Una doctrina de la injusticia
Banco de Alimentos y Black Friday se cruzan en las calles; no es un encontronazo entre dos posturas antagónicas, sino dos enfoques de una misma visión del mundo
Banco de alimentos y Black Friday se cruzan en las calles. No es un choque cultural, un antagonismo moral irreconciliable, el consumismo frente ... a la solidaridad, son dos visiones distintas de un mismo concepto del mundo en el que la desigualdad es una parte de la ley natural ante la que poco puede hacerse. Como si fuera un designio divino que haya ricos y pobres. Si es sencillo condenar al Black Friday por sus pecados capitales, cómo oponerse a dar de comer al hambriento.
El esfuerzo de los voluntarios del Banco de Alimentos y la buena voluntad de las personas que donan no está en cuestión. Lo que falla es el modelo, que tiene un aire moralizante y podría llegar a confundirse con la caridad. Y caridad no es sinónimo de solidaridad. Los servicios sociales son un derecho, no un engranaje de beneficencia vertical, que va de arriba abajo. La solidaridad se articula a través de la ley y los servicios públicos. Las campañas del Banco de Alimentos apelan al corazón y como la ciudadanía es solidaria responde, pero el modelo no cuestiona las desigualdades sociales que están en el origen. Es un antídoto contra la movilización y se institucionaliza la pobreza. Estas campañas masivas de recogida tranquilizan conciencias al ofrecer una solución sencilla a un problema muy complicado.
No se trata de echar por tierra la iniciativa, que, además, pese a su notoriedad no deja de ser una gota dentro del sistema de asistencia social que despliegan las instituciones. Lo mejor es enemigo de lo bueno y que una persona coma un día en vez de que no lo haga es una diferencia trascendental. Pero lo recogido no puede servir para descontarlo de las políticas sociales públicas. Igual que la sanidad no puede depender de las máquinas que quiera donar Amancio Ortega, la pobreza no puede gestionarse con voluntarios en la puerta de las parroquias.
Caridad no es igual a solidaridad; los servicios sociales son un derecho, no beneficencia vertical
La disyuntiva no es nueva. El 8 de septiembre de 1944, Albert Camus escribió en la revista clandestina 'Combat', voz de la resistencia francesa durante la ocupación, que «el cristianismo es, en esencia (y en ello estriba su paradójica grandeza), una doctrina de la injusticia. Se basa en el sacrificio del inocente y en la aceptación de ese sacrificio. La justicia, en cambio, es inseparable de la rebeldía».
«¿Es preciso –continuaba el nobel– renunciar a ese esfuerzo en apariencia inútil? No, no es preciso renunciar a él, basta simplemente con medir su inmensa dificultad y hacérsela ver a quienes, de buena fe, quieren simplificarlo todo». Palabras de 1944 para 2022.
El pequeño comercio queda desplazado de las dos iniciativas en beneficio de las grandes distribuidoras
El dilema moral de cuestionar el funcionamiento de los Bancos de Alimentos viene acompañado de una duda ética. ¿Aportan más al que da o al que recibe? Las recogidas se realizan en las grandes cadenas de distribución, que controlan el 70% del mercado y han sido uno de los sectores que más beneficios extraordinarios han obtenido en esta crisis. Lo que se dona se compra en sus supermercados, lo que aumenta el negocio. Hay ahorro en costes de retirada de excedentes y desgravaciones fiscales para las donaciones.
En ese punto enlaza con el Black Friday. ¿Quién gana? No, desde luego, el pequeño comercio de los barrios más desfavorecidos, con mayor número de ciudadanos necesitados de ayuda. El 50% de las compras on line de textil del Black Friday se devolverán en los próximos días, en un modelo insostenible y letal para justicia social. La pequeña tienda abocada a hacer descuentos por la presión de las grandes superficies no tiene oportunidades en esa carrera. Tampoco en la gran recogida.
Toda ayuda es bienvenida, pero el derecho a una vida digna es universal, una obligación de las instituciones, con la fiscalidad como herramienta. La doctrina de la injusticia no es ley.
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