143 árboles singulares con blindaje en el nuevo PGOU de San Sebastián
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Biodiversidad ·
El Departamento de Parques y Jardines tiene un catálogo con los ejemplares más destacados de la ciudad por su edad, forma, rareza, valor histórico o paisajísticoEl caso del antiquísimo cedro del Líbano de Cristina Enea, que ya ha comenzado a morir tras más de dos siglos de vida, ha despertado ... a los donostiarras ante el gran valor de su patrimonio arbóreo. El Departamento de Parques y Jardines ha elaborado un inventario de árboles singulares y bosquetes que va a proponer para su inclusión en el nuevo Plan General de Ordenación Urbana para su protección. El técnico municipal Juan Mari Odriozola ha hecho para DV una selección de una decena de estos ejemplares y explica el porqué de su inclusión en esta lista.
El objetivo del proyecto de árboles singulares era «actualizar el conocimiento sobre el patrimonio natural e histórico de la ciudad, poniendo el foco en los árboles que presenten características excepcionales». El trabajo de campo de esta selección se efectuó entre mayo y julio de 2022. Se dividió el municipio en 62 cuadrículas y se fueron inventariando y ubicando los ejemplares en soportes electrónicos. Para realizar la selección se utilizaron como criterios el tamaño y la edad, su forma, el valor paisajístico, el valor histórico, la singularidad de la ubicación en relación a la especie y su rareza botánica. A cada ejemplar se le dio entre 0 y 4 puntos en cada criterio. Odriozola reconoció que el componente subjetivo de los muestreadores también «jugó un papel importante» ya que de otro modo «el trabajo de campo resultaría inviable».
El resultado del trabajo fue «mejor de lo esperado», ya que se encontraron 143 árboles singulares, «más de los estimados en un principio», y algunos «con tamaños y edades sorprendentes». El 71% de ellos pertenecen a especies autóctonas. Una cuarta parte son de la especie roble pedunculado ('Quercus robur'). El ejemplar de mayor grosor es la secuoya bifurcada del parque de Aiete con sus casi 8 metros de perímetro de tronco (795 centímetros).
Un fósil viviente. Entre los árboles singulares que destacamos en este reportaje se encuentra la 'Wollemia nobilis' de Cristina Enea. Es un pequeño arbolito, tipo abeto de Navidad, que fue plantado hace 5 años. Su singularidad está en su rareza botánica. En Europa existen contados ejemplares en jardines botánicos. Es una especie «realmente rara» cuyo origen está en Nueva Zelanda. Se creía que era «un fósil viviente» al estar extinguidos, pero se encontraron algunos ejemplares en «las montañas azules de Nueva Zelanda». Son árboles que provienen de una época climática muy lejana ya que hay fósiles de estas hojas de hace 2 millones de años. «Solo habrá unos cientos de ejemplares en todo el mundo» y uno de ellos está en Cristina Enea, en la parte derecha del camino que sube hacia la parte alta desde la entrada principal del parque.
Un roble de 200 años. Entre los muchos robles singulares destaca un ejemplar de Cristina Enea, ubicado muy cerca del declinante cedro del Líbano, que «tiene unos 200 años de edad». Odriozola explica que este árbol ya estaba en la zona cuando el Duque de Mandas adquirió la finca y encargó que la cuidara el jardinero Pierre Ducasse. «Es el único roble de la finca original, que perteneció a una familia de donostiarras antes de que la comprara el Duque de Mandas». El perímetro del tronco es de 331 centímetros y su altura ronda los 30 metros. «Es un árbol que sufre un proceso de colonización del 'ciervo volante'», un escarabajo que se come la madera en descomposición de la base del tronco, algo perfectamente visible pese a que su entorno ha sido vallado para que las personas no pisen el suelo sobre la zona donde se desarrollan sus raíces.
Sobrevivió a la bomba atómica. Otro ejemplar singular es el 'Gingko biloba' ubicado en la campa circular de la parte alta de Cristina Enea. «Es también un resto vegetal de otra época. Hay registros fósiles de este árbol de hace 290 millones de años. Cuando tiraron la bomba atómica sobre Hiroshima fue la única especie de árbol que resistió la radiación y sobrevivió. Este ejemplar sí fue plantado por el Duque de Mandas y tiene más de 100 años.
