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El cocinero grancanario Andrés Rodríguez. A. Sistiaga

«Cómanse Gran Canaria e imagínense en esta maravillosa isla»

I. B.

Lunes, 22 de septiembre 2025, 09:34

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Fue Andrés Rodríguez, cocinero grancanario especializado en eventos y con una empresa de cáterin llamada Échale Mojo, el responsable de elaborar y presentar un menú que, con cuatro propuestas en miniatura, reunía algunas de las bondades de esa gastronomía insular: «Cómanse Gran Canaria e imagínense en esta maravillosa isla», lanzó como invitación.

Para el aperitivo escogió la papa arrugada de medianías rellena de almogrote, con un mojo emulsionado con almendras. «El relleno de la papa está hecho con las cortezas de algunos quesos autóctonos elaborados en queserías muy pequeñas de la isla», explicó el chef.

Después, llegaría el tartar de lubina con tierra de aceituna («tenemos más de 400.000 olivos», añadió), emulsión de mango y maracuyá, cebolla roja encurtida y crujiente de millo, «de donde sale el gofio, ese cereal que permitió que nuestros padres no pasasen hambre en la guerra».

La tercera de las propuestas fue el brioche de cochino negro con encurtidos, salsa japonesa y wakame: «El brioche es elaborado por una panadería canaria y el cochino negro canario es una especie autóctona y endémica, con mucha grasa. Las algas no podían faltar porque en ellas está el futuro de la alimentación y nosotros contamos, en Telde, con el Banco Español de Algas, un estamento público».

Para el postre, Rodríguez se inclinó por un curioso trampantojo: los cigarrillos de morcilla de Teror y manzana de Valleseco con confitura de piña. El café, evidentemente, también fue grancanario, de Agaete, más concretamente. Es una variedad que se cultiva desde hace más de 250 años a 450 metros de altura.

Una bodega autóctona

Para la bodega también se apostó por el vino de la isla. Abrió la cena una curiosa sidra espumosa de El Lagar de Valleseco, «campeona del mundial de sidras en su categoría». Siguió el vino blanco de la bodega Los Berrazales y después se pudo probar el tinto Ágala 1.175, una cifra que se refiere a la altitud en la que están plantados los viñedos. Para el postre se optó por un blanco seco moscatel también de Los Berrazales.

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