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Manifestación de mujeres en El Cairo contra la impunidad del acoso sexual. REUTERS / AFP

Culpable de defenderse

El encarcelamiento de una adolescente egipcia de 15 años por matar a su violador la convierte en el nuevo icono de la lucha de las mujeres árabes

RAFA TORRE POO

Viernes, 4 de octubre 2019, 14:26

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Su caso podría haberse diluido entre el alto porcentaje de mujeres egipcias que en algún momento han sufrido acoso. Algo demasiado habitual en el país árabe más poblado del mundo. Hace un par de años esta cifra rondaba el 60%, según la ONU. El de la adolescente que está en la cárcel desde julio a la espera de juicio por matar al conductor que intentó violarla se ha convertido en la bandera de la lucha por los derechos de las mujeres. Las miradas internacionales se centran en esta zona del planeta donde la sociedad está acostumbrada a mirar para otro lado, cuando no a culpabilizar directamente a la víctima. La justicia también se encuentra en entredicho.

La adolescente, que solo tiene quince años, ahora se enfrenta a otros tantos de cárcel. Ella circulaba en el interior de un microbús a las afueras de El Cairo. Iba a trabajar. Había dejado los estudios para poder ayudar a su familia. Según su versión, el chófer trató de agredirla sexualmente valiéndose de un cuchillo. Ella consiguió zafarse, le arrebató el arma y acabó con su vida. Después huyó, antes de entregarse voluntariamente a la Policía. Fue detenida y sometida a una prueba de virginidad, algo demasiado habitual en Egipto a pesar de que es una práctica que censura con firmeza la comunidad internacional. Hasta hace cinco años, la ley amparaba a los agresores. La presión internacional logró modificar el código penal para que se sancionara con más dureza los abusos. Solo sobre el papel. En la práctica son muy pocas las mujeres que se atreven a dar el paso y denuncian. Tienen miedo a las represalias.

El transporte público siempre ha estado señalado. El 86,5% de las mujeres egipcias, según un estudio realizado por ONU Mujeres, no se sienten seguras cuando toman un taxi, un autobús o se introducen en el metro. Pero el lugar más temido son las calles. Los hombres las consideran únicamente suyas. Conscientes de la gravedad del problema, con una ley que por entonces no contemplaba en su ordenamiento jurídico el acoso sexual, las organizaciones internacionales iniciaron una campaña de concienciación. Emplearon actores para recrear escenas de acoso. Luego preguntaban a los pasajeros quién tenía la culpa y cuál podría ser la solución. Terapia de choque. Años después, esta práctica continúa. Ahora se ha extendido a los populares 'tuk tuk' (taxis de tres ruedas), de los que hay más de tres millones en Egipto. El programa de Naciones Unidas centró sus esfuerzos el año pasado en este colectivo. Ideó un proyecto que involucró a jóvenes conductores como Mohamed Nemr. Utilizaron deportes, juegos interactivos y talleres de arte. El objetivo es que, tras el aprendizaje, difundieran el mensaje de respeto a las mujeres al resto de colegas. «Distribuimos calcomanías que decían: 'Mi tuk tuk está a salvo del acoso sexual'», explica Mohamed Nemr. Él sí se atrevió a dar el paso. «Algunas chicas incluso cogieron nuestros números de teléfono para viajar con nosotros porque se habían sentido seguras y tratadas con respeto», añade Ahmed Nakabassi, otro de los asistentes al programa de Naciones Unidas.

Compás de espera

Mientras el mensaje trata de calar entre el resto de la sociedad egipcia, la joven acusada de matar al conductor del microbús sigue entre rejas. Está acusada de asesinato premeditado y posesión de arma blanca. Su defensa se esfuerza en demostrar que ella tiene razón. Que el cuchillo era del chófer. Que mató para defenderse. La Fiscalía, que no cree su versión, paralizó la decisión de un tribunal anterior que había ordenado su puesta en libertad hasta que fuera juzgada.

La estrategia de la menor pasa por hacer ver al juez que lo que cometió fue un crimen de honor. De conseguirlo, la pena se reduciría a tres años. Sería un golpe de efecto. En Egipto este delito solo se aplica a los hombres que se toman la justicia por su mano. Especialmente contra las mujeres de su familia si consideran que de alguna forma han deshonrado al clan. Pero si el ministerio público se sale con la suya y, finalmente, como todo apunta, es acusada de asesinato, le caerían quince años. Tres en un centro de menores -hasta que cumpla la mayoría de edad- y el resto en una cárcel. Mientras tanto, la sociedad está dividida. Culpable para unos, inocente para otros.

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