Pepita y Anastasio, con un retrato que este hizo de su mujer, con 20 años. José Mari López

Día Mundial del Alzhéimer

«Notaba rara a Pepita, dejó de ser ella, olvidaba cosas. Al poco le diagnosticaron alzhéimer»

La vida de Anastasio ha dado un cambio radical desde que a su mujer le detectaron la enfermedad. «Al principio estás perdido y necesitas apoyo», dice

Macarena Tejada

San Sebastián

Sábado, 21 de septiembre 2024, 07:09

La casa de Anastasio Arbella y su mujer, Pepita, parece una galería de arte. Desde el pasillo de la entrada hasta el salón, las paredes ... están repletas de cuadros. El puerto de Pasaia, la bahía de La Concha... Y, entre tantas representaciones de paisajes destacan dos, en blanco y negro, hechas a carboncillo. Son sendos retratos de Pepita cuando tenía 20 años –ahora tiene 79–. Luce «elegante, siempre ha sido muy estilosa», recuerda Anastasio con un gesto de admiración. Todos los ha hecho él. La pintura es mucho más que una afición para este donostiarra de 80 años. Hubo una época en la que no había día que no se ponía frente al atril, que lo tiene en una de las habitaciones de casa reconvertida en estudio. Ahora también lo hace, pero «no tanto» como le gustaría. Han cambiado los papeles. Es su mujer quien pinta actualmente a diario. Hace dos años que le diagnosticaron alzhéimer y desde entonces Anastasio se desvive para ralentizar el deterioro de la enfermedad. Entre otras cosas, le ayuda a colorear libros, con imágenes de los protagonistas de Disney, como el rey león, bambi o la sirenita. Así es su nueva vida desde que en 2022 el neurólogo pusiera nombre y apellido a los despistes de Pepita. «Le notaba rara, dejó de ser ella, olvidaba cosas. Al poco le diagnosticaron la enfermedad», relata en el Día Mundial del Alzheimer.

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Era 1 de marzo cuando el especialista les dio la noticia, pero hacía meses que su marido, con quien convive, sospechaba que «algo no iba bien. Le fallaba la memoria y tenía otros trastornos que hasta entonces no había tenido», explica Anastasio, que es su cuidador principal. Al principio era solo una sospecha, pero enseguida se confirmó. Fue una de las etapas «más complicadas». La medicación le genero inestabilidad –luego le cambiaron las pastillas– y él estaba «perdido. Me vi muy solo, no porque no tuviera apoyo sino porque todo era desconocido para mí», admite el marido de Pepita, que finalmente acudió a los servicios sociales del Ayuntamiento de Donostia en busca de ayuda. «Y fue una maravilla». Entre otras cosas le propusieron la opción de la teleasistencia, que ya han tenido que usarla en tres ocasiones. También le información de la valoración de dependencia. La solicitó y resultó que su mujer tenía grado 1, «la más leve». Asimismo, contrataron el servicio de limpieza que proporciona el consistorio. «Todo esto me ha servido de gran ayuda», agradece, así como el apoyo de la asociación de familiares, amigos y personas con Alzheimer, Afagi, que conoció gracias a una vecina.

En todo este tiempo, Anastasio no ha perdido las ganas de luchar por su mujer. De ahí que a menudo acuda a cursos sobre el alzhéimer, «en los que se habla tanto del enfermo como del cuidador», explica. «Sobre todo al principio, que estaba muy perdido, iba a todo. En Osakidetza he recibido varios cursos que también han sido muy importantes para mí».

En la cocina

Mientras Anastasio ha ido aprendiendo qué es la enfermedad de Alzhéimer, tanto por su experiencia en casa como por las diferentes formaciones, la demencia ha seguido haciendo mella en Pepita, «aunque por ahora se encuentra bastante bien y en los últimos dos años la enfermedad se mantiene estable, sin apenas deterioro», explica este. Sea como fuere, hay cosas que «han cambiado. Ella siempre ha sido muy ordenada y yo, un desastre», admite él. Ahora no le ha quedado otra que coger las riendas en el hogar y ponerse el delantal para cocinar. Ya en 2011 hizo un curso en el que aprendió a cómo utilizar las diferentes verduras y carnes «para hacer un plato rico», pero Pepita no le dejaba entrar en los fogones. «Desde que le diagnosticaron de alzhéimer cocino yo, a ella le cuesta todo lo que conlleve planificación», se lamenta Anastasio. Pero, por ejemplo, «todavía saca la ropa de la lavadora, la tienda y la dobla. También hace la cama». Son pequeñas actividades que le ayudan a «mantenerse activa».

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Con ese fin también acude a los talleres de Agafi, si bien Anastasio tiene que acompañarla en el autobús porque «si no se pierde y no sabría llegar. Emocionalmente mentiría si dijera que lo llevo bien, pero tampoco puedo permitirme caer yo y por eso mantengo ciertas rutinas, como ir a andar con los amigos, a las clases de gimnasia para los mayores de 65 años y a natación, todo dentro de mis posibilidades. Tengo que resistir. Sé que esta enfermedad puede ir a peor, porque es degenerativa, aunque intento no pensar en ello».

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