monótona que lo más mínimo te da una chispa de energía tremenda. Y ayuda muchísimo durante la enfermedad. Además es una chica estupenda y la quiero muchísimo. Yo ahora vivo deseando que llegue siempre el miércoles», explica convencida de que «aprendo cada día mucho de ella».
Fortaleza mental
Ese tiempo que ambas comparten le sirve para olvidar, aunque sea durante una hora y media, «el bicho» al que intenta hacer frente desde que le detectaron el cáncer. «Hay días y días, y tengo mis bajones y subidones, pero me he propuesto darle caña. Estoy súper fuerte de cabeza, no tanto de cuerpo, pero mi cabeza va a otro nivel y va mucho más adelantada que yo», sostiene Susana con rotundidad.
Para Cristina este acompañamiento no es su primera inmersión en el mundo del voluntariado. La donostiarra, estudiante de Formación Profesional (FP) de auxiliar de enfermería, colabora desde hace seis años con Cruz Roja y no dudó en embarcarse en esta iniciativa en la que también está presente el Departamento de Educación del Gobierno Vasco a través de Tknika, el Centro de Investigación Aplicada de FP Euskadi. «Me dieron la oportunidad, dije 'vamos a probar' y ha sido un acierto», reconoce satisfecha.
«Este proyecto me ha llenado bastante más de lo que yo creía, ahora es parte fundamental de mi vida»
Cristina Lavado
Voluntaria
La joven destaca que sus visitas semanales al Hospital Donostia para pasar un rato con Susana le sirven para «escapar también un poco de mi día a día, y disfrutar y aprender con ella. Hablamos de todo y nos vamos dando consejos mutuos». Un proyecto, agrega, que «a mi vida le ha llenado bastante más de lo que yo creía. Ahora venir aquí una vez a la semana, aunque cuando puedo y en vacaciones intento venir más, es parte fundamental de mi vida».
El proyecto Maitaro, pionero en Osakidetza, echó a andar a finales del pasado año, coincidiendo por la época navideña, aunque comenzó a gestarse más de un año atrás. El objetivo no es otro que acompañar de manera presencial e individualizada a personas que se encuentran ingresadas en la Unidad de Convalecencia y de Rehabilitación del Hospital Donostia y que, por diferentes motivos, incluido el sentimiento de soledad no deseada, desean recibir este tipo de apoyo.
Un total de 11 voluntarios – todos ellos jóvenes mayores de 18 años que cursan grados medios o superiores de Formación Profesional– acompañan al menos un día a la semana a 24 personas hospitalizadas fomentando relaciones intergeneracionales y solidaridad intergeneracional que aporten una experiencia enriquecedora a ambas partes. Para ello, reciben una formación previa de 15 horas ofrecida por parte del Teléfono de la Esperanza de Gipuzkoa y el propio centro sanitario. Gracias a ello, en estos casi seis meses de andadura se han llevado a cabo un total de 102 intervenciones.
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