En la sala de espera
Desde el Bule ·
Hay sillas en las que por muchas vueltas que des nunca se está cómodo del todo. Las de las sala de espera de cualquier centro ... médico son rígidas y frías. No hay manera de acomodarse y si solo hay que pacientar unos minutos, no pasa nada, pero si la espera se alarga, empieza una batalla interminable con el respaldo.
Normalmente, cruzamos y descruzamos las piernas varias veces, ponemos recta la espalda y miramos al frente. Si no hay nada interesante y ya hemos leído todos los letreros que aconsejan vacunarse contra la gripe o los que destacan la importancia de llevar una vida saludable, pasamos a escuchar conversaciones ajenas. Entonces, jugamos a imaginarnos qué es lo que les pasa a los demás y por qué están esperando a que les atienda su médico. Pensamos que ese vecino que no sabes ni cómo se llama pero que te lo cruzas asiduamente por el barrio viene a una revisión rutinaria, que la señora de pelo rubio y cardado tendrá que consultar algo y que la pareja joven tal vez solo quiera informarse sobre qué hacer ante un posible embarazo. Pero igual no. Puede que no acertemos ni una pero para cuando miremos el reloj ya habrán pasado, como poco, cinco minutos.
Si todavía nos queda tiempo, podemos repasar lo que hemos hecho antes de llegar, lo que queda por hacer y lo que dejamos para otro día porque las horas no dan para más. Con suerte, la puerta se abre pronto y sale un paciente. Ya casi nos toca. Ya estamos más cerca de oír vociferar al médico desde dentro de la sala. Y si no es el caso, siempre podemos seguir observando o imaginándonos qué pasaría si entrara un asiático con mascarilla. Seguro que más de uno tensaría pensando en que acabaría contagiado solo por mirale. Maldito miedo irracional, como el que me hace a mí ir al médico.
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