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«Vinimos hace años y nos enamoramos de la ciudad»
Cientos de turistas abarrotan este puente de diciembre los principales puntos de interés de la geografía guipuzcoana
Es seis de diciembre, festivo nacional, y la barandilla de La Concha parece el metro de Londres en plena hora punta. La única diferencia es ... que aquí ninguno lleva prisa. O, al menos, muy pocos. Todos quieren inmortalizar el icónico paisaje que hay detrás y da igual lo que haya que esperar para poder lograr el mejor ángulo posible. El mar está como un plato, el sol brilla en el cielo y la isla Santa Clara luce majestuosa en medio de la bahía. Tampoco falta el intrépido bañista en el agua ni los valientes que se han animado a pisar la arena y remojarse los pies en la orilla. La imagen es inmejorable.
Sonsoles y Rodrigo han tenido suerte. Son unos de los afortunados que han podido alcanzar la primera fila de la barandilla más famosa del mundo. Aprovechan el momento y se sacan un selfie. Son de Madrid, llegaron el martes y se quedan hasta el domingo. Están de ruta por el norte. «Hemos venido varias veces a Donostia. Hoy estaremos por aquí y andaremos moviéndonos de aquí para allí. Queremos visitar también Bilbao o San Juan de Luz», relatan.
«Mi tío vivió aquí», admite ella, que no esconde su predilección por la capital guipuzcoana, la cual han visitado un puñado de ocasiones. «Nos gusta mucho y siempre está bien volver. Esta vez vamos impromisando un poco. Daremos una vuelta, luego iremos a comer y ya veremos», añade Rodrigo, que no esconde su perplejidad por el buen tiempo que está acompañando en este inicio de puente de diciembre. «Veníamos mentalizados de que iba a llover, así que mira que bien», aseguran con una sonrisa.
A unos pocos metros Almudena y Jesús repiten la misma escena. Teléfono móvil en mano no dudan en inmortalizar para la posteridad la majestuosa bahía de La Concha. Ella opta por una fotografía estandar. Él, por una panorámica que capture todo el paseo, desde el ayuntamiento hasta el Peine de los Vientos. Vienen desde Madrid, aunque los dos son andaluces. «Estamos haciendo una ruta por el País Vasco. Dormimos en San Sebastián y nos iremos moviendo a distintos sitios, a los que podamos», señala Almudena.
Visitantes nuevos y habituales
Y es que los planes no los establece esta pareja, sino la pequeña Almudena, que pasea majestuosamente desde su sillita. «Supongo que acabaremos estando varios adías aquí, porque con ésta (por la niña) no se puede hacer tampoco mucha gran cosa. Ahora volvemos al hostal, a ver si come y echa la siesta», añade. No es la primera vez que pisan Donostia, un lugar al que siempre desean volver. «Estuvimos hace años y nos enamoramos de la ciudad», sentencia Jesús.
Pero no hace falta recorrerse miles de kilómetros para visitar el territorio. Anabel y José Luis apenas han cubierto una distancia de 180 kilómetros en coche. Viven en plena Ribera de Navarra, en Tudela, y han subido al norte para pasar el día. «Conocemos la ciudad, sí. Hemos venido muchas veces», asegura ella mientras realiza una fotografía a su marido con la isla Santa Clara de fondo. «Daremos una vuelta, comeremos por aquí y a media tarde volveremos a casa», relata él, quien no duda en destacar las particularidades de la capital guipuzcoana. «Es muy bonita, la gente es muy agradable y está todo muy limpio y tranquilo».
A unos metros aparece un tumulto de gente. Son alrededor de una quincena. Quizá veinte. Todos se dirigen al mismo punto. En medio, un guía comienza a hablar a través de un pequeño megáfono. Señala hacia los jardines de Alderdi Eder y al imponente edificio que hay enfrente, el ayuntamiento. Todos atienden atentamente y asienten con la cabeza. Alguno no duda en inmortalizar el momento. Los hay de dos tipos. Los más modernos con el teléfono móvil. Los tradicionales, con la cámara de fotos.
Se acerca la hora de la comida y el hambre comienza a apretar. Qué mejor plan que llevarse algo a la boca después de una mañana entera recorriendo la ciudad. Las terrazas y bares de la Parte Vieja comienzan a llenarse conforme pasan las horas. Los asturianos Marga, Samuel, Tamara y Natalia acaban de hacer un receso en uno de los bares de la calle Mayor para reponer fuerzas. «Hemos estado en Vitoria y Pamplona, hoy aquí en San Sebastián y mañana vamos a Olite. También queremos visitar Bayona estos días», relatan.
Solo una de ellas, Tamara, había visitado con anterioridad la capital de Gipuzkoa. Los demás se están quedando fascinados con lo que están viendo. «Precioso, una maravilla. Todo limpio, bonito, cercano...», explica Samuel. «Bueno, menos el funicular», le interrumpe Natalia, en referencia al transporte que porta a los pasajeros a lo más alto del monte Igeldo, desde donde se puede otear toda la bahía. La gastronomía del territorio ha sido otro de los reclamos para esta familia. «Se come de maravilla, aunque en eso nosotros los asturianos tampoco nos podemos quejar. Allí se come muy bien también. Además, los precios son bastante similares así que tampoco no está pareciendo todo tan caro, como se suele decir», concluyen.
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