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IÑIGO VILLAMÍA
san sebastián.
Viernes, 30 de junio 2023, 02:00
Estudió ingeniería industrial porque a ella lo que más le gustaba era el mundo del motor, de los coches. Pero un día, a raíz de ... ver el aterrizaje de un avión, Teresa Busto (Madrid, 1959) se preguntó cómo se producía el milagro del vuelo de estas maravillas tecnológicas. Se puso a indagar en el ámbito aeroespacial y, tras varios intentos fallidos, consiguió que le hicieran una entrevista. Fue incapaz de contestar a ninguna de las tres cuestiones técnicas que le formularon, pero respondió que tenía «pasión, motivación y que movía montañas». Con esa frase y muchísimo trabajo, terminó convirtiéndose en la número 2 de Airbus a nivel mundial.
– ¿A qué cree que obedece la falta de presencia femenina en el mundo de la ingeniería?
– Considero que existen cuatro ejes fundamentales: la educación, la familia, los medios de comunicación y las propias mujeres.
– ¿Podría desarrollarlo?
– Empezando por el final, las propias mujeres hemos generado una idea muy equivocada de lo que es la ingeniería. Siempre hemos pensado que es una carrera difícil y, sobre todo, de hombres. Eso tiene mucho que ver con los estereotipos y la educación recibida, donde la mujer no jugaba un papel de innovadora que le permitiera promocionar. Ni siquiera dentro de nuestras familias se nos trataba de educar así. Y luego están los medios de comunicación, que es cierto que con los años han apostado por esa diversidad, algo que no ocurre tanto en las redes sociales, todavía muy catastrofistas.
– Su ocupación principal ha estado ligada al mundo aeronáutico, pero su vocación hacia los motores, primero de coches y después de aviones, estuvo inspirada en el trabajo de su padre. ¿Le siguen apasionando?
– Los motores son mi vida. De hecho, he participado en carreras, he comprado coches que he tenido que vender al poco porque no los podía mantener solo para correr (ríe), voy a los rallies, a los circuitos de Fórmula 1...
– En el mundo organizativo se ha hecho hincapié últimamente en desarrollar competencias, tener inteligencia emocional y el liderazgo. ¿Qué tipo de liderazgo necesitamos en esta sociedad?
– Hay muchos tipos, pero a mí el que más me gusta es el transformacional. Es decir, el liderazgo a través de las personas. Una cosa es mandar y otra bien distinta es motivar a la gente para que lleve a cabo una determinada acción. Cuando tú lideras con ese ejemplo, la gente se engancha a ti. Si lideras influyendo a la gente, motivándola, haces que el trabajo sea mejor y que todo fluya.
– Esa es su especialidad.
– Es, al menos, lo que siempre he hecho y creo que me ha ido bien. Pero para ello tienes que ser un líder robusto y coherente. Un líder tiene que gastar tiempo en la gente. Yo no concibo que el CEO, el jefe o un alto cargo de una empresa esté el 100% de su jornada metido en su despacho. Y hay que dejar claro que solo con dinero no se motiva a las personas. Se hace hablando, sabiendo de sus problemas, ayudándoles y haciéndoles crecer.
– Ha declarado que no cree que exista un liderazgo femenino diferenciado. Siendo usted una persona feminista y que ha roto los 'techos de cristal' machistas, ¿qué matices cree que incorporan las mujeres al liderazgo?
– A lo largo de mi carrera he visto de todo, pero diría que, al contrario que los hombres, que suelen estar más enfocados en la planificación o el cumplimiento de objetivos a través de una visión clara, las mujeres optan por comunicar, hacer equipo, escuchar, motivar... Le voy a poner un ejemplo: la primera vez tuvimos a una responsable de producción en la factoría, con 230 operarios a su cargo, fue capaz de bajar el absentismo de una forma increíble. A los que tenían hijos les mandaba una canasta, a quienes estaban enfermos o habían sufrido un accidente les llamaba, pequeños detalles, habilidades más propias de mujeres que marcan la diferencia.
– Y en ese mismo sentido, ¿cómo es el liderazgo que necesita nuestra sociedad?
– Antes que liderazgo lo que necesitamos son líderes. No los tenemos. Principios y valores. Hay que cuidar más a los trabajadores.
– ¿Qué podemos hacer para aumentar en nuestras empresas la presencia y el liderazgo de las mujeres?
– Hay varias opciones, pero la más rápida es poner cuotas. Lo tengo clarísimo. Hay que dar la oportunidad a las mujeres y empezar a medir, para mejorar.
– Ha declarado que cuando empezó en Airbus no había baño de mujeres. ¿Cómo valora la evolución de nuestra sociedad?
– Ha mejorado mucho, pero todavía queda camino por recorrer. Hace poco fue el 100 aniversario de Airbus y me tocó dar una charla de la diversidad desde los orígenes y me quedé pasmada. Cuando yo entré, hace unos 40 años, si una mujer se quedaba embarazada tenía que dejar la empresa, y cuando me fui, el 38% de las personas de dirección, el 50% de las managers y el 15% de las operarios eran mujeres.
– A día de hoy, ¿continúa moviendo montañas como dijo que quería hacer en aquella famosa entrevista?
– Sí. Yo me fui de Airbus porque no podía mover ninguna montaña más, y ahora lo vuelvo a hacer pero de otra manera. A raíz de un post que colgué en LinkedIn me han llamado unas mil personas. Dije que las personas que tuvieran problemas en su trabajo o quisieran promocionar y no supieran cómo, que me llamaran. ¿Sabes lo que significa que te llamen dando las gracias porque han conseguido sus propósitos? Para mí esa es la montaña que he movido, influir en la gente para echarle una mano.
La directora de Emakunde, Miren Elgarresta, reivindicó ayer que la sociedad necesita más figuras femeninas en puestos de decisión y liderazgo «no solo por justicia social», sino también «para evitar continuar con la inercia de las viejas formas de ejercer el poder». En su opinión, «contar con más mujeres decidiendo supone tener una mirada diversa, más rica y más completa para construir una mejor sociedad que represente a todas las personas que la componen». Asimismo, recordó que las mujeres representan el 60% de las personas con estudios superiores en Euskadi, pero lamentó que «tengan que hacer frente a muchos obstáculos que no siempre son visibles o fáciles de detectar como los techos de cristal o la brecha de confianza».
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