María Ángeles Durán | Socióloga
«Los afectos no se regalan, hay que cuidarlos y conservarlos»«No me puedo quejar. Fui la primera mujer que sacó una cátedra de universidad en mi campo, he tenido posibilidades de trabajar y de estudiar fuera de España»
«El azar no se puede controlar. Por más que te esfuerces, a veces las cosas salen mal», afirma.
– ¿Ha tenido éxito en ... la vida?
– Lo del éxito es muy relativo. Si se me mide con muchísimos parámetros, salgo con una puntuación muy alta. Para empezar, he tenido bastante suerte. He tenido una pareja con la que he convivido 55 años y cuatro hijos, tengo una familia de muchos hermanos, muchos primos, que tenemos una relación intensa y buena. Afectivamente he tenido mucha suerte.
– ¿Y profesionalmente?
– No me puedo quejar. Fui la primera mujer que sacó una cátedra de universidad en mi campo, he tenido posibilidades de trabajar y de estudiar fuera de España, he elegido quedarme como una opción y creo que soy de las pocas personas que ha recibido en dos ocasiones un premio nacional de Investigación y siete doctorados Honoris Causa.
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– No está mal.
– No, y he llegado a la edad que tengo ahora, 84 años, después de haber pasado por un cáncer y por una difteria que casi me mata de niña. He pasado épocas malas, mi padre murió cuando yo tenía 17 años, mi primer hijo murió y mi marido falleció hace siete años. He tenido momentos difíciles, pero en conjunto he sido muy afortunada.
– ¿Ha tenido que pagar un precio elevado por esta fortuna?
– Pues no lo sé. Hombre, yo creo que los afectos tampoco se regalan, hay que cuidarlos y conservarlos, pero no basta. Hay un elemento que es el azar, y tú no puedes controlarlo. Por más que te esfuerces, a veces las cosas salen mal y ya está, no hay manera. El éxito profesional también depende un poco del azar, el resto es mucho trabajo. He trabajado mucho, esa es la verdad. Yo envidio a la gente que adelgaza cuando tiene mucho trabajo.
– ¿Por qué?
– Es que yo engordo, y eso lo tengo calculado. Escribir un artículo me solía a costar engordar cinco kilos, escribir un libro diez y en las oposiciones a cátedra engordé 16 kilos. Después se pierde parte, pero parte se queda.
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