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La Real se despide de Europa, donde ha vivido cinco temporadas consecutivas, como nunca antes. Abandonado por el juego, el equipo que ha gobernado Imanol ... durante un lustro triunfante perdió ante el Celta (0-1) después de jugar contra sus fantasmas mucho más que contra el equipo gallego y la próxima temporada quedará confinado en casa, para jugar solo Liga y Copa, añorando los grandes salones de baile del continente.
Fue un equipo melancólico, como si supiera que nada de lo que hiciera valdría, que la derrota era el destino. Jugó una buena primera parte, manejó el balón, redujo al Celta, no hizo una ocasión digna de tal nombre... y encajó un gol en el último minuto que le dio la razón: no había nada que hacer. Una profunda tristeza subió del césped a la grada, donde 25.000 espectadores, en el fondo, sabían que algo así iba a suceder.
Real Sociedad
Remiro; Traoré (Aramburu, min.61), Zubeldia, Aritz, Aihen (López, min.78); Zubimendi, Brais (Sucic, min.77), Marín; Kubo, Oyarzabal (Mariezkurrena, min.87) y Gómez (Barrenetxea, min.61).
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Celta
Guaita; Carreira, Rodríguez, Domínguez, Ristic (Lago, min.77), Mingueza; Beltrán (Sotelo, min.91), Moriba, López (Durán, min.66); Alfon (Swedberg, min.77); y Borja Iglesias (Losada, min.77).
Gol: Alfon (min.43)
Asistencia: 25.124 espectadores
El paso por vestuarios debió de ser un cruce de miradas entre profesionales. Sin engaños. A diferencia de lo que sucede en el sector más sofisticado de la grada, que descubre que es mejor ganar que perder, en la caseta todo el mundo sabe que la metáfora del libro de Aperribay se ha entendido mal. Que esto que ha pasado no es que se cierra un libro, sino que se está abriendo. El fin de ciclo no es hoy, fue el año pasado cuando se escapó la opción del título de Copa de forma penosa en aquella semifinal con el Mallorca. Lo de esta temporada ha sido el inicio: octavos de final de la Europa League (con una eliminatoria directa superada, algo que no se hacía desde 1998 y ahora no vale), semifinales de Copa y opciones continentales en liga hasta la jornada 36. Un inicio de ciclo podría haber tenido cifras peores. Y mejores.
Lo preocupante no son esos números. La peor señal es que Imanol crea que no se dan las condiciones para poder seguir, porque eso significa algo. Los futbolistas tardan un segundo en calar a su entrenador, para lo bueno y para lo malo. Las colas para renovar delante del despacho de Aperribay durante años son tan reales como la desconexión actual. La segunda parte, jugada con dignidad profesional y sufrimiento a falta de fútbol, no sirvió para dar un último comodín, que un equipo afortunado habría conseguido. Pero a la Real también le ha abandonado la suerte, que es lo que pasa a todos los equipos que se vienen abajo. El remate al larguero de Oyarzabal habría sido gol en todos del partidos de 2019 hasta hoy. Esta vez fue escupido por la madera. Antes, Guaita reparó un fallo propio sobre la línea de gol que otras noches habría subido al marcador. Daba igual, si marca la Real vuelve a marcar el Celta.
La Real gastó 180,6 millones la temporada pasada y presentó un presupuesto para la actual de 148. Casi 33 millones menos. Los gastos de personal bajan de 103 millones a 81,5. ¿Y eso no se iba a notar? El libro conviene leerlo entero. La economía tensa de mercado provoca una inercia que hay que alimentar y ya no quedan activos que vender porque el mercado de las tres últimas temporadas ha ido, al completo, a la columna de gastos sin expectativa de reportar algo a la de ingresos, lo que invierte la dirección del ciclo económico de la sociedad, que decrece por primera vez en la era Aperribay. La salida de Zubimendi será la útima gran venta.
La reducción de la masa salarial es un objetivo estratégico para garantizar la sostenibilidad, una vez que no hay previsión de ingresos extraordinarios, al revés de lo que ha venido sucediendo durante muchos años, realidad que se visibiliza al repasar la lista de fichajes que ha ido haciendo la Real. Y Aperribay no está dispuesto a saltar al vacío. No se va a jugar su legado por Óskarsson.
El crecimiento estructural conseguido en los últimos tiempos es lo que garantizará el éxito, no los castillos en el aire. La afición es muy dada al realismo mágico, lo bueno que es Sadiq, lo que haría Oskarsson si le dieran oportunidades, el nivel mundial de Sucic... Y puede serlo, lujo que no deben permitirse los administradores.
La Real buscó el gol en el final, ante una grada angustiada, que ahora mismo no encuentra consuelo y da igual lo que se le diga, que lo ve todo negro. El equipo de Imanol lo intentó hasta el final, pero fue un esfuerzo triste, de impotencia. Todas las aproximaciones acababan en barullos, señal de que nunca faltó voluntad, todo a lo que pudo recurrir el equipo blanquiazul. La Real se despide de Europa, a donde irá el Celta. Después de cinco años sin fallar, los grandes del continente le echarán de menos.
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