El preso más viejo de Euskadi muere 11 días después de recibir la libertad condicional
Gerardo tenía 90 años y llevaba desde diciembre de 2015 en la prisión de Zaballa. Falleció el viernes en una residencia tras recibir la libertad condicional 11 días antes
david gonzález
Miércoles, 3 de julio 2019, 09:15
Falleció el viernes a la edad de 90 años y siete meses. Respondía al nombre de Gerardo y ostentaba el récord de ser el preso ... vasco de mayor edad. Llevaba algo más de un lustro entre rejas tras ingresar en 2014 por atacar con un cuchillo a la que era su esposa. Un año después le trasladaron al centro penitenciario de Álava, provincia que le vio nacer a finales de 1928.
Su deceso se produjo lejos de los barrotes de la prisión de Zaballa. En una residencia foral para mayores, donde este nonagenario ingresó gracias a la intermediación de Instituciones Penitenciarias para que viviera sus últimos momentos como un ciudadano más. Desde el 17 de junio, además, disfrutó de la condición de libertad condicional. Durante sus últimos once días con vida fue un hombre libre.
Gerardo era el tercer reo más anciano de España. Sólo le superaban un interno de 94 años ingresado en Soria y otro, de 91, inquilino en el penal de Sevilla 2. De los 50.000 presos en el país, dicta el último registro ofrecido por el Ministerio de Interior, sesenta han rebasado la barrera de los ochenta. La mayor franja abarca de los 41 a los sesenta, con cuatro de cada diez internos.
Este hombre, oriundo de la Montaña Alavesa, delinquió ya octogenario en un caso de violencia de género. Asestó varias puñaladas a su pareja sentimental con la que convivía en la costa levantina. Al parecer, por una discusión económica. Ella sobrevivió.
Dentro de los muros de Zaballa siempre le acompañaba un reo de confianza dada su alta edad y necesidades. Pasaba gran parte de las jornadas en el área de enfermería. En los últimos tiempos había sufrido un claro deterioro. «Pero deseaba morir fuera», desvelan allegados consultados por este periódico.
Sin allegados
Para ello necesitaba que algún familiar o colectivo social reclamara su excarcelación. Los primeros declinaron la opción. Entre los segundos, según ha sabido este periódico, tampoco obtuvo atención a pesar de su condición de reo vasco terminal. Curiosamente, nunca figuró en la lista de candidatos de Sare, el colectivo que lucha por los derechos de los «presos vascos», condición que en realidad se limita a etarras.
Invisible extramuros, desde la propia cárcel agotaron todas las opciones legales para facilitarle un adiós menos frío. Porque su empeoramiento de salud se hizo cada vez más significativo. A finales del año pasado solicitaron su ingreso en una residencia foral. Ante el déficit de plazas, la Diputación le puso en lista de espera. Había que aguardar acontecimientos.
Como pasaban las semanas, su estado físico empeoraba cada vez más y las noticias brillaban por su ausencia, desde la prisión alavesa abrieron una vía alternativa. Tocaron la puerta de Osakidetza. A finales de mayo, el Servicio vasco de Salud asumió la gravedad del caso y le habilitó una habitación en el hospital de Leza, en Rioja Alavesa. Allí permaneció como preso sin custodia policial. Y con libertad de movimientos dentro del histórico centro médico.
En junio, este nonagenario fue trasladado a una residencia tutelada por la administración foral alavesa. Allí era simplemente Gerardo. La mejor noticia le llegó el 17 de junio. La concesión de la libertad condicional. Once días disfrutó de ella, para morir libre.
Un segundo caso de un reo con un cáncer terminal
Las iniciales de su nombre compuesto son J. A. y cuenta con apellidos de reconocido label autóctono. Enfermo de un cáncer terminal, es el otro preso vasco invisible porque ninguna institución, organización o familiar reclama su custodia para sus últimos días. Vizcaíno de 53 años, su vida ha sido una puerta giratoria de la cárcel. Su primer ingreso data de 1984, cuando acababa de alcanzar la mayoría de edad. Instituciones Penitenciarias solicitó a la Diputación su ingreso en alguna residencia. La buena nueva llegó hace unas fechas. Al igual que en el caso de Gerardo, le habilitaron una habitación en un centro médico. Hace tiempo le concedieron un recurso en Valencia, «pero él quiere morirse en el País Vasco».
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