«Para mi hijo es una faena no ir a Aspace, pero lo primero es la salud»
Mila Hernández, que pasó el virus en abril, al igual que su marido y su hijo Javier, entiende la medida preventiva de cerrar los centros de día
Mila Hernández no podrá llevar a partir de mañana a su hijo al centro de día Urdanibia, que Aspace tiene en Irun. El suyo ... es uno de los miles de casos en todo Euskadi que se verán afectados por la última medida anunciada ayer por la consejera de Salud, Nekane Murga, para tratar de frenar la evolución de la pandemia. Esta irunesa reconoce que «es una faena, tanto para los usuarios como para los familiares, pero la salud es lo primero». Y lo dice con conocimiento de causa. Tanto ella como su marido y su hijo pasaron la enfermedad a principios de abril.
Reconoce que lo que más le entristece del cierre hasta nueva orden de este servicio para personas con discapacidad es que «mi hijo va a estar todo el día en casa. Podemos salir a pasear, pero para él vernos solo a su padre y a mí es monótono, y para los familiares tener también un espacio es necesario, porque una persona dependiente absorbe mucho». Los centros de día, resume, «son una vía de escape para los usuarios y para las familias».
«Los centros de día de personas con discapacidad son una vía de escape para los usuarios, pero también para las familias»
Javier tiene 35 años y grandes necesidades de apoyo. No puede hablar ni participar en los trabajos manuales que realizan en el centro, pero para él, subraya su madre, acudir de lunes a viernes a Urdanibia es como una bocanada de aire fresco. «Allí está con sus compañeros, con las cuidadoras, se entretiene, come, hacen actividades y pasa las horas haciendo risas, porque entre ellos se entienden», explica Mila. «Mi hijo no puede hacer cestos de mimbre, por ejemplo, pero otros sí pueden, y por eso estos centros de día son tan importantes para ellos, porque son su trabajo, se sienten muy útiles haciendo eso». No poder acudir, insiste, «es muy triste para ellos, porque su vida es muy reducida».
No obstante, esta mujer entiende que «la vida y la salud están por encima de todo», y acepta sin resignación la decisión adoptada por el Departamento vasco de Salud de blindar estos recursos para evitar la propagación de la Covid-19 entre colectivos vulnerables, como son las personas con discapacidad.
Los tres contagiados
Cuando Mila dice que «este bicho no es bueno ni es una broma», no lo dice por decir. Pasó el coronavirus a principios de abril, al igual que su hijo y, posteriormente, su marido, y todavía no ha recuperado el olfato «al 100%».
A principios de abril, «concretamente el día 4», se despertó de madrugada con una sensación de cuerpo horrible. Lleva años sin coger un catarro y dice no saber lo que es la gripe, pero aquella fiebre y la sensación de cansancio tan intensa, hasta el punto de «tener que agarrarme a las puertas para andar en casa», solo podía ser una cosa. «Me aislé en casa, pero el día 8 empezó mi hijo con fiebre».
«Tuvimos que comprar un medidor de oxígeno para Javi, porque si dejaba de respirar por el virus no nos enterábamos»
Esa parte de la película le gustó todavía menos. «Javi no puede hablar, así que compramos un medidor de oxígeno para controlar la saturación, porque si deja de respirar no nos enteramos». Una semana después, su marido empezó a tener fiebre. «Fue una situación malísima, horrible, pasamos mucho miedo», reconoce.
Los tres familiares se practicaron el test y, tal como ya intuían, dieron positivo en anticuerpos. «Es cierto que eso nos permite estar ahora algo más tranquilos», pero solo por evitar que más personas pasen por aquello, «toda medida de contención, por incómoda que sea, es positiva».
La clausura de los centros de día, anunciada ayer, llega apenas mes y medio después de que recuperaran su actividad tras el confinamiento. «Cuando nos comunicaron que volvían a abrir, aunque con horario reducido de 9.00 a 13.00 horas, me pareció bien, porque se veía que estaba todo muy protegido», comenta la madre de Javier.
De hecho, la Diputación de Gipuzkoa ha realizado hasta la fecha 2.100 pruebas PCR a usuarios y trabajadores de recursos sociales para reforzar las medidas preventivas. También la institución foral ha activado un sistema propio de rastreo de casos asintomáticos en centros de día, recursos de servicios sociales y residencias, aunque ante la evolución de los nuevos focos, el Ejecutivo vasco ha optado por el cierre de los mismos.
La diputada de Políticas Sociales, Maite Peña, anunció que las decisiones irían variando «día a día», y respecto a las residencias de mayores, el foco más vulnerable de la pandemia, advirtió de que si la situación empeora se deberán tomar más medidas. Por ahora, subrayó, las visitas a estos centros se están desarrollando con total precaución, sin contacto físico, y en lugares concretos de las residencias. La prioridad absoluta, dijo, «es garantizar la salud de los usuarios».
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