María Ángeles Durán | Socióloga
«La ciborgización en el final de la vida es una amenaza, no una promesa»«A mí no me gustaría que tuvieran que cuidarme mis hijos cuando sea mayor, sino ser libre para decidir el momento en el que puedo irme», dice
La socióloga María Ángeles Durán ha presentado esta semana en San Sebastián su libro autobiográfico 'Una vida y veinte fragmentos', invitada por la comisión de ... Igualdad del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro. Durán, que fue la primera catedrática en su campo en España, está especializada en el análisis del trabajo no remunerado, que incluye también el cuidado de las personas mayores.
– ¿Cuál es su primer recuerdo?
– Recuerdo muy bien el primer día de colegio. Era un colegio de monjas y las clases de las niñas pequeñas estaban divididas por colores.
– ¿Qué color le tocó?
– No podría asegurarlo. Creo que el color marfil, pero después pasé por el verde y por el azul.
– En el libro dice que las primeras nociones del mundo las recibió a través de cuentos y oraciones.
– Exactamente. En mi casa nos contaban y nos compraban cuentos. Yo tuve un abuelo que era muy buen contador de cuentos. Cuando todavía no sabes leer y casi ni hablar bien, empiezas a aprender sobre el mundo a través de los cuentos que te cuentan,
– ¿Qué cuentos le contaban?
– En el colegio contaban narraciones de la de historias sagrada, donde había niños que luego habían sido mártires o hablaban del niño Jesús. En definitiva, todo era una configuración de narrativas de contenido religioso. Luego, estaban los cuentos de hadas, de brujas, estas cosas. Pero los de mi abuelo, que era extremeño, eran completamente distintos y eso me sorprendía. Siendo profesora me invitaron una vez a Santiago de Compostela y paseando por una rúa vi en el escaparate de una librería un libro que se llamaba 'Cuentos de la literatura oral galaicoportuguesa'. Ahí encontré los cuentos de mi abuelo.
– ¿Era una época en la que se cuidaba mejor a los mayores?
– Vivían menos años que ahora. Si por cuidar entendemos la protección que hoy ofrece la seguridad social de una sanidad universal, estaban peor atendidos médicamente. Lo que sí sucede es que en aquella época la economía española era una economía de patrimonio, mientras que la de hoy es de rentas. Los titulares del patrimonio eran las personas mayores y eso formaba parte de las bases económicas de las relaciones generacionales. Hoy eso no ocurre, hoy cada cual es lo que es su pensión, hay poco patrimonio compartido familiar. Creo que sí había entonces un respeto y sobre todo unas familias grandes en las que las personas mayores tenían un lugar muy bien definido.
– ¿Quién cuidaba a esos mayores dentro de la familia?
– Las mujeres básicamente. La esposa primero y las hijas después.
– ¿Ya venían encaminadas hacia ello?
– Sí, porque no era una opción. No había opción de no cuidar, formaba parte de las obligaciones asumidas y transmitidas, y toda la educación estaba dirigida a ello. No había opciones diferentes.
– ¿El trabajo de las amas de casa debería ser remunerado?
– No hay dinero para remunerar a las amas de casa, ni siquiera en Euskadi, que es una comunidad muy rica. Hice un estudio sobre las políticas de cuidados en el País Vasco y me salió que todos los indicadores del Producto Interno Bruto y renta per cápita, todas las cifras macroeconómicas, cambiarían radicalmente si el tiempo dedicado a cocinar se convirtiera en empleos.
– ¿Es un trabajo que debería ser remunerado aunque no haya dinero para ello?
– Es complicado. El problema no está en sí convendría remunerar, sino en quién tendría que pagar por esos servicios. En algunos casos, por ejemplo con las personas mayores, se ha llegado a la conclusión de que debe ser toda la comunidad quien pague, convirtiéndolo en servicio público, a los que cuidan a una persona mayor. También se ha llegado a la conclusión de que, por ejemplo, hay que pagar entre todos para garantizar una escuela a un niño de cinco años, que también es una forma de cuidado. Esto, que ahora nos parece natural, son acuerdos sociales recientes.