Grande de verdad. La secuoya del parque de Aiete es uno de los árboles más viejos y más altos de la ciudad. Sus más de 30 metros de altura y sus más de 100 años de antigüedad le permiten entrar por la puerta grande en este catálogo de árboles singulares. Fue plantado por los Duques de Bailén y está ubicado cerca de la zona de los estanques que bajan a Morlans. A esta especie, originaria de la costa oeste de Estados Unidos, «le va bien nuestro clima» aunque su gran altura les convierte en perfectos pararrayos y el ejemplar ha perdido gran parte de su copa por los sucesivos temporales.
Solo para grandes fortunas. La 'Liquidambar Liriodendron' es otro ejemplar procedente de América presente desde hace 150 años en el parque de Aiete. Es un árbol que le llaman «el tulipero de Virginia» porque procede de la costa Este de Estados Unidos. «En su época este ejemplar sería una especie rara. Estos árboles se transportaban en barco desde el otro lado del Atlántico y obviamente solo se los podían permitir las grandes fortunas. Es la razón de que haya tantas palmeras centenarias en el Cantábrico. Las traían los indianos tras hacer fortuna allí».
Muesca por la helada de 1956. Hablando de palmeras, se han catalogado como singulares las dos palmeras washingtonianas de la plaza de Gipuzkoa, pues se piensa que se plantaron allí a principios del siglo pasado. El paso del tiempo les ha hecho ganar en altura año tras año y también registrar las huellas de momentos concretos. Odriozola explica que la muesca que muestra uno de los ejemplares se debe a las heladas que se vivieron en Donostia en febrero de 1956, el mes más frío del siglo pasado en la ciudad, cuando se llegaron a registrar temperaturas de 13 grados bajo cero. Las condiciones ideales para estas palmeras son los veranos calurosos y en invierno pueden soportar heladas de corta duración de hasta 10 grados bajo cero.
Obsequio de Japón. Otro de los árboles singulares, en este caso por su valor histórico, es el cerezo del jardín Menchu Gal, obsequiado por el alcalde de Tokio a la ciudad tras visitar Donostia en 1935. Este árbol cumple este año 90 primaveras ofreciendo durante solo unos días unas bellas flores blancas. El ejemplar fue además visitado el 21 de junio de 1953 por el entonces príncipe heredero Akihito, quien abdicó hace cinco años como emperador, un gesto desconocido en el país del sol naciente porque ningún emperador había renunciado a su cargo en dos siglos. El cerezo tiene una fisiología delicada por la edad avanzada y porque crece junto a un tejo que le quita luz. Los técnicos de Parques y Jardines miman todo lo que pueden este ejemplar histórico para que continúe dando flores cada primavera. Se desconoce qué pasará cuando se remodele este jardín y el cercano parque Araba cuando culmine el desarrollo urbanístico previsto en la playa de vías de Errondo-Easo.
La encina de Berio. Es otro de los árboles patrimonio de la ciudad, con unos 250 años de antigüedad, un perímetro de casi cinco metros (494 centímetros) y una altura de 21 metros. Un momento crítico de su vida fue cuando se rompió una rama por el golpe de una grúa en los trabajos de urbanización de Berio. «El árbol tiene mecánicamente unos 'problemillas', pero su fisiología es muy buena». Sufre dos procesos de descomposición de la madera producidos por el hongo 'ganoderma resinacium'. Cada 3 años se le hace una revisión exhaustiva para evaluar el avance de estos 'achaques', que incluyen mediciones de su estabilidad.
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El espectáculo de Alderdi Eder. Alderdi Eder es un espectáculo para todo el mundo, pero más si cabe para los turistas japoneses que se quedan embelesados con las formas retorcidas de las ramas de los tamarindos de Alderdi Eder. Odriozola explica que «nos resistimos a quitarlos por esta singularidad tan grande que presentan estos arbustos de unos 60 años de edad cuyo tronco se abre en tres y parecen esculturas vivientes». Los jardineros hacen lo que pueden para que sus ramas no quiebren. Hace décadas se utilizó hasta cemento para neutralizar la rotura de las ramas. Hoy se utilizan varillas y flejes. «Su floración es muy interesante y las podas se orientan a favorecer que las ramas generen una gran sombra en verano para resguardarse del calor».
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