La defensa dice que no se ha acreditado la implicación de Ibar en los asesinatos
A partir del próximo 7 de enero, corresponde a los abogados presentar las pruebas en las que sustentan su petición de «no culpable»
La defensa de Pablo Ibar mantiene intactas sus esperanzas. Tres semanas después de que el juicio arrancara en el tribunal de Broward County en ... Florida, los abogados que le presentan opinan que la Fiscalía no ha demostrado de manera inequívoca que el acusado sea el autor de los asesinatos cometidos en 1994 de las modelos Sharon Anderson y Marie Rogers, ambas de 25 años, y del propietario de un local de alterne, Casimir Sucharski. Y aunque ciertamente en las sesiones hasta ahora celebradas han aflorado declaraciones e indicios que permiten especular que sobre la presencia de Ibar en el escenario del suceso, sus letrados sostienen que ninguna de ellos goza de la fiabilidad que se debe exigir.
La Fiscalía ha terminado esta semana con sus testigos. Llega la hora de la verdad para la defensa de Pablo Ibar. A partir del 7 de enero en que se reanudará la vista tras el paréntesis navideño, tendrá la oportunidad de desmontar los argumentos en los que la Fiscalía reitera su petición de pena de muerte. Buena parte de las aspiraciones de arrancar al jurado un veredicto de «no culpable» pasan por el experto Raymond Evans, fundador de las empresas Foreign Image Analysis Group y Forensic Image Scientific Working Group, que estudió las características morfológicas de Pablo con la persona que aparece en el vídeo, la prueba clave en este proceso, que grabó los crímenes desde una cámara de seguridad oculta en lo alto de una estantería, en el salón del chalet de Casimir Sucharski.
Este vídeo es para la acusación la prueba irrefutable de que Pablo Ibar tuvo una participación directa en el triple crimen. La grabación completa consta de 22 minutos y comienza con la irrupción de dos individuos en el salón del domicilio de Sucharski. El propietario se encontraba de pie, acompañado de las dos jóvenes. Ambas aparecen sentadas en torno a una mesa. Uno de los asaltantes vestía una sudadera oscura; el otro una prenda similar amplia y clara. Uno de ellos llevaba la cabeza cubierta con una capucha; el otro portaba una gorra con visera. Transcurridos cerca de veinte minutos, la grabación recoge el momento en el que el hombre de claro, que según el fiscal era Pablo Ibar, disparó contra las víctimas que permanecían indefensas en el suelo.
La mayor baza es un experto que rebate que la persona que aparece en el vídeo sea el acusado
Tras consumar el crimen, el asesino ocultó su arma en la cintura y se encaminó hacia la cámara. Pasó delante de ella y al regresar el objetivo recogió el instante en el que se despojó de una camiseta con la que se cubría el rostro, con la que se secó el sudor de la frente. Segundos después, el autor de los disparos pasó de nuevo ante el vídeo. Fue en ese momento cuando la grabación, pese a ser de una pésima calidad, permite vislumbrar a un joven de aspecto latino que se echa la capucha sobre el hombro antes de abandonar la dependencia.
La defensa sostiene que se trata de un elemento manipulado por la Policía, un vídeo del que se extrajo una fotografía que fue previamente retocada hasta conseguir que el individuo que aparece en la imagen se pareciese lo más posible a Pablo Ibar. Consideran además que la grabación es de tan baja calidad que en modo alguno puede constituir suficiente argumento incriminatorio.
El experto explicará a los miembros del jurado que dada la mala calidad y la escasez de pruebas de vídeo e imágenes fijas y las diferencias entre Ibar y la persona que cometió el delito, «simplemente» no es posible llegar a la conclusión de que el perpetrador y Pablo Ibar son la misma persona. El especialista explicará que «las diferencias observadas» arrojaban «muchas dudas acerca de cualquier conclusión de que Pablo sea la persona que aparece en la cinta de vídeo o las imágenes extraídas de éstas». Sostendrá que por el simple hecho de que alguien tenga cierto parecido con otra persona no permite llegar a la conclusión de que son la misma persona.
La segunda batalla
La otra gran batalla de la defensa será la de convencer al jurado de que el rastro de ADN hallado en una camiseta encontrada en el escenario de los hechos y que, según la acusación, pertenece a Ibar no ha de ser tenida en cuenta. Por un lado, considera esa prueba de «mínimos» restos genéticos no es fiable para la defensa, que la considera además una prueba contaminada aparecida después de muchos años por una probable incorrecta cadena de custodia de la prenda. De hecho, en la prenda, que fue hallada en el jardín de la casa de Sucharski, hay restos de ADN de otras cinco personas más: las tres víctimas y dos hombres no identificados que no son Ibar.
Pero es que, además de lo anterior, en los ocho análisis comparativos realizados practicados entre juicios y apelaciones de Ibar, todos dieron un resultado negativo en la identificación con el ADN del acusado.
La defensa deberá asimismo desacreditar varios testimonios que no favorecen a Ibar. Uno de ellos es el de Gary Foy. Fue quien hace veinticuatro años identificó a Ibar como una de las personas a las que vio salir de la casa de Sucharski a bordo del automóvil de éste tras la comisión de los delitos.
Sin embargo, los abogados creen que se trata de un testigo poco fiable, toda vez que el reconocimiento lo hizo a través del espejo retrovisor de su coche durante los dieciséis segundos que estuvo detenido ante un semáforo. Y además lo identificó con el sol en contra. Por si lo anterior no bastara para dudar de él, Foy se mostró dubitativo en la rueda de reconocimiento fotográfico cuando se le mostraron cinco imágenes. Casualmente las dudas se centraban en Ibar.
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