El tatuador de Donostia que fue condenado a once años de prisión por delitos contra la libertad sexual
Jack Estrada fue condenado el año pasado por once delitos contra la libertad sexual cometidos sobre diez mujeres
El Diario Vasco
San Sebastián
Martes, 11 de mayo 2021, 19:41
El caso conocido este martes de un masajista de Donostia detenido por presuntamente abusar sexualmente de varias menores recuerda al del tatuador condenado por unos hechos similares ocurridos entre 2014 y 2018. Jack Estrada fue condenado por agredir sexualmente a diez mujeres a once años y un mes de cárcel.
La sentencia hecha pública en febrero de 2020 recogía con detalle los casos de diez mujeres que habían denunciado a Estrada, el juez estimó que este es culpable de once delitos cometidos sobre una decena de víctimas: tres de agresión sexual, seis de abusos sexuales, uno de coacciones y otro contra la intimidad y la propia imagen. Desde un primer momento la defensa del acusado, ejercida por Cristina Morcillo, mostró su disconformidad con la sentencia y confirmó que iba a recurrir la misma ante la Audiencia de Gipuzkoa para volver a solicitar su absolución. Días después la Fiscalía de Gipuzkoa decidió recurrir el fallo, por entender que algunos delitos pueden ser castigados con mayores penas, si bien desde el Ministerio Público no quisieron facilitar más detalles acerca del mismo.
Según recogía Aiende S. Jiménez el 6 de febrero de 2020, el juez le consideraba culpable de tres delitos de agresión sexual, seis de abusos sexuales, uno de acoso sexual y otro de coacciones cometidos sobre diez mujeres. Asimismo, le condenaba a indemnizar a las perjudicadas con 26.820 euros, y tras cumplir la pena de prisión deberá permanecer otros cinco años en libertad vigilada. Por otro lado, le abdolvía de uno de los delitos de abusos, otro de hostigamiento, otro de coacciones y de otro contra la intimidad y la propia imagen. La Fiscalía llegó a pedir para el acusado penas que llegaban casi a los 30 años de cárcel.
Si bien se presentaron hasta catorce denuncias, la sentencia se pronunciaba por los casos de diez chicas que sufrieron algún tipo de delito contra la libertad sexual por el acusado, ya que algunas de las afectadas no se presentaron al juicio. Los hechos recogidos en el texto judicial tuvieron lugar entre 2014 y 2018, la mayoría de ellos en el domicilio en el que vivía el hombre, en Pasaia, y en su estudio de tatuaje 'Factor Tattoo' situado en la calle Aldamar de San Sebastián. El detonante de este caso que provocó la detención del tatuador fue la denuncia que realizó una de sus clientas a través de las redes sociales, quien aseguró haber sufrido abusos por parte de su tatuador, la que dio pie a que aparecieran más denuncias.
Tras acudir al estudio de tatuaje el 30 de enero de 2018 la chica escribió esa noche en sus redes el siguiente mensaje: «Acabo de llegar a casa tras venir llorando en el tren porque hoy he sido acosada sexualmente por mi tatuador». La joven narró lo ocurrido y el texto se hizo viral. Al poco tiempo más mujeres denunciaron haber sufrido situaciones similares cuando estaban siendo tatuadas por Estrada, por lo que el hombre acabó ingresando en prisión y el caso llegó a los juzgados.
Jack Estrada, tras escuchar el testimonio de todas las víctimas, negó todos los hechos de los que se le acusaba. «No soy un monstruo ni un sádico sexual, y tengo pruebas que pueden demostrar que todas las denuncias son falsas», afirmó ante la sala. Sin embargo el juez titular del Juzgado de lo Penal Número 2 de Donostia, Santiago Romero, le encontró culpable de once delitos, diez de ellos contra la libertad sexual.
El magistrado apuntaba en la sentencia que si se analizan las versiones de todas las mujeres «hay una similitud al describir un comportamiento del acusado en el que más o menos sigue un mismo patrón». Primero comenzaba con piropos, se interesaba por su vida privada, y pasaba a referencias sexuales sobre sus cuerpos, realizarles proposiciones sexuales, llegando al contacto y a los tocamientos, a veces con violencia. Asimismo señala que aprovechaba que «se encontraban tumbadas o sentadas pero sin poder moverse» por el tatuaje, y muchas de ellas refieren que les cogía de la mano y se la llevaba a su pene.
