Todo lo que creamos nace de una idea. Y toda idea nace de una ilusión. Los miedos y las ilusiones flanquean nuestro camino durante el ... proceso de desarrollo de un proyecto. Mantener esa ilusión es imprescindible para poder afrontar las dificultades que nos encontraremos pero, en este momento, en que la incertidumbre es la única certeza, ilusionarse es una heroicidad.
Este fin de semana se han reunido cerca de dos mil creativos publicitarios en el Kursaal para hablar sobre el poder de crear. Los mejores profesionales del momento nos han contado cómo crear conciencia social, series de éxito, olas artificiales o proyectos políticos. Acudimos a este congreso en busca de inspiración pero este año me llevo una conclusión diferente. Hoy, la capacidad de tener y desarrollar ideas depende más del entusiasmo que del talento. Entusiasmo entendido como esa actitud que te hace aproximarte a los problemas con curiosidad y disfrutar mientras intentas solucionarlos.
Para salir de este laberinto nuestro primer deber es recuperar el entusiasmo. Tirar al contenedor el victimismo y desterrar el prejuicio de que la solución a lo que nos pasa es responsabilidad de otros. El éxito de un proyecto, el más ambicioso y el más discreto, depende del talante de quien lo desarrolla. Necesitamos un ejército de personas armadas de ilusión, y compromiso. Entusiastas que saben que su pasión, por sí sola, no basta para arreglar el mundo pero es el combustible que lo hace moverse.
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