«El abuso de las pantallas atrofia el cerebro de nuestros hijos»
«Estamos perdiendo nuestra capacidad de comunicarnos y ser empáticos por culpa de los teléfonos inteligentes», advierte
Teléfonos inteligentes y niños. He ahí el dilema, y no uno cualquiera. La proliferación de dispositivos tecnológicos de alta gama en manos de preadolescentes y ... jóvenes está empezando a generar una alarma social que, por ejemplo, ya ha provocado que en países como Dinamarca y Finlandia los gobiernos hayan decidido sacar las pantallas de sus aulas educativas. «Lo han hecho por miedo», asegura Aitor Aritzeta, profesor de la UPV/EHU en la facultad de Psicología y con amplia experiencia en el ámbito de la salud mental. Aritzeta atiende a este periódico para hablar de un problema «que está atrofiando el cerebro de nuestros hijos».
- Cortita y al pie. ¿El smartphone nos hace más tontos?
- Sí.
- ¿Por qué?
- No es que lo diga yo, es una realidad constatada por cientos de estudios científicos y estadísticos. Se viene alertando desde hace tiempo que el abuso de los teléfonos móviles por parte de los niños y adolescentes tiene unos efectos perniciosos para su salud mental -y también física, porque caen en el sedentarismo-, pero...
- Pero seguimos mirando el dedo en lugar de la luna, ¿verdad?
- Más o menos, sí. Este es un problema grave dentro de nuestra sociedad y nos lo tenemos que tomar muy en serio. El uso desmedido de las pantallas retrasa la capacidad de adquirir el lenguaje en los niños, y el lenguaje es la base de la inteligencia del ser humano. A raíz de esto, nos cuesta más memorizar, comprender, profundizar en ideas abstractas, construir ideas complejas...
«Creo que falta voluntad política para atajar el problema de las pantallas y los niños. Hay miedo a perder votos»
- ¿Qué explicación tiene que sigamos yendo directos al desfiladero?
- Mire, le respondo con otra pregunta: ¿cuánto tiempo nos llevan avisando del cambio climático? En esta cuestión es obvio que hay unos intereses económicos muy, muy grandes. Hay grandes potencias empresariales que están muy interesadas en que la sociedad siga consumiendo pantallas y que haya millones de personas enganchadas a la red, porque esto les reporta unos beneficios económicos de miles de millones de euros.
- ¿Hace falta voluntad política para atajar, como es debido, esta problemática?
- Por la propia configuración de nuestra sociedad, esta es una pregunta cuya respuesta es compleja. Aunque sí, creo que es una cuestión de voluntad política. Mire, por ejemplo, piense en un colegio que decide prohibir a los alumnos de Secundaria y Primaria tener en el aula smartphones. Esa decisión es susceptible de generar un pequeño conflicto social... Ahora, traslademos esa decisión a nivel del Gobierno Vasco y que afecte a todas las familias, que la decisión política no se entienda, etc.
- ¿Se refiere al miedo a perder votos?
- Sí, y también miedo a que la sociedad no esté preparada para un cambio como este. Porque es triste reconocerlo, pero somos más tontos desde que llegaron a nuestras vidas estos superordenadores -los teléfonos inteligentes-. Es que nos está costando entender las graves consecuencias que tiene que un crío de un año pase '50 minutitos de nada al día viendo la tablet'. Eso, extrapolado a un año, son 304 horas pegado a una pantalla.
«Las conductas de aislamiento social se han multiplicado en los últimos años entre nuestros jóvenes»
- (...)
- En conclusión, mi opinión es que los políticos deberían perder el miedo a tomar este tipo de decisiones impopulares, por así decir, que entrañan riesgos a nivel social. La preocupación por la salud mental de la población debería estar por encima de todo.
- En su artículo 'La Era Tecno-ílógica' usted habla sobre los casos de Dinamarca y Finlandia, donde los gobiernos están empezando a sacar las pantallas de las aulas de los colegios. ¿Habría que copiarles?
- Habría que saber por qué lo están haciendo, en primer lugar. En efecto, los países nórdicos se dieron cuenta ya antes de la pandemia que la mezcla de pantallas, niños y aulas no tenía el resultado esperado. Aquí, en Gipuzkoa, en los últimos años ha ido ganando mucha fuerza un movimiento llamado 'Altxa Burua' que está formado por más de 1.000 familias vascas y en el que su principal propósito -pero no el único- es concienciar a los padres de los riesgos que conlleva entregar a un preadolescente un smartphone.
- ¿Está perdiendo el ser humano su capacidad de socializar por culpa de las pantallas?
