«La flor aún tiene fragancia pero hemos olvidado cómo sentirla»

- Bonito ramo el de la foto, Pilar.

- Hay rosas. Rojas. Símbolo del amor, naturalmente. Pero también de amistad. De una amistad que empieza o de una que se fortalecerá con el regalo. Hay helechos. Y paniculata. Me gusta mucho. Su tallo es fino y sus flores tan blancas que se les llama 'velo de novia'. Ahora se produce en España pero fue flor exótica y las de Ecuador resultan bellísimas. Un último detalle, el ramo está atado con rafia para dar la impresión y mantener la ilusión de que son flores silvestres. De hecho, casi lo son pues las rosas tienen sus espinas.

- Juan, esta historia de comprar una Volkswagen a un restaurador valenciano, convertirla en jardinera y abandonar tu trabajo por realizar el sueño de que el mundo comparta la sabiduría de Pilar empezó en una boda, ¿no?

- Se casó un compañero transportista y mi madre se encargó de la decoración floral. Y del ramo de la novia. Los invitados se quedaron maravillados y la gente del curro me dijo que teníamos que hacer algo, que mi madre debía dedicarse a vender flores. Que no podíamos desperdiciar tanto talento. Ella en ese momento no estaba trabajando y es verdad que necesitaba un aliciente que la reactivase...

- Pilar, segundo ramo que tienes que contarnos en una misma página. ¿Cómo era ese bouquet nupcial?

- Precisamente eso, un 'bouquet'. La desposada no era demasiado alta y cuando la novia no lo es debes crear un ramo compacto, con poca altura y volumen. Su vestido era color marfil así que elegí rosas marfileñas pero conseguí el toque de color preciso con unas pequeñas Gibso, unas baby Gibso rojas y lo rematé con unas Santini verdes. Alambré cada tallo para que no se vencieran con el peso.

- Perdona, Pilar, pero y si la novia es alta, ¿qué clase de ramo haces?

- Más esbelto y en forma de lágrima.

- Aquel día acabó, imagino, como terminan todos los casamientos: banquete, baile y la novia lanzando tu ramo a sus amigas casaderas. Entonces empezó vuestra aventura, la de este 'Amis Flower Truck', 'El camión de las flores de Amis'.

- Queríamos vender flores, sí. Pero de forma original. Acabamos de conseguir todos los permisos para poder instalarnos en los mercados de Lezo, Astigarraga, Usurbil o Plaza de Cataluña. Hasta ahora lo que hemos hecho ha sido venta on line y entrega a domicilio. Siempre con la camioneta que si te has fijado tiene el mismo chasis que las del servicio municipal de limpieza de Donostia.

- ¡Es verdad! Creo que también se os ha visto a vosotros dos aparcar esta camioneta convertida en floristería rodante en jardines de grandes villas donde se celebraban fiestas, recepciones y cumpleaños

- Sí. Las jardineras están montadas sobre escuadras aseguradas en la base de madera. Dentro de ellas hay jarrones llenos de flores. Aparcamos, retiramos las lonas, las flores quedan a la vista y los invitados pueden acercarse a coger las que quieran. Para ponérselas en el ojal de la chaqueta u ofrecérselas a su pareja o a sus amigos. Para celebrar a la anfitriona que les ha invitado y agasajado.

- Juan, se esta cumpliendo tu sueño de seguir siendo transportista pero como chófer de tu madre la florista, ¿alguno más por realizar?

- No me importaría tener otra Volkswagen de mayor potencia, una Transporter por ejemplo y así poder llevar unas cuantas motos y rodar en circuitos. Tengo una CBF cuatro y medio Supermotard. La ando en Los Arcos y Olaberria. He montado en máquinas de MotoGP pero me divierto más en esta categoría porque son motos que te permiten 'tumbar' cuanto quieras y... puedas.

- Pilar, en la furgo hay crisantemos y siemprevivas pero la rosa, ay la rosa. Y si fueran de Ecuador... Y si además tuvieras en la mano esa orquídea Cattleya que tanto deseas...

- En nuestro país habrá 450 variedades diferentes de rosas. Muchos dicen que son las más hermosas del mundo. Grandes. Recias. De tallo largo. Y la Cattleya es... única. Pero no hay flor fea ni, en verdad, frágil. Fíjate, estos fríos de febrero les sientan bien. Porque como pasa con la piel de las mujeres, las mantiene tersas, prietas y sin perder color. Eso sí, cambiándoles todos los días el agua, cortándoles el tallo. Y oliéndolas. Dicen que las flores de hoy no huelen. Mentira, somos nosotros quienes hemos olvidado cómo olerlas.