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El taller del centro de FP de Ortzadar en el Polígono 27 de Martutene bulle de actividad. Chispas por doquier, motores, piezas de carrocería, herramientas, ... motos desguazadas, neumáticos a la espera de ser revisados, voces... Parece un espacio de trabajo real, auténtico. «Esa es la idea, que estos chicos se vayan acostumbrando a lo que les va a esperar luego en la vida real», cuenta Joxerra Isasa, uno de los profesores. Al fondo hay un chico que maneja con destreza el soplete y que escucha con atención las indicaciones de su profesor en plena clase práctica. Tiene 20 años y su nombre es Jaouad Moulouda.
A Jaouad se le ilumina la mirada y se le dibuja una sonrisa de oreja a oreja cuando le comunican que hay un periodista y un fotógrafo de El Diario Vasco que han venido a hablar con él. «Muchas gracias», dice con un marcado acento magrebí. «Ha aprendido él solo a hablar castellano. Se defiende muy bien», señalan desde el centro. Jaouad es un chico «sensacional, muy bueno», según apuntan desde Ortzadar. «No ha fallado ni un solo día a clase y todos los días demuestra un gran compromiso a la hora de llevar a cabo sus tareas y, en general, con sus compañeros y los docentes», prosiguen. El pleno de asistencia en clase podría ser algo relativamente normal en un alumno ordinario, pero no es su caso, porque él vive en la calle.
«Antes venía andando todos los días desde Herrera hasta aquí –casi dos horas entre la ida y la vuelta–, me despertaba muy pronto. Ahora vengo en tren», dice. Preguntado sobre la dificultad que implica no tener un techo sobre el que cobijarse y, aún así, sacar la fuerza de voluntad necesaria para acudir a clase todos los días «sin excepción» –recalca Joxerra–, Jaouad responde con asombrosa simpleza: «Quiero aprender, tengo muchas ganas de saber cómo se hacen las cosas, y para eso tengo que venir aquí».
Este joven marroquí llegó a Donostia en marzo de 2024. Antes, se había marchado de su país a finales de 2021 para acabar en Madrid y en Murcia. Se fue de su localidad natal, Uchda, con solo 17 años. No fueron buenas experiencias las que tuvo en la capital estatal y en la ciudad costera. «Estuve en centros de menores y no me gustó lo que viví allí. No estuve a gusto», recuerda este estudiante de Ortzadar, que ahora cursa un Ciclo Adaptado de Formación Profesional Básica de Matenimiento de Vehículos, gracias al cual va a salir titulado dentro de tres años con la ESO y la FP Básica. «De aquí te vas a marchar con un trabajo, ya lo verás», le anima Joxerra.
«Mostré interés allí, en Madrid y Murcia, en estudiar o en hacer algún curso, pero nadie me quiso ayudar», lamenta Jaouad. En Gipuzkoa, en cambio, su situación ha cambiado, porque «aquí se preocupan por mí». El joven de 20 años paga ese cariño con compromiso e ilusión. «No estoy aprendiendo solo cosas de mecánica, también mejoro mi castellano y un poco de euskera», relata Jaouad con una sonrisa, que también sabe hablar árabe «y un poco de francés».
Jaouad, además, está solo en Donostia. «Mis padres viven en Marruecos», dice, y añade que «suelo hablar con ellos. Saben que estoy estudiando». Salir de una situación de exclusión como la que vive él requiere, de modo indispensable, de un empleo. «Tengo muchas ganas de poder trabajar y ganar dinero», afirma esperanzado. En Marruecos, admite, «las cosas están muy complicadas para los jóvenes. No hay apenas oportunidades, no tenemos derechos, y así no podemos ayudar a nuestras familias. Yo aquí he venido en busca de una vida mejor».
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