En este sentido el juez detallaba que se analizó el caso de cada víctima «de forma concreta e individualizada», si bien que las coincidencias en sus versiones pueden «ir debilitando la verosimilitud del testimonio el acusado e ir deshaciendo como azucarillo en vaso de agua» su presunción de inocencia. La sentencia puede ser recurrida en los próximos días ante la Audiencia Provincial.
Caso 1
«Se acercó a ella y el brazo le quedaba en contacto con el pene»
Cronológicamente, se trata del último caso, pero fue el que destapó los numerosos delitos cometidos por Estrada a sus clientas. Según concluye la sentencia, el 30 de enero de 2018 una joven de 20 años acudió a su estudio para hacerse un tatuaje en el codo, y en un momento dado el acusado «le tocó el culo». Después, le pidió a la joven que se desabrochase el pantalón para poder ver mejor un tatuaje que tenía en el ombligo, «y le metió la mano por debajo del pantalón, tocándole las caderas». Asimismo, pidió a la chica que se tumbara para realizarle el tatuaje, algo que extrañó a esta, ya que era en el codo. Aprovechando que el brazo le colgaba, se acercó a ella mientras trabajaba, «de tal forma que el brazo quedaba en permanente contacto con el pene» del acusado. El juez considera que estos hechos son constitutivos de un delito de abuso sexual y le condena por ello a un año y cuatro meses de cárcel, además de establecer, como en el resto de los casos, medidas de alejamiento y la prohibición de comunicación. Tanto la Fiscalía que ejerce el fiscal David Mayor como la acusación particular de la joven solicitaron cinco años por abusos sexuales.
Caso 2
«Se bajó los calzoncillos y la acorraló contra la encimera de la cocina»
El primer caso conocido sucedió en verano de 2014. La novia de un amigo del acusado, con la que convivía en Pasaia y que también le acusó en el juicio, empezó a recibir mensajes subidos de tono como que «había soñado con ella, que se había levantado muy cachondo y que un día lo hizo con su mujer pensando en ella». Un día estaba con la joven, de 22 años, en la cocina cuando «se bajó los pantalones y los calzoncillos y la acorraló contra la encimera de la cocina». La joven comenzó a gritar «que parase, al tiempo que trataba de quitarse de encima al acusado», que paró cuando se dio cuenta de que su mujer, que estaba en la casa, se dirigía a la cocina. El juez le condena a un año y tres meses de prisión por un delito de agresión sexual, si bien le absuelve del de hostigamiento.
Caso 3
«Le puso contra la pared frotando su cuerpo y le tocó un pecho»
También se le sentencia a dos años de prisión por agresión sexual por unos hechos ocurridos en febrero de 2016, cuando una mujer de 38 años acudió a su estudio para concertar tres sesiones de tatuaje. En la primera sesión le dijo que «qué guapa era y qué ojos más bonitos tenía». Al cabo de unos días le envió un mensaje al móvil con un «vídeo de su mujer haciéndole una felación». En la última sesión, Estrada le dijo que le iba a hacer unas fotos del tatuaje cuando agarró a la mujer «y la puso contra la pared frotando su cuerpo contra el suyo al tiempo que le tocó con una mano uno de sus pechos». Asimismo, el juez considera probado que el tatuador agarró la mano de la chica «llevándosela a su pene, sacándoselo de los calzoncillos», al tiempo que le decía que aunque gritase no iba a ir nadie.
Caso 4
«Intentó besarla y comenzó a masturbarse delante de ella»
El caso con mayor carga penal ocurrió en verano de 2016, mientras el acusado tatuaba a una mujer de 36 años en el brazo. El texto detalla que Estrada «de forma sorpresiva se sacó el pene erecto y cogiendo la mano de la chica se la llevó a su miembro al tiempo que le decía que ya no podía más». A continuación «se abalanzó sobre ella» y trató de besarla, aunque ella se zafó, momento en el que él se bajó los pantalones y comenzó a masturbarse. La joven se fue con el tatuaje sin terminar y tuvo que acudir al médico para curarse el brazo, además de recibir tratamiento por «ansiedad, debido a la impresión que le generaba cada vez que veía el tatuaje». La acusación particular y la Fiscalía solicitaron cinco años de prisión por estos hechos, si bien finalmente ha sido condenado a tres años de cárcel por un delito de agresión sexual.
Caso 5
«Me quiero acostar contigo, ese cuerpo lo quiero, mira qué pecho»
Su estudio fue escenario de la mayoría de los abusos cometidos. El juez le condena a un año y tres meses de prisión por un caso ocurrido a comienzos del 2017, mientras tatuaba a una joven de 25 años. Estrada comenzó a lanzarle piropos, diciéndole «me quiero acostar contigo, quiero regularizar mi situación en España, ese cuerpo lo quiero, quiero dormir contigo, mira qué cadera, qué pecho», etc, por los que la mujer le recriminó. Además, sin necesidad de hacerlo para tatuarle, «le tocó los glúteos y la cadera, al tiempo que le decía »vaya cadera«, mientras intentaba bajarle un poco más los pantalones. Asimismo, le subió la camiseta hasta que se le vio el pecho, al tiempo que el acusado le hacía fotografías y le tocaba uno de sus pechos, alegando que lo hacía »para comprobar si eran de verdad«.
Caso 6
«Iban en el coche cuando le cogió la mano y se la llevó a su pene»
Su estela de delitos continuó durante 2017. Una mujer de 32 años que conoció durante uno de los cursos de formación que impartía también denunció haber sufrido abusos por parte de Jack Estrada. Este le hizo propuestas sexuales «de forma frecuente», a las que ella se negaba. Un día, volviendo a casa en coche, el acusado cogió la mano de la chica «y se la llevó a su pene». En otra ocasión, en su estudio y estando los dos solos, «se bajó los pantalones exhibiendo su pene», y le admitió que no quería cobrarle por las clases de tatuaje, «sino que quería acostarse con ella». El juez entiende que estos hechos son constitutivos de un delito de abusos sexuales y le condena por ellos a un año y tres meses de prisión, así como a otros cuatro meses de cárcel más por acoso sexual.
Caso 7
«Le contó que su mujer no le satisfacía y que le ponía mucho»
En 2018 otra mujer de 31 años fue víctima de su «modus operandi». Mientras le tatuaba, Estrada le dijo que era «una mujer muy sensual» y empezó a relatar que su mujer «no le satisfacía», que «tenía un cuerpo latino con muchas curvas, que le encanta y que le ponía mucho, llegando a pedirle que le enseñara sus pechos». Además, mientras estaba en la camilla, cogió su mano y diciéndole que estaba «muy cachondo y que la tenía dura» le hizo tocar su pene y le intentó dar un beso en la boca. Por estos hechos se le impone una pena de un año de prisión por abuso sexual.
Caso 8
«No pudo impedir que le besase en la comisura de los labios»
En algunas ocasiones realizó abusos que no llegaron a situaciones de gran connotación sexual. Es el caso de una joven que acudió al estudio a finales de 2016, cuando tenía 17 años. Una vez dentro del centro Estrada cerró la puerta y después de hacerle el tatuaje le preguntó si podía darle un beso. Ella accedió y el le besó en la mejilla, si bien le pidió otro, «al tiempo que fue a besarle en la boca», y aunque la joven se giró no pudo impedir que este le besase en la comisura de los labios. Ha sido condenado a una multa de 4.800 euros por un delito de abuso sexual.
Caso 9
«Le pidió que se quitara el sujetador y el tatuaje era en el hombro»
Otro caso similar al anterior es el de una mujer de 31 años que en 2017 fue a tatuarse a su establecimiento. El acusado le pidió que se quitase la camiseta y el sujetador, a lo que ella se negó, por considerar que no era necesario porque el tatuaje era en el hombro. El tatuador comenzó a decirle «qué labios más carnosos», así como a tocarle la cintura y otras partes del cuerpo. En un momento dado, «aprovechando que tenía que estar quieta mientras le hacía el tatuaje, fue a darle un beso en la boca sujetándole la cara y ella se giró, haciendo que le besase en el cuello».
Caso 10
«Le dijo que le deseaba, que quería sentir su piel»
También le condenan por un delito de coacciones leves a una multa de 720 euros por su actitud con una alumna de uno de los cursos que impartía en una escuela de tatuajes situada en el barrio de Gros. El acusado comenzó a interesarse por ella y llegó a decir delante de otros alumnos frases como «me gustaría tatuarle y otras muchas cosas». En una ocasión le llamó al móvil y le dijo «que le deseaba y que quería sentir su piel contra la suya» y además le propuso hacerle descuentos en tatuajes a cambio de fotografiarla desnuda, a lo que ella le contestó que «le molestaba y que le daban ganas de vomitar y diarrea». La mujer ha sufrido «trastornos del sueño y pérdida de apetito».