Sus frases
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Pasado «Antes había un respeto hacia los mayores y sobre todo unas familias grandes en las que tenían un lugar muy bien definido»
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Trabajo no remunerado «Si el tiempo dedicado a cocinar se convirtiera en empleos, las cifras macroeconómicas cambiarían radicalmente»
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Ciudades «Hace falta un urbanismo ajustado a las condiciones nuevas de la población, con pocos niños y muchas personas mayores»
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Muerte «Hay una cuestión de fondo, y es en qué medida es obligatoria la vejez, en qué medida uno puede irse sin apurarla»
– ¿En una sociedad cada vez más envejecida y con menos jóvenes va a haber gente suficiente para cuidar a los mayores?
– Ya lo veremos. Está empezando a haber innovaciones, por ejemplo de cuidado con drones. Hay una cuestión de fondo que no es fácil de expresar y es toda una filosofía de la vida sobre en qué medida es obligatoria la vejez o en qué medida uno puede irse sin necesidad de apurarla, porque los avances tecnológicos y de la industria farmacéutica y médica ya permiten reemplazar las funciones vitales de nuestros cuerpos muy bien y durante muchísimos años. Esto quiere decir que puede alargarse una vida casi indefinidamente. ¿Cuál es el momento de despedirse, de decir ya basta ? Las leyes de eutanasia de alguna manera lo que hacen es darle al sujeto más posibilidades de decidir cuándo se quiere ir, pero esto no es nada más que una gotita y el principio de una filosofía nueva sobre la muerte.
– Eso supondría ampliar los supuestos de la actual Ley de Eutanasia.
– Lo que aparece ahora no como una promesa, sino como una amenaza, es precisamente la ciborgización en el final de la vida.
– ¿Qué significa eso?
– Que tú no te mueres nunca. Cuando te da el primer infarto te cogen y si te has quedado muy mal, te pueden meter en una UCI y distintas tecnologías van a reemplazar todas tus funciones vitales. En la mitología antigua, el alma de los que habían muerto pasaba por una etapa intermedia, tenían que cruzar la laguna Estigia para irse al mundo de los muertos. Poco a poco se iban opacando, perdiendo fuerza, pero ahora la laguna se ensancha y se ensancha porque con las nuevas tecnología sanitarias se puede alargar todo lo que se quiera la vida. Esto es una amenaza real.
– Con tanta tecnología, ¿dónde queda lo afectivo?
– Ese es uno de los desafíos, cómo podemos combinar tecnologías que de momento son muy deshumanizadoras. Yo, que tengo mucho trato con estudiantes de salud pública y con cuidadores, les pondría como una práctica obligatoria que vayan todos los días por lo menos durante una semana a una UCI y que vean lo que es la situación de tensión que se vive allí. Hay casos de gente que lleva cinco años porque la tecnología no le deja morir.
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– ¿Qué pasaría si todos pudiéramos experimentar de jóvenes lo que supone tener 95 años?
– Si nos convirtieran de repente en una persona de 95 años y nos dijeran a vivir, cruza la calle, vive con la pensión, quédate sin pareja…, sería fantástico porque aumentaría el grado de sensibilización y comprensión con los mayores.
– ¿Habría que cambiar algo en las ciudades para que los mayores no tengan miedo de salir a la calle?
– Mucho. Hace falta un urbanismo ajustado a las condiciones nuevas de la población, y una de estas condiciones es que tenemos muy pocos niños, muchas personas mayores y, además, turistas e inmigrantes que no dominan nuestros códigos. Hubo una época en la que estuvieron de moda las plazas con huecos en el suelo y eso es un peligro para una persona mayor si no ve muy bien, también está el tiempo que tarda un semáforo y todavía hay un montón de edificios a los que solo se puede subir por las escaleras.
– ¿Quién le gustaría que le cuidara cuando lo necesite?
– Creo que tengo una obligación moral de cuidarme más de lo que me cuido para necesitar lo menos posible que los demás dejen de hacer su vida y tengan que dedicarse a cuidarme. Me gustaría que me cuidara mi familia, pero he visto que eso no es compatible con gran parte de la vida actual, por ejemplo el empleo, que a su vez es la garantía de la independencia. A mí no me gustaría que tuvieran que cuidarme mis hijos, lo que me gustaría es ser libre para decidir el momento en el que puedo irme.
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