- Sí, y a una velocidad muy alta. Nuestra especie es, entre todo el reino animal, la que más depende de los semejantes que le rodean. Somos animales sociales, siempre lo hemos sido porque es algo fundamental para nuestro desarrollo como especie. Es tal la distorsión de la realidad que están provocando los smartphones en la juventud que ahora un niño de entre 8 y 12 años puede considerar que la realidad virtual tiene algo de real... Y no. Los chavales están perdiendo la capacidad de mirar a los ojos cuando hablan, de estar a gusto charlando con más gente, etc.
- ¿Estamos involucionando en cuanto a nuestra capacidad para relacionarnos?
- Sí. Se ha observado en numerosos estudios científicos que nuestras habilidades comunicativas y de empatía, situadas en el llamado 'cerebro social', están dañadas por los efectos que causa pasar horas mirando al teléfono móvil. Las redes sociales son espacios que sustituyen a la realidad para millones de jóvenes, allí se sienten tranquilos y seguros. Es su zona de confort, y cuando salen de ella y tienen que tener conversaciones reales con alguien de carne y hueso se bloquean, se producen desconexiones y momentos muy incómodos. Las conductas de aislamiento social se están multiplicando.
«El uso desmedido de los móviles termina derivando en depresión, ansiedad, estrés, déficit de atención...»
- ¿Las pantallas están detrás de los trastornos mentales de la juventud?
- En un porcentaje muy alto, sí. Aquí estamos hablando de depresión, estrés, ansiedad, déficit de atención, etc. Voy a intentar explicarlo de manera que lo pueda entender todo el mundo.
- Adelante.
- Cuando alguien se coloca delante de una pantalla y hay muchísima estimulación, se produce lo que en la ciencia se conoce como engrosamiento del hipocampo y el córtex prefrontal derecho. Esas zonas son las responsables de la inhibición de la conducta. Si tú tienes esa zona engrosada, pierdes la capacidad de inhibir un comportamiento como el que podría ser, por poner un ejemplo, aceptar meterte una raya de cocaína cuando te inviten a ello. Es la misma zona del cerebro que nos permite prestar atención, pero si está alterada... No van a poder hacerlo y en una clase de Matemáticas van a perder el hilo en menos de un minuto.
- ¿Le preocupa la salud mental de la juventud vasca?
- Sí, por supuesto. A nivel mundial los índices de suicidio entre la población joven se han disparado en los últimos años. Si viviéramos en una sociedad mucho más sana y menos dependiente de la tecnología, ¿se habrían matado tantos jóvenes en la pandemia? No lo creo.
- ¿Hay motivos para el optimismo?
- Sí, siempre los hay. Yo confío en la humanidad. Tengo la esperanza de que reaccionemos, aunque sea justo antes de caer al precipicio. En otros países ya han espabilado.
«La desintoxicación del móvil no puede ser un proceso brusco»
La adicción a los teléfonos inteligentes se ha llegado a comparar con las de algunas drogas catalogadas como muy peligrosas. Si antes se hablaba del síndrome de abstinencia cuando se dejaba de beber o fumar, ahora se utiliza también esta expresión cuando alguien aleja los smartphones de su vida.
- ¿Usted es de los que desconecta totalmente en vacaciones?
- Sí. Este es el noveno año seguido en el que desinstalo todas mis 'apps' del teléfono cuando cojo vacaciones. Puedo decir que me está funcionando y que estoy muy contento con el resultado.
- ¿Cómo se le puede ayudar a un joven que quiere superar su adicción al teléfono?
- Lo primero que habría que hacer sería darle la enhorabuena, porque se ha dado cuenta de que tiene un problema. Que alguien reconozca que puede sufrir una adicción es el primer paso para superarla. La dependencia a la tecnología es ya una evidencia en la sociedad.
- ¿Suelen tener éxito cuando lo intentan?
- Bueno, es complicado. Nosotros en la facultad de Psicología solemos hacer un experimento. Proponemos a algunos alumnos a que vivan sin el móvil durante una semana, y tan solo el 10% de ellos suele cumplir con lo acordado. Después, los que tienen éxito nos explican la angustia que han sentido, relacionada con el síndrome FOMO. Se presentan síntomas similares a los que padece una persona que se está desenganchando de una droga dura.
- ¿Qué consejo le daría a la juventud que se quiera librar de esta adicción?
- Que se apoye en la gente que le quiere, ya sea su familia o sus amistades. Necesitas sentirte arropado para superar este tipo de problemas. Después, es muy importante ser consciente de que esta desintoxicación, como todas, debe ser un proceso gradual y progresivo, y si es supervisado, mejor. No puede ser un proceso brusco. Si van sumando días y semanas de éxito se van a dar cuenta de que los beneficios para su salud mental y física son ilimitados.
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