Acaba una temporada que, pase lo que pase mañana en El Sadar, será histórica y saldada con sobresaliente. Si nos hubieran dicho el 12 de ... septiembre, cuando la Real Sociedad debutó en Liga en Valladolid en un partido del que casi nadie se acuerda y en el que salió de titular Diego Llorente, que íbamos a ganar la Copa y quedar séptimos, lo hubiésemos firmado con los ojos cerrados. Así que pase lo que pase mañana en Pamplona, donde personalmente confío en certificar el billete a la Europa League y esquivar esa nueva y desconocida Conference League, afición y equipo deben acabar con buen sabor de boca esta temporada.
Los caprichos del calendario han querido que la última estación sea El Sadar, un campo complicado con público, ya que la afición rojilla aprieta como pocas, pero que seguirá a puerta cerrada, esperemos que ya por última vez. Un factor que puede ser decisivo para el equipo visitante, que se juega mucho más que el local en este caso. En todo caso, el destino de la Real Sociedad está en sus manos y no debe esperar ningún favor ni relajación de Osasuna por mucho que en su banquillo estén dos txuri-urdines de pro como Jagoba Arrasate y Bittor Alkiza. Esto es fútbol profesional y es bueno que las cosas se decidan en el campo. Además, a poco que la Real deje claro que es la que más se juega en el envite, esa diferencia de intensidad entre el que se juega el mayor premio tiene que inclinar la balanza.
La Real Sociedad está cumpliendo el objetivo estratégico de pelear todos los años por entrar en Europa y ahora, de cara al curso que viene, toca darle una vuelta de tuerca más para intentar que la acumulación de partidos que acarrea la competición continental pase menos factura que esta temporada. La buena camada de potrillos, que aspiran mañana nada menos que a subir a Segunda, debe ser la base sobre la que mejorar todavía más una gran plantilla como la de este año.
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