La liberación del alcalde tranquilo
Eneko Goia cierra un ciclo de diez años «intensos» al frente de la Alcaldía de Donostia
Eneko Goia llega al fin del ciclo que comenzó hace una década. Dice que lo tenía claro, que tenía decidido que su tiempo como alcalde ... tenía un principio y un final. Y ese final será el 16 de octubre, el último pleno que presidirá un hombre que se va «satisfecho» con proyectos importantes cerrados o encarrilados -cuarteles, Topo, Urumea, Txomin...- y con la templanza con la que ha regido sus mandatos un hombre «moderado y tranquilo». En estos años ha vivido momentos buenos, pero también muchos desvelos. En lo político y en lo personal.
La pandemia, en la legislatura anterior, le dejó tocado. Quienes le rodean en los despachos de Alcaldía aseguran que hizo todo lo humanamente posible por mitigar el impacto de la crisis sociosanitaria en la ciudadanía, en especial en los segmentos más vulnerables de la población, y desde entonces ha hecho de la frase «no dejar a nadie atrás» su lema de gobierno.
Diez años son una vida, más cuando uno es el centro de todos los focos. Por eso su trayectoria como alcalde le ha dejado cicatrices. El prematuro fallecimiento de su hermana, cuyo retrato aún preside su perfil personal de Facebook, y la posterior muerte de su madre y su padre, al que cuidó los últimos meses en casa junto a su mujer y sus cuatro hijos, provocaron que el Eneko Goia que le ganó las elecciones a Juan Karlos Izagirre en 2015 no sea el mismo que se marcha en 2025, a dos años de las próximas municipales, con el tiempo suficiente para una «transición» ordenada.
Una bacteria completó aquel complicado cuadro personal y le quitó kilos y le puso años encima. Con más canas y visiblemente más delgado, Goia esperaba el momento en que pudiera liberarse de las responsabilidades, ataduras y sinsabores del puesto. Por eso no es de extrañar que en los últimos tiempos, quizás ya con la decisión tomada «hace mucho» -asegura- y con el aval del partido, se mostrase más relajado, afable y sonriente. Hasta le había cambiado el gesto. Parecía como liberado.
La realidad de Donostia también ha cambiado desde 2015. La vivienda continúa siendo el mayor problema, pero ahora se le han sumado otros como la inseguridad que han llevado a los ciudadanos a elevar el tono de sus críticas. Para Goia, que ha reclamado con rotundidad medidas jurídicas para mitigar «la reincidencia», pisar la calle se había empezado a convertir en sinónimo de quejas y protestas de algunos vecinos que se le acercaban, tal y como volvió a comprobar este pasado lunes en Altza, adonde acudió para recorrer las zonas regeneradas del barrio.
A partir de ahora, Goia quiere disfrutar del trabajo hecho y del orgullo que supone ser alcalde de la ciudad a la que «adoro», un sentimiento que nunca ha perdido por muchos disgustos que haya tenido que digerir en estos años.
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