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«Mantenemos el espíritu de la época dorada de la motocicleta guipuzcoana»Acompañado por tres motoristas de pro, Encarni Labandera, Óscar Anglada y Haritz Anabitarte, el presidente del Real Moto Club de Gipuzkoa recibió el sábado en ... Cantalejo, Segovia el trofeo-galardón que certificaba que el motoclub organizador de la concentración La Leyenda Continúa ('The Authentic') consideraba legendarios a los motoristas que suelen reunirse en su local de la calle Usandizaga para organizar salidas tan insuperables como la Transpirenaica. El lunes, Javier, atendía en el Picachilla de La Zurriola a decenas de medios de comunicación. El presidente del club castellano recibió como agradecimiento a tanto agasajo, el gran libro que conmemoró en 2015 los 100 años del Real.
– Y por eso somos leyenda, ¿no?
– Estoy seguro de que así es. Nos han nombrado en Segovia Leyenda Nacional porque, en un mundo en plena transformación, cuando las motos ya son eléctricas, cuando las licencias para federarse como piloto de competición resultan más caras o más baratas según en qué comunidad habites o ruedes, cuando la tecnología (impresionante, maravillosa; a veces hasta mejora las capacidades del piloto) domina el gran y hermoso circo que son las competiciones, nosotros, el Real Moto Club de Gipuzkoa, sin anatemizar los grandes avances en la fabricación de motocicletas (impresionante la Tiger 900 Triumph, inenarrables las KTM 1050 y 1090), seguimos manteniendo vivo el espíritu de la época dorada del motociclismo. Fue hace décadas (no tantas). En el siglo pasado. Cuando, piénsalo, en la competición mundial de velocidad, hasta las máquinas de 500 cc eran de dos tiempos. Y las motos olían. A gasolina. Y aceite. Corría una leyenda...
– La conozco, decían que hasta los aviones transoceánicos usaban aceite de ricino para aumentar el octanaje del combustible.
– A mí y a otros tantos como yo, aquel olor nos resultaba absolutamente embriagador. Eran los tiempos de Ángel Nieto. Y de Saarinen, magnífico piloto nórdico que fallecería, siendo campeonísimo de 250 y 500 cc, en Monza junto a Renzo Pasolini. Los tiempos en que yo, y muchos, estábamos enamorados de Taru Rinne.
– No me extraña. Era brava. Corrió a altísimo nivel en los grandes circuitos pero Bernie Ecclestone, capo de los circuitos...
–... La dejó fuera de las carreras tras haber sufrido un grave accidente en el mítico Paul Ricard. Hablando de chicas, en Cantalejo homenajearon a Isabel Puig, que lleva casi 60 años andando en moto; desde que su abuelo le regaló una Peugeot al cumplir 11.
– No sé si nos estará quedando la charla demasiado nostálgica...
– Pues evitémoslo. Para quienes los vivimos fueron tiempos hermosos. De absoluta libertad. Había pocas o ninguna norma. El peligro existía. Siempre lo ha hecho y lo hará. El frío era intenso. Llevábamos periódicos entre el jersey y la chaqueta, manoplas en los puños. Rodábamos hasta Miranda de Ebro y ¡nos salían sabañones! Hoy hay motos con calefacción. Y tejidos inteligentes. Yo empecé a andar en una Lambretta 150 de 4 velocidades. Era la del taller de electrodomésticos donde había entrado de aprendiz. De aquellos tiempos me queda el gusto por el ruido que hace la bota al cambiar de marchas. Y para siempre, ese 'volar' sobre una carretera que acababa haciéndose (nos lo parecía) más y más estrecha, como una pista de aterrizaje. Todo eso más el nervio.
– ¿De abrir gas y que la moto se te encabritaba?
– Exacto. Tuve máquinas que hasta metiendo quinta se levantaba la rueda trasera. Hoy mis motos son medioambientalmente perfectas (Euro5plus) pero eso significa que les han ido cerrando las válvulas de escape de esa furia.
– ¿Duele?
– No. Somos leyenda porque mantenemos el espíritu de esa época dorada pero también porque rodamos, curveamos y pisteamos en el aquí y en el ahora. La moto eléctrica es un buen medio de transporte urbano que no daña nuestro hábitat pero a los Dolomitas vas sobre un caballo de acero del III Milenio con una absoluta precisión en la entrada a las curvas. Con motor de combustión. Sin pisar autopistas (magníficas si solo hay que ir de un sitio a otro) sino por carretera. ¿Que tardas una semana? ¡Ráfagas!
– No andan muchos jóvenes por los motoclubes. Ni por las concentraciones. Ni en las salidas.
– Hablamos de un mundo en transformación; no solo el del motor, también las maneras de socializar. Los jóvenes no necesitan pertenecer a un club para ir a circuito o a tomar curvas. Tienen sus chats, redes, aplicaciones. Tampoco diría yo que les apetece salir en gran formación. Ni de 50 ni de 200 ni de 300, que son los que hemos llegado a juntarnos camino de Canfranc. Sea como sea sí nos gustaría que todos los guipuzcoanos consideraran el Moto Club como auténtico patrimonio de nuestro territorio.
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