Aparece la muralla medieval de San Sebastián en las obras de reforma del bar Barandiarán
La Diputación documenta el hallazgo y permite que sigan los trabajos, mientras los dueñosdel local explican que protegerán la histórica 'Cerca Vieja' con un cristal
La reforma que se acomete en el bar Barandiarán, en la esquina de la calle Mayor con Boulevard, ha permitido aflorar restos de la muralla medieval de San Sebastián, una línea defensiva anterior en el tiempo y más interior que la que protegió el municipio entre los siglos XVI y XIX. La Diputación ha documentado el hallazgo y ha permitido que continúen los trabajos del nuevo y ampliado establecimiento hostelero, que abrirá sus puertas en junio. Sus propietarios han asegurado a El Diario Vasco que mantendrán este histórico muro de piedra de su sótano protegido con cristal.
El bar Barandiarán no solo es un establecimiento emblemático por su estilo art decó y sus vidrieras de Maumejean. Su ubicación estratégica en la entrada a la Parte Vieja donostiarra y su ampliación hasta la calle Embeltrán (al sumar la superficie de la antigua pastelería Izar) le presuponía unos valores históricos que ahora se han confirmado en las obras que se llevan a cabo. Al ser un edificio protegido dentro del Conjunto Monumental de Parte y Vieja y Puerto, los trabajos están siendo supervisados por el Departamento de Cultura de la Diputación. En la excavación de la planta sótano los operarios se toparon a baja altura con un pavimento de piedra y a la vez descubrieron lo que parecían restos de una muralla, que han sido analizaron por la Fundación Arkeolan contratada para realizar el control arqueológico de la obra.
La directora arqueóloga de la excavación, Zohartze Galan, explicó que en el sótano se ha encontrado «un suelo de piedra mampuesta» a 1,5 metros de la cota de calle, al que se hecho un registro fotográfico. Tras su documentación se ha permitido levantar el pavimento para seguir excavando hasta la cota prevista en el proyecto.
Las claves
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Cimentación La fachada de la casa que da a la calle Embeltrán se apoya en este muro, que se llamó 'Cerca Vieja'
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Control foral Millán: «Es importante catalogar nuestro pasado para conocer la evolución del espacio urbano»
El segundo descubrimiento tiene mayor valor histórico y cultural. Se trata de un tramo de la antigua muralla medieval que discurría por esta parcela. Galan precisó que la muralla hace de «zapata» de la casa en la fachada que da a la calle Embetrán, algo que tiene su «lógica» y que también se constata en otros edificios de la Parte Vieja. Estas murallas eran tan sólidas que servían de base para apoyar las viviendas. Restos de esta antigua protección defensiva de San Sebastián se han constatado en el Convento de Santa Teresa, en Santa Corda, en la calle Mayor y en Embeltrán.
En las obras del bar Barandiaran el muro descubierto tiene «1,5 metros de altura y unos 10 metros de largo». El diputado foral de Cultura, Harkaitz Millán (PSE), destacó la importancia de estos controles arqueológicos: «Investigar y catalogar nuestro pasado es clave para entender la evolución de nuestro espacio urbano y los cambios de uso que se producen a lo largo de la historia». En el nuevo bar esta muralla estará protegida por una pantalla de cristal, según confirmó el copropietario del negocio, Humberto Segura.

Hay que recordar que durante gran parte de su historia, la ciudad estuvo encerrada entre fortificaciones militares, la última de las cuales (sus restos se ven en el parking del Boulevard) no comenzó a derribarse hasta 1863. Hasta ese año, la ciudad se ceñía a lo que hoy conocemos como Parte Vieja. Y hubo una ciudad antes y otra después del incendio de 1813. La anterior era una ciudad medieval, irregular, salpicada de casas torre que se fundían y confundían con la muralla. Este primer anillo defensivo existía ya cuando Gipuzkoa (entonces dentro de Navarra) se unió Castilla (1194-1200), según explica José María Leclercq en su libro 'Historias Militares de San Sebastián. Vida y asedio de una pequeña gran ciudad'. Esta muralla medieval partía de la casa torre del campanario y daba la vuelta a la hoy Parte Vieja por Campanario, Embeltrán, Sarriegui y San Juan.


Era una defensa «un tanto primitiva que apenas contaría con dos metros de grosor, siendo las (casas)torres las encargadas de otorgarle su principal potencial defensivo», explica Leclercq. Esta debilidad defensiva hizo que a partir de 1512 «se pusieran en práctica de forma urgente todas las reformas proyectadas por los ingenieros de los Reyes Católicos» para empezar a construir el nuevo cinturón defensivo exterior que perduró hasta el siglo XIX.
La ciudad convivió durante varios siglos con esas dos murallas: la 'Cerca Vieja' y la nueva muralla real. Entre ambas se formó una plazoleta, frente a lo que hoy en día es el bar Barandiarán, que se denominó Plaza Vieja y que sirvió como plaza de armas porque era «donde se reunían las tropas», según explica Eneko Oronoz, investigador, erudito de la historia de la Parte Vieja, y miembro de la asociación Áncora. Este especialista ha buceado en la historia de todas las edificaciones de la Parte Vieja y en los promotores del resurgimiento de la ciudad tras el incendio de 1813, un trabajo mostrado en una exposición en el Museo Diocesano el pasado verano.

A partir del siglo XVI, las casas que ocuparon la parcela del hoy bar Barandiarán, apoyadas entonces en la muralla medieval, pasaron por diferentes linajes: Idiáquez, Arizteguieta, Jaureguiondo... y, tras el incendio de 1813, fue el noble vizcaíno Nemesio Salcedo, quien levanta un edificio en este solar «con sillares procedentes de las ruinas del campanario de Santa María» y siguiendo los diseños de Pedro Manuel Ugartemendia, responsable de la nueva traza urbana de la ciudad que resurge de sus cenizas.
En 1925 Pablo Zabalo reforma los bajos de la casa, creando el Café París, con mármoles en dos tonos, vidrieras de Maumejean y elegantes mosaícos. Durante la Guerra Civil el local fue regentado por el navarro Bruno Irañeta que lo llamó Café Bar Irañeta, según explicaron en la sección de DV 'Comercios Donostiarras de Ayer y Hoy', Lola Horcajo y Juan José Fernández Beobide. Desde 1939 hasta el 2019 el local fue regentado Martín Barandiarán y Josefa Aguirre y varias generaciones de descendientes, con el nombre conocido hasta nuestros días. En breve el local abrirá una nueva etapa con un trozo de la historia protegido en su almacén, la vieja muralla medieval que recorría la calle Embeltrán.
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