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Nació en Novoyavorivsk, en el óblast de Leópolis. Bajo el signo de Libra con ascendente en Leo y la luna en Capricornio (ha estudiado astrología...). ... De padre ruso (ingeniero de minas) y madre ucraniana. Se licenció en Sociología. Vivía en Dnipro con sus hijas Lada y Rada (17 y 13 años) cuando la guera estalló. Se fueron a Kiev, bajaron a Polonia. Sergei, un amigo, les dijo que se viniesen para aquí. Su madre está en Alemania. Ella trabaja en Amasa, el espacio gastronómico de la bodega Hika y da clases de yoga en el centro deTerapiasAyurvédicas de Vayu, en la calle Catalina de Erauso. Antes se fue a la India. A estudiar el Shirimad Bahagavatam, uno de los libros principales de la filosofía hindú.
– Llegas al País Vasco. Sin saber ninguno de sus dos idiomas. Con dos hijas adolescentes. Te pones a trabajar 'like a horse', como una mula que diríamos aquí, y de pronto ¡te vas a la India!
– Como socióloga siempre me han interesado las relaciones humanas; las familiares, las de pareja, las que se establecen entre los vecinos de una comunidad, las que surgen entre los habitantes de una ciudad y de un país. Las internacionales. Incluso las que se forjan entre enemigos. Pero además yo siempre he buscado respuestas...
– ¿A qué?
– A todo. ¿Qué somos? ¿Por qué y para qué estamos aquí? ¿Cómo hemos de estar aquí, en este mundo? ¿Qué hago yo aquí? ¿Cómo construyo mi vida? ¿Por qué me da miedo la muerte?
– La Humanidad lleva milenios haciéndose esas preguntas. Ha creado religiones, ideologías, filosofías para contestarlas. No sé si lo hemos conseguido. ¿Tú sí?
– Algunas ya tengo, sí. Empecé a interesarme por la cultura védica que, a partir de los textos sagrados del hinduismo, se enfocó muchos siglos antes de Cristo hacia la comprensión de la naturaleza, la divinidad y la búsqueda de la verdad. Y sí, mis estudios contestaron algunas de mis preguntas.
– ¿Tuviste que adentrarte en los libros Vedas para entender el sentido de la vida? ¿No te habrían valido la Biblia, el Corán, las religiones de Occidente?
– No, porque te exigen fe, te piden creer. Y yo quería comprender, no podía tener fe. En un momento dado me encontré con el yoga. Pero no solo con el yoga físico, el de las asanas, las posturas que fortalecen, flexibilizan y equilibran el cuerpo además de calmar la mente, sino con el yoga como evolución de la cultura védica. El yoga que medita, que se cuestiona y busca. Y sí me fui a la India. Cuando ya estaba aquí, refugiada. Un amigo me prestó el dinero para el viaje.
– Toda esa búsqueda tuya ¿te ha servido para entender el conflicto, la invasión, la guerra que os ha convertido en refugiadas a ti y a tus hijas?
– No. De pronto vi que siendo como soy hija de un ruso y una ucraniana, unos y otros empezaban a odiarnos. No, no lo entiendo. Sé, eso sí, que los poderosos, manejan la filosofía, la cultura, las ciencias a su antojo, para manipularnos a los demás. Pero yo sentía que en medio de la guerra, las clases de yoga que impartía on line a mis amigos, amigos dispersos por toda Ucrania, les daban serenidad. No, no entiendo por qué pasa lo que pasa. Y sí, como tantos otros desterrados, yo también pensé que la guerra no duraría mucho. Y ya ves, va para tres años que estamos aquí.
– Y tu madre, con otras mujeres de tu familia, Julia, Tatiana, en Hagen, en la cuenca del Ruhr. Su bandera coincide con la vuestra, azul y amarilla.
– Fui a visitarla. Estaba tan tan cansada (fregaba platos en Hika con unos compañeros maravillosos), estudiaba castellano en Lanbide, atendía a mis hijas (son jovencitas, quieren cosas pero ya han dejado de decir que quieren volver. Una estudia en Elizaran y hace prácticas en Osakidetza. La otra va a ir al colegio Santa Teresa...). Mi madre quería prepararme buenos platos pero yo solo quería dormir, dormir, dormir. Y dormí, dormí, dormí.
– Necesitabas también buenos masajes. Conociste el centro de Vayu. Te gustó cómo trabajaba con sus manos. Notaste que eran manos que no mentían. Hablasteis. De tus clases de yoga on line.
– Le dije que buscaba un local y acabó ofreciéndome su espacio. Ahora mismo salgo de dar una clase. Noto que a la gente le hace bien. Su cuerpo lo agradece, su mente se calma y se abre. Soy feliz. Tengo 46 años. Algo que me asombra. Miro a Lada y a Rada y pienso 'Oops, si hace nada eran unas niñas...' Me siento fuerte. No entiendo por qué pasa lo que está pasando en mi país pero me ha enseñado algo muy importante.
– ¿El qué?
– A vivir el momento y a disfrutar de lo que tengo. De la gente (tan buena) que he conocido. De estar viva. De sentirme bien en y con mi cuerpo. De que mi madre haya venido a visitarme.
– Dices que no sientes extraño el euskara porque algunos de sus sonidos te resuenan a tus dos idiomas, el ruso y el ucraniano. Ponme ejemplos...
– 'Zori' (estrellas) 'кнопку' (botón). 'Zefir'; son unos ricos dulces que hacemos batiendo puré de frutas y clara de huevo...
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