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Nidia González
Martes, 16 de julio 2024, 13:20
El día del Carmen volvió a ayer reunir a sus veteranos en el mar. Los arrantzales se juntaron una vez más para rememorar juntos una ... vida dedicada a la mar, llena de anécdotas divertidas y unas cuantas desgracias. Ángel Arreiaga acudía por tercer año, pero en esta ocasión el homenaje era para celebrar junto a sus compañeros de prefesión. Arreiaga estuvo 42 años en la mar y seguirá, aunque de otra manera, «hasta que el cuerpo diga lo contrario», señala el arrantzale. La vez que más tiempo estuvo lejos de casa fueron 27 días con la misión de hacer carnada de fondo en Burdeos. En esas expediciones se enfrentaba a «muchas dificultades». «La mar es dura, lidiar con el fango y la perdida de redes era lo peor, pero también tiene momentos buenos», recalca. «Lo mejor eran las buenas pescas y, cómo no, la llegada a casa, sabiendo que me esperaban mi mujer y mis hijos con tanta alegría». Aquellos días los guarda con nostalgia y con mucho agradecimiento por los grandes amigos que formó, y con los que se sigue juntando todos los años para celebrar su gran día, «el día de los arrantzales».
Benedicto Gargarza se dedicó toda su vida a la mar. Oriundo de Mutriku, siguió la estela familiar, pero lamenta que hoy ya no exista esa tradición, «es una pena que se esté perdiendo, hoy solo Getaria y Orio siguen manteniendo vivo este oficio». Entre los viajes que sigue recordando este pescador está la vuelta a las Islas Azores, en la que estuvo casi treinta días en la mar y «lo peor fue que no pescamos nada, éramos 14 personas que volvimos a tierra con mucho cansancio y tristeza».
El momento más duro que enfrentó Gargarza fue la pérdida de un pescador. «Yo era el patrón del barco cuando se perdió (murió)». Xabier era un joven de 27 años y uno de los arrantzales en la ruta de la salida del puerto en busca de atún. «En uno de los momentos de guardia que solíamos hacer, fuimos a buscarle a su camarote, que se encontraba en la parte superior del barco, y ya no le volvimos a ver». Pese a las pérdidas y los momentos duros que afrontó en la mar, Gargarza hace un balance de su vida y concluye que este oficio «a la larga te compensa».
Juan Enrique Amunarriz recibió ayer el premio al más veterano de la cofradía de Orio. «En los mas de cuarenta años que pasé en la mar, la Virgen del Carmen era nuestra estrella, la llevamos siempre en el corazón». Los arrantzales de ahora cuentan con la ayuda aparatos que les facilitan los viajes y hacen que naveguen más seguros. «Antes no contábamos con los partes meteorológicos que tienen hoy. Podía ocurrir que antes de salir, la mar estuviera calmada y a la media noche venía el temporal y había que aguantar y estar a la capa», comenta el pesquero, que lamenta que ya no existan jóvenes que quieran «mantener viva nuestra historia».
El 16 de julio es un día de «alegría» para reunirse con los compañeros de la mar de toda la vida. «Empezamos en este oficio con 14 o 15 años», recuerda José Mari Emazabel, del puerto de Hondarribia, que en sus tiempos de arrantzale tuvo un percance que le hizo caer al agua en costas venezolanas. «Ahora disfruto del mar de otra manera, ya no voy obligado», afirma Emazabel.
El homenaje comenzó en el ayuntamiento de Donostia y congregó a 122 de los 300 arrantzales jubilados. Se entregaron ocho obsequios de manera simbólica a las personas con más edad de cada uno de los puertos: Mutriku, Zumaia, Getaria, Orio, Donostia, Pasaia-San Pedro y Hondarribia y a las rederas. Estuvieron acompañados por la consejera vasca de Alimentación, Desarrollo Rural, Agricultura y Pesca, Amaia Barredo; y el director de Pesca y Acuicultura del Gobierno Vasco, Leandro Azkue; la teniente alcaldesa del Ayuntamiento de Donostia, Nekane Arzallus; la directora de Opegui, Miren Garmendia y los presidentes de cada cofradía.
Una vez terminada la ceremonia de bienvenida y los discursos protocolarios, los arrantzales se dirigieron hacia el muelle, donde disfrutaron de un almuerzo en Kofradia-Itsas Etxea, para después acudir a la misa en honor a la Virgen del Carmen en la iglesia de San Pedro. El día se presentó nublado y la virgen salió puntual con la mirada de curiosos y turistas que acudieron a presenciar un acto vistoso y lleno de simbolismo. Al finalizar la misa, el grupo de dantza Kresala, junto a Hernaniko Leokadisti Txistu Taldea amenizó la salida con bailes tradicionales en honor a los pescadores. Fue uno de los momentos más emotivos de la jornada, donde se recordó a los compañeros que ya no estaban presentes.
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