Mientras los taxistas celebran el principio de acuerdo alcanzado con el Gobierno Vasco para restringir la actividad de los VTC y eliminar en la práctica ... la entrada en Euskadi de empresas como Uber y Cabify, observo como gran parte de mi entorno sigue sin entender cómo puede ser aplaudido por las instituciones el mantenimiento de un statu quo que impide de lleno la mejora del servicio. Por una parte, porque el pastel se lo han vuelto a repartir las mismas empresas del sector que, sin competencia, no se ven en la obligación de tener que implantar mejoras del siglo XXI. ¡Incluso la geolocalización ha sido prohibida! Y por qué preocuparse de la satisfacción del cliente. Me temo que tendremos que seguir leyendo y oyendo quejas de donostiarras -y no nos olvidemos de los turistas- que no pueden conseguir un taxi un domingo a primera hora de la mañana, cualquier madrugada o cuando llegan en tren por la noche a la Estación del Norte. Y por otra, porque el Ayuntamiento no controla que haya un número suficiente de vehículos para prestar un servicio público adecuado, ni parece gestionar adecuadamente las licencias que otorga. El Gobierno Vasco ha querido evitar que las tormentas de Madrid y Cataluña lleguen aquí, pero ha atendido las demandas del taxi y no las del consumidor. Y me parece que la felicidad del sector por este pacto choca con una clientela que, por cosas como ésta, puede profesarle poca simpatía.
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