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Los cuatro homenajeados con el once inicial de la Real.

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Los cuatro homenajeados con el once inicial de la Real. José Mari López

Oro y brillantes por aquella Liga que pudo ser

Aranzabal, López Rekarte, Alberto y De Paula reciben la máxima distición de la Real Sociedad en los prolegómenos del derbi contra el Athletic en Anoeta

Domingo, 4 de mayo 2025

Figuras destacadísimas del equipo que tocó la tercera liga con la punta de los dedos en 2003, Agustín Aranzabal, Aitor López Rekarte, Alberto y De Paula han recibido la insignia de oro y brillantes de la Real en los prolegómenos del derbi. Tarde, pero con todo merecimiento. El siguiente en recibir este honor será Darko Kovacevic, cuando sus obligaciones en el Olympiacos le permitan viajar desde Grecia.

Javier de Pedro y Mikel Aranburu, las otras dos leyendas acreedores de ese reconocimiento del club, ya fueron condecorados sobre el césped de Anoeta en el momento de su adiós. Por supuesto, el presidente Jokin Aperribay hizo entrega en persona de las inisgnias a los cuatro futbolistas, que también fueron homenajeados por el pasillo de honor formado por los dos equipos.

Aquella fue la Liga de una generación y se perdió. Los realistas que frisan la cincuentena, los que celebraron los títulos de los 80 sobre los hombros de sus padres, tienen esa idea grabada en el corazón. Una herida que parecía incurable pero que los jugadores de hoy liderados por Imanol sanaron con la Copa ganada ante el mismo rival de esta noche.

En 2003 en Vigo, la Real sufrió una de las mayores derrotas de su historia, comparable a la de Sevilla en 1980, pero nadie ha olvidado a aquel equipo dibujado por Raynald Denoueix en la alucinante pizarra de su despacho en Zubieta. Agustín Aranzabal (Bergara, 1973 y 351 partidos), Aitor López Rekarte (Arrasate, 1975 y 338 partidos) Alberto López (Irun, 1969 y 377 partidos) y Óscar de Paula (Olivenza, 1975 y 302 partidos) eran senadores en aquel equipo salvaje donde regían los viejos códigos. Junto a futbolistas terribles como Kovacevic, Karpin, De Pedro o Xabi Alonso, todos eran depositarios de la tradición eterna del juego y del vestuario, cada uno en su papel.

Nadie ha vuelto a recorrer la banda izquierda de la Real con la finura exquisita de Aranzabal, jugador de talla internacional, ni la creatividad intransferible de Rekarte ha encontrado heredero por el otro extremo del campo. Alberto fue el hombre que dio continuidad a la portería de la Real tras la retirada de Arconada, nada menos. La hazaña se explica sola. Y De Paula, un especialista, un rematador implacable, sesenta goles en su haber, alguno inolvidable como aquel al Galatasaray en Anoeta. Un cabeceador magnífico, un futbolista que sería oro para el equipo de hoy, igual que los otros tres, aunque el fútbol haya cambiado tanto.

Aranzabal reconoce que «recibir la insignia de oro y brillantes es un orgullo», sentimiento compartido. Rekarte ha sentido «ganas de volver a jugar. Un día importante por el anuncio del adiós de Imanol, que ha conseguido logros inimaginables para un cñub de cantera como el nuestro». Alberto destaca que «es un bonito reconocimiento, que no todo el mundo puede recibir. Es para estar orgullosos». Óscar de Paula destacó recibir la insignia «el día del partido más importante del año. Muy especial».

Arrollada por la exigencia de su presente ganador, que aboca a un calendario sin descanso desde hace años, la Real no había encontrado el momento para el homenaje, pero por fin ha llegado. La grada de Anoeta, muy rejuvenecida, con buena parte del público sin referencias directas de su juego, se rindió en cambio al prestigio de los cuatro homenajeados con una ovación de gala. Justísima. A Ernesto Valverde nadie le tuvo que explicar los motivos para aplaudir, bregó con ellos en su etapa de jugador.

Un club que a veces tiene dificultades para poner en valor su patrimonio, muy rico, es fiel a su filosofía al premiar a quienes escribieron brillantes renglones de esa historia, por mucho que aquel de Vigo saliera torcido. Aranzabal, Rekarte, Alberto y De Paula fueron auténticos jugadores de Primera. Habían ganado una Liga pero se les escapó en el último suspiro. El trofeo no está en la vitrina de Anoeta, pero el recuerdo se mantiene en el corazón de los aficionados, y eso, al final, es lo que cuenta.

La emoción del homenaje fue sobresaliente, como merecían los protagonistas.

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