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«Es en la cabeza donde está el cuadro. Y la mano y la espátula lo mueven»De Zumaia, aunque ciertamente haya vivido más de 30 años en Donostia. Trabajó en la gestión de la seguridad medioambiental de una empresa. Ha viajado ... por Marruecos y Egipto atraído por el color rugiente y los olores de sus zocos. Expone mucho y bien en su localidad natal. Vende mucho y bien online a través de sus marchantes italianos. El café lo toma frío. Su obra se exhibe por primera vez en esta ciudad hasta bien entrado julio. En J70, el espacio de decoración (y más) sito en Miguel Imaz. A un paso del Malandrino. A dos del Ondarra. A medio de PhotoGune y a cuatro de la perfumería Mady. Frente al bar La Kaba.
– ¿No existe un pigmento azul natural?
– No. Existen los rojos, los verdes, pero el azul siempre es químico. En la remota antigüedad se conseguía machacando lapislázuli. Hoy se produce industrialmente mediante el calentamiento de aluminosilicatos con azufre. Me encanta el azul. Quizás por el mar, el mar de Zumaia. Trabajo mucho con él. A la entrada verás un cuadro que se titula 'Inteligencia Artificial Robot'. Es precisamente eso, un robot azul que crea otro robot. Es la expansión de los colores hasta que dejan de ser lo que eran cuando empecé a extenderlos. Otro color que me fascina es el rojo, los rojos. Rotos o cruzados por, por ejemplo, dorados. Y siempre, siempre, el movimiento. Los cuadros de la foto representan guerreros masai saltando en sus danzas rituales. El fondo es rojo. Ellos son trazos que se mueven hacia arriba.
– ¿Cómo, desde dónde, con qué consigues que el color se mueva? ¿Ya en la cabeza?
– El cuadro está en la cabeza, sí. Y en la cabeza yo coloco los colores. Pero es la mano, extendida con y en la espátula, la que crea ese movimiento, la que arrastra los colores hasta a veces transformarlos en algo que no eran.
– Entonces, usas espátula, no pincel. ¿Cómo son las tuyas?
– De toda clase. Pueden ser desde las más habituales hasta regletas hechas de cualquier material. Un cartón puede ser una espátula. Un metacrilato flexible, también. Lo voy combando, recogiendo y esparciendo la pintura y luego, al soltarlo, se dispara el color. Tengo una espátula gigante, de 1,20x40. Los pintores usan, usamos, como espátulas hasta llanas y paletas.
– En tu Instagram te autodefines como 'abstracto intuicional' y en Revistart alabaron tu 'Lola Bunny' por, transcribo, «la intensidad del trazo y la determinación de los pigmentos»...
– Como casi todo el mundo, yo de crío dibujaba pero no creas, pintando no llevaré más de cinco años. Desde que me apunté a un curso de pintura en Zumaia. Ciertamente, al principio dibujamos mucho. Lógico. Pero no me interesaba demasiado. Yo buscaba la abstracción, no la figuración. Quizás porque tengo los cuadros en la cabeza. Y los colores colocados. Tal vez por lo que estamos diciendo una y otra vez, ese color tiene que tener movimiento. Siempre.
– Ciertamente, retratista no es que seas. Ni te sientes.
– Sé perfectamente que puede haber un retrato abstracto, un retrato al que el autor imprima intensidad o la particularidad de los tonos cromáticos. Pero ese otro tipo de retrato, el que trata de ser fiel con lo retratado, me parece la definición más clara de copia. El modelo es, justamente eso, el modelo real. Y tú lo copias.
– Una idea atrevida, ¿eh?
– Yo no copio, experimento. Me decían que el óleo no se podía fusionar con el acrílico. Y yo lo he hecho. Decían que en la no textura no hay textura. Y la he encontrado. Volvamos al movimiento, en un cuadro de ocres, negros y blancos he hecho que la masa blanca sea una ola que cae sobre la playa de Zumaia, siempre mucho más agresiva que cualquiera de las de Donostia, mientras que en la masa parda se intuye la montaña que queda detrás.
– No eres un copista, no. Entre esas 'vibraciones de púrpura, esos verdes apagados y la textura que susurra historia' que titulas 'El resplandor del mármol perdido', está el Coliseo.
– Justamente. Sabes que cuando se construyó, el Coliseo romano estaba hecho de travertino, hormigón, madera, ladrillo, piedra, estuco. Y mármol, un mármol que fueron quitando para edificar templos y hacer estatuas. De esa idea, moviendo la espátula sin levantarla del lienzo, sin cortar el trazo, surge, entre brumas de color, mi ensueño colosal.
– No retratas, no, pero sí has pintado a un 'Habitante siniestro de la noche'...
– Me fascinan los murciélagos. Y esa criatura de la noche que pinto en naranjas es uno de ellos. Parece que no tuviera textura pero ahí está su boca y hasta los dedos saliendo de sus alas.
– No hemos hablado de tus pinturas. Creo que te gustan espesas.
– Uso alemanas. Y sí, densas. No me agradan las que resultan licuosas. Yo no las rebajo nunca. Pinto directamente con el pigmento. Mira qué belleza de verde oliva. Cabeza. Mano. Pintura.
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