Ciudadanos
«Tenemos una deuda con nuestros antepasados: devolverles la voz»Aizpea Barros Garmendia | Con 'De mar y hierro' rompe el silencio al que se condenó a una generación
Elena Viñas
Jueves, 29 de mayo 2025, 13:15
La pandemia le llevó a publicar su primer libro, '¡Grita mi nombre!'. Ahora presenta 'De mar y hierro', la novela que resuelve incógnitas planteadas en ... la primera, pero que, ante todo, rinde un homenaje a las mujeres de su familia, las que sufrieron la guerra civil y sus consecuencias. «Tenía la necesidad de que esta historia saliera a la luz para que los mayores vieran que estamos orgullosos de ellos», asegura. El libro ya está a la venta en la librería La Información del barrio del Antiguo.
– ¿Qué respuesta está teniendo 'De mar y hierro'?
– Lo más bonito es que la gente me para por la calle para decirme que, tras leerlo, han preguntado a sus abuelos, en el caso de que todavía vivan, o a sus padres si lo narrado ocurrió en sus pueblos. Les ha dado pie a conocer parte de su historia, tanto la de la familia como la de los pueblos.
«Espero que dé pie a que hablemos con nuestros hijos porque me preocupa su desconocimiento de la época»
– En este libro, al igual que en el primero, habla del silencio como una forma de castigo impuesto de por vida por haber combatido en determinado bando o por otras situaciones.
– Solemos asociar el castigo con algo físico o verbal. Cuando hablamos de maltrato, muy pocas veces nos viene a la cabeza el psicológico. El silencio no es otra cosa que eso, un maltrato psicológico. Muchas de las personas que fueron represaliadas en la guerra civil sufrieron castigos duros, incluso la muerte. A quienes sobrevivieron se les impuso un castigo aún más cruel, el de regresar a la vida que hacían antes, pero obligados a guardar silencio por el miedo a las represalias que podían sufrir sus familiares.
– ¡Qué duro!
– Sí, y me da pena. Los de mi generación, los nacidos entre los 70 y 90, tenemos una deuda para con nuestros antepasados: devolverles la voz que el régimen les arrebató, devolverles la honra y el orgullo. Estuvieron castigados toda la vida, sobrellevando esa pena. Algunos también llevaron el dolor de haber cometido actos atroces y no porque ellos creyeran en esos ideales, sino porque fueron obligados a cometerlos.
– ¿Qué tipo de actos?
– En una de las presentaciones del libro, una chica me contó que, hablando de él con su familia, descubrió que su abuelo fue francotirador del bando sublevado en la guerra civil cuando él, políticamente, no tenía ninguna tendencia. El bando sublevado entró en su pueblo, en Extremadura, y le obligó a alistarse. Como era el cazador de la población, le obligaron a ser francotirador. ¿Cuántos de nuestros abuelos tuvieron que llevar una pesada mochila a sus espaldas y en sus conciencias y, a la vez, sacar adelante con duro trabajo a sus hijos y guardar silencio?
– Brutal...
– Y no pudieron compartir con nadie ese dolor.
– Y pese a que la realidad política cambió, ¿seguían guardando silencio?
– Estaban tan dañados... Era una época, además, en la que mostrar los sentimientos no tenía lugar y más, si eran hombres. No tenían derecho a llorar.
– En sus libros priman los personajes que están rotos e intentan reconstruirse.
– Me gustan las historias de personas rotas porque tienen una mochila detrás que interesa descubrir. Te dan la oportunidad de contar historias que te llegan al alma, que te hacen llorar, reír, soñar y sentirte incómoda. También me gustan los personajes que son malos y sientes animadversión hacia ellos, pero luego vas descubriendo, a través de la historia, por qué han llegado a ese punto. Me gusta que el lector los entienda y empatice con ellos.
– Para que su libro viera la luz ha hecho de mujer orquesta: lo escribió, editó y distribuyó. No parece tarea fácil ser escritora.
– En el Estado español se publican cerca de 90.000 nuevos títulos al año. Es una salvajada. Como cualquiera puede autopublicar, las editoriales hacen un trabajo de filtro. Estoy de acuerdo con ello, pero luego algunas te escriben y lo primero que preguntan es cuántos seguidores tienes en redes. Entonces, ¿qué prima? ¿El contenido y la calidad de las historias o el negocio? Es difícil acceder a las editoriales. Es un sector muy cruel que trabaja mucho el silencio, como mis personajes. Los escritores lo sufrimos de una manera... Mandas tu manuscrito y si en seis meses no te responden, olvídate. No recuerdo a cuántos lugares mandé el manuscrito del último libro y solo recibí una respuesta, la de Txalaparta. Me envió un mensaje personal.
– ¿'De mar y hierro' tendrá continuidad?
– No. Cierro el círculo, aunque es cierto que cuando la gente me cuenta las historias de su familia, me dan ganas de continuar con una saga. Espero, eso sí, que dé pie a que tengamos conversaciones en casa y hablemos con nuestros hijos porque me preocupa su desconocimiento de la época. Una encuesta reciente decía que un porcentaje alto de los jóvenes piensa que un gobierno autoritario no es una mala opción. Me preocupa que el fascismo esté avanzando a marchas forzadas. Por eso es fundamental recuperar estas historias condenadas al silencio. Tenemos que dar a los hombres, pero sobre todo a las mujeres, el lugar que la sociedad de aquella época no les dio, el lugar que merecen.
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