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El Ayuntamiento donostiarra ha reforzado la presencia de la Guardia Municipal en el Buen Pastor tras escuchar las denuncias de unos 60 hosteleros y ... comerciantes del Centro que llevan meses presenciando pequeños hurtos, actos incívicos y riñas provocados a diario por un grupo de jóvenes conflictivos. Son alrededor de veinte personas, habituales de los calabozos, que se pasean a diario por el entorno de la catedral y las calles Fuenterrabía y Alfonso VIII.
Los afectados por el incremento de la inseguridad han creado un grupo de Whatsapp que empezó con una decena de miembros y ya cuenta con más de medio centenar de voces que dicen estar «hartas». «Pelean entre ellos, orinan en la calle, trapichean, les ves en el suelo medio inconscientes de la borrachera que llevan... Y hay mujeres que están solas en su tienda que no se sienten nada tranquilas», resumen. De hecho, a mediados de junio, un grupo de chicas jóvenes tuvieron que refugiarse en un bar de la zona tras un encontronazo entre un chico de su grupo y uno de estos magrebíes, que empezó a increparlas. «La Guardia Municipal actuó, pero no se interpuso denuncia», apuntan fuentes municipales.
Las intervenciones policiales son «diarias» en este céntrico corredor de Donostia y «los agentes nos dicen que están atados de pies y manos. Para ellos también es frustrante. Se los llevan y a la media hora están fuera otra vez», comentan varios trabajadores de los establecimientos de la zona. «Si quienes tienen que velar por nuestra seguridad no pueden hacerlo... ¿cuál es la solución?», se preguntan, a sabiendas de que la resolución de la problemática es compleja.
Cada establecimiento vive su realidad. «Por las tardes, cuando ya están más pasados, vienen a la tienda y roban con total descaro. Y si les pillas, te tiran las cosas de la estantería», denuncia un trabajador del Eroski Center de la calle Alfonso VIII, en la que han retirado los bancos para «evitar que se sienten y molesten a los clientes de las terrazas».
A Alessandra Bianchi, del Café Irubi, le puede más el hartazgo que el temor a represalias. «Me han espantado mucha clientela. Un día me encontré dos carteras dentro de la cisterna y otro les pillé trapicheando en mi terraza. Les dije que se largaran, que no les volvía a servir. Ahora pasan por delante y me hacen el gesto de cortarme el cuello o me llaman racista. No es racismo, lo que no quiero es tener a veinte personas delante de mi bar bebiendo de nueve de la mañana a nueve de la noche, trapicheando y generando inseguridad. En esta plaza antes jugaban muchos niños y da pena porque Donostia no era así», lamenta.
Tras la denuncia de varios comerciantes y hosteleros, el concejal de Seguridad, Martín Ibabe, y otros responsables municipales mantuvieron una reunión en mayo y una segunda en junio con los empresarios de esta zona de Donostia. «La respuesta fue inmediata y al día siguiente ya se vio mayor presencia policial», se congratulan los propietarios de los establecimientos, que tienen programado un tercer encuentro tras el verano para hacer balance de la situación.
Entre las peticiones que ya tienen anotadas figura que «el puesto fijo de la Guardia Municipal, que pusieron al principio, lo dejen aquí de forma permanente», apunta Bianchi. «En cuanto colocan ese puesto fijo, desaparecen de la plaza. Ya sé que se irán a otro lado, pero...».
Para los hosteleros y comerciantes, el motivo por el que se ha llegado a esta situación se debe a varios factores. En un inicio, cuentan, se debió a la conexión a la red wifi municipal gratuita del Koldo Mitxelena, donde también se registraron numerosos incidentes. Tras el cierre del centro cultural, «se han hecho fuertes en esta zona», comenta otro hostelero, que prefiere conservar su anonimato.
Otro de los argumentos que trasladaron al equipo de gobierno es que el vallado por las obras del Topo en la calle San Martín ha sido durante meses una barrera urbanística que convertía el Buen Pastor en una «isla» que, a su vez, creaba un corredor hasta la estación de autobuses y Tabakalera, otra zona conflictiva. «Los peatones no cruzaban por la plaza, sino que seguían por la calle Urbieta. Y al reducirse la afluencia de gente en este entorno, los árboles echan raíces», señalan de forma metafórica